A 37 años de su llegada a predios del Yayabo, la Criminalística continúa siendo clave en el esclarecimiento de enigmas que roban tranquilidad a la ciudadanía.
Al amanecer el humo cedió y la madeja de maleza se volvió nítida. Mientras más se aproximaban a los restos del ATR-72-212, de la línea cubana Aerocaribbean SA., más fuerte olía a carne quemada. En medio de fragmentos calcinados y cuerpos humanos irreconocibles, un objeto atrajo la atención del joven. Se agachó para levantarlo y antes que la confirmación en sí, le golpeó una fuerte punzada en la sien. Los ojos nublados se enfocaron en el anillo de compromiso que horas antes adornara el dedo anular de alguna víctima.
“Aquel fue, sin dudas, el hecho que más nos ha marcado”, aduce el máster en Dirección Higinio Darias Sánchez, quien con casi 30 años en los avatares investigativos lleva hoy las riendas de la sección de Criminalística del Ministerio del Interior (Minint) en la provincia.
Hasta el lejano Mozambique, donde se encontraba en misión de colaboración, le llegó la noticia. Desde allá siguió los pormenores del suceso, los esfuerzos de su gente para preservar el lugar, la carrera contrarreloj para el levantamiento de cadáveres y la obtención posterior de huellas. El accidente en el que habían fallecido 68 personas de 10 naciones convertía en noticia a los poblados de Mayábuna, Vaguardia y Guasimal, en las proximidades del municipio cabecera.
CADA CASO, UNA HISTORIA
Aunque con claro predominio, no solo los delitos contra el ganado mayor y los robos con fuerza ocupan al personal entrenado para el esclarecimiento de enigmas con un trasfondo delictivo. Numerosos hechos de sangre en todos estos años han demandado la destreza y la consagración de agentes y peritos que tras jornadas interminables pugnan por no llevar a sus hogares emociones difíciles.
Fundados en abril de 1977 en calle Onza, entre Isabel María de Valdivia y Sobral, en la ciudad de Sancti Spíritus, los servicios de Criminalística permanecieron allí hasta 1986, cuando fueron trasladados hacia la actual Delegación Provincial del Minint.
Se inscriben dentro del Sistema de Investigación Criminal y Operaciones y los integran cerca de 60 hombres y mujeres.
Una unidad de enfrentamiento y un laboratorio central se subordinan a la sección provincial de la especialidad. De igual forma, otras cuatro unidades básicas con sedes en los territorios de Sancti Spíritus, Trinidad, Cabaiguán y Jatibonico, municipios estos últimos que atienden Fomento y Yaguajay, en el primero de los casos, y La Sierpe y Taguasco, en el segundo.
En la memoria colectiva, apunta Higinio, quedaron grabadas las vivencias de disímiles hechos con implicación económica y social, como el incendio que en la década de los 90 devastó un almacén de la Pesca radicado en Carretera del Jíbaro y que, según se pudo demostrar finalmente, tuvo como causa una reacción química.
La rama de Averías, Explosivos e Incendios (Avexi) resulta, junto a la de la capital del país, la que más peritos de esa especialidad ha formado, lo cual favorece el rápido curso de pesquisas para esclarecer incidentes en este y en otros territorios.
HUELLAS EN LA PANTALLA
Sus propias vivencias emergen desde la pantalla del televisor, encarnadas por sujetos en otras pieles y con otros nombres. Más de una vez reconoce a alguno de los suyos mientras el actor que lo hace resurgir toma muestras de huellas o va tras el rastro seguido por los perros. El caso Autopista, transmitido hace meses en el espacio Tras la huella, definitivamente no hizo justicia a la implicación de los espirituanos en la desarticulación de aquella cadena de sacrificios ilegales de ganado mayor en la región central de Cuba que parecía no tener fin.
Ante las habilidades de los matarifes y sus cómplices para despistar, no pocos elementos determinantes aportados por hombres y mujeres del Minint en varias provincias salieron del equipo de Diosmedid Nápoles Salas, jefe del Laboratorio Provincial de Criminalística. “Por ejemplo —especifica él— los tipos de huellas en las reses, la obtención de pruebas aun en lugares donde parecían improbables, la ubicación de sitios y momentos exactos en que se planeaba cada golpe”. Aquella fue, según el joven ingeniero, una de las experiencias más relevantes entre muchas de su tipo que les ha tocado enfrentar.
JUBILADOS Y JÓVENES AL CENTRO DEL COMBATE
Lo mismo junto a los canes que rastrean los olores que tras el microscopio para el análisis de muestras, o frente a huellas dactilares que hacen flashazos en el ordenador, hay rostros lozanos. Joven es la mayoría del personal de Criminalística en Sancti Spíritus y se percibe orgullo en las palabras siempre que se habla de ellos. No por casualidad han merecido tres medallas Abel Santamaría, varios sellos Forjadores del Futuro y dos Banderas de Honor de la UJC.
Cadetes insertados procedentes de varios municipios, que hoy cursan estudios superiores, son tomados en cuenta a la hora de planear el futuro. También los jubilados salen a relucir en el recuento, pues no pocos de ellos se han presentado de forma voluntaria ante sucesos donde su aporte resulta de suma utilidad.
Los persistentes ladridos desde las cercanías hacen girar el diálogo en torno a las potencialidades del olor como única huella que perdura siempre en el lugar del hecho. “Viene siendo la firma química de cada persona, por muchas precauciones que se tomen”, precisa Diosmedid.
“Yo mencionaría la contribución a salvar vidas humanas desde el trabajo con los tóxicos”, responde Emilio Molejón Díaz cuando se le pide escoger entre las experiencias que más lo han marcado. Tiene de todo un poco: químico, biólogo, fotógrafo, toxicólogo y hasta pedagogo. El año 1984 lo vio llegar al órgano armado y desde entonces no ha parado.
Al Chino (así se le conoce familiarmente) se ha recurrido no solo ante casos de intoxicaciones individuales o colectivas, sino también ante otros eventos con implicación nacional e internacional, como Juegos Panamericanos, Cumbres Iberoamericanas y otras citas de alto nivel en la capital del país. Graduado en Ciencias Penales, es además técnico para la actividad científico pedagógica de la Universidad Central de Las Villas.
No ha terminado la idea cuando entra una llamada de emergencia. Sin tiempo apenas para las disculpas, hombres, carros y perros se alistan en cuestión de minutos. En la mira, la necesidad de que cada proceder se realice con el máximo rigor, el reto de preservar la quietud altamente valorada aun desde el anonimato, la certidumbre de que vale la pena cada minuto de desvelo.
Una mujer a bordo se remonta al pasado. Es 2010. La aurora del 5 de noviembre la sorprende junto a pedazos del avión diseminados por doquier. Su pensamiento vuela a las monedas semiocultas entre cenizas. Son yenes japoneses, enlodados, crueles y probatorios, que le devuelven el escalofrío a su espina dorsal.
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