¿Cuánto subestiman nuestras administraciones los sistemas tecnológicos diseñados para la protección de los recursos a su cargo? Escambray propone una mirada al tema sin menospreciar el papel del hombre. Una puerta rota en el hogar o el llavín de la calle defectuoso son motivos suficientes para el desvelo familiar y hasta razones de ausencias al trabajo. Pero, al menos en Cuba, la conjetura no es la misma si se trata de resguardar bienes creados para cubrir necesidades y servicios públicos, quizás por aquello de que la propiedad social es de todos y a la vez de nadie, o porque, de ser sustraída y malversada, los responsables muchas veces quedan exentos de pagar la penalización que significa reponer lo usurpado o de la obligación de responder ante los tribunales por el daño infligido.
La seguridad de renglones básicos en la alimentación de la ciudadanía, materias primas y productos de diversa índole que permanecen bajo techo estatal está en tela de juicio desde hace mucho tiempo, no porque falten llavines, pestillos o cerrojos, ni mucho menos personal que se encargue de cerrarlos y darles mantenimiento. La causa radica en cierta desidia que ha ganado terreno en los últimos años y que no justifica carencia alguna: durante los peores años del período especial en esta isla se disponía de muchísimo menos, pero era mayor el respeto al patrimonio colectivo.
No hace tanto estas mismas páginas proporcionaban argumentos que apuntan a la disponibilidad en suelo espirituano de medios tecnológicos altamente sofisticados. El país los adquirió en moneda convertible y cada uno de ellos costó miles o cientos de miles de euros o de dólares. Sin embargo, los directivos de las empresas especializadas en materia de seguridad y protección y la jefatura del Sistema de Policía coinciden en asegurar que tales fortalezas no rinden el fruto necesario. ¿Causa? El desinterés de las gerencias o direcciones de entidades y establecimientos en contratar los servicios para su empleo.
Como no faltan avezados en intentos malsanos y cada vez se pulen más determinadas mañas, ya no resulta ni aconsejable ni seguro el traslado de dinero a la vieja usanza: el hombre o la mujer con jaba o portafolios. No todos son conscientes de los riesgos y algunos depositan su confianza en el empleo de motos o vehículos, sin requisitos mínimos.
Una tendencia mucho más perniciosa ha sido confirmada por la Unidad Económica de la Policía Técnica de Investigación (PTI) en sus frecuentes operaciones: retirar el efectivo del banco y mantenerlo en cajas fuertes, entre paredes institucionales, por tiempo prolongado. En consecuencia, no han faltado intentos de robo ni asaltos consumados por personas que, sin ser de “adentro”, velan con mayor celo los salarios que los propios encargados de preservarlos.
“Los directivos tienen que acabar de entender que la protección es una ciencia en el mundo”, sostiene el teniente coronel Onel Fuertes Plasencia, jefe de la Sección de Seguridad y Protección del Minint. Sancti Spíritus no anda precisamente en pañales en lo que a dicha ciencia concierne. Se trata más bien de la cultura que falta para el empleo de esos conocimientos. Es esta y no otra la única provincia cubana que cuenta con dos cuerpos debidamente preparados y adiestrados en aras de la salvaguardia del sector estatal: los Servicios Especializados de Protección S. A. (Sepsa), nacidos en 1993, junto con la dualidad monetaria, y la Empresa de Seguridad y Protección (Esprot), con casi una década de existencia y la mejor de su tipo en el país, según su director general, Julio Bernal Fernández.
Ambas estructuras ofrecen una amplia cartera de servicios que incluyen la protección con hombres, instalación de sistemas de alarmas contra incendios e intrusos (se activan a través de sensores que captan humo, sonido, calor, vibraciones), centralización de dichas modalidades a través de una señal telefónica en la central de alarma y protección con el uso de cámaras de video. De extrema utilidad ha resultado esta última opción allí donde ha sido empleada, al permitir visualizar áreas diversas de un mismo objetivo y verle la cara al ladrón. No obstante, la bola cae de nuevo en manos de los directivos, pues lo que se haga con la información recibida por esa vía es cosa de quienes administran.
Al propio tiempo que corporaciones o cadenas de tiendas reniegan del uso de sistemas de alarma, solo en unidades céntricas de la cabecera provincial semanas atrás se contabilizaba decena y media de fracturas de cristales. Por el mismo criterio de presumible racionalidad, otros se privan del necesario mantenimiento a esa tecnología, por lo cual algunas alarmas no se activan en el momento necesario.
“El servicio es bastante férreo en su concepción, constituye una barrera que se respeta, aunque no faltan elementos que traten de corromper al agente nuestro”, comenta Celso Lorenzo Betancourt, director territorial de Sepsa, y agrega que las prestaciones no evitan por sí mismas incidencias lamentables. “El cliente a veces piensa que por contar con un servicio de protección tiene resueltos todos los problemas. Nosotros somos solo parte del sistema para el control y cuidado de los bienes de la entidad, por tanto cada directivo tiene que sentirse responsable de los recursos que maneja”, puntualiza.
¿Control de humanos o de cerraduras? El binomio seguirá siendo eterno, porque sin la intención de quienes la procuran cualquier tecnología resultará manca.
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