Buena Fe y miembros del Ballet Nacional de Cuba (BNC) llevaron auténtica cubanía a un importante evento celebrado en México.
Este reportaje trae consigo las memorias, todavía frescas, de un reencuentro del arte cubano con tierras cuyo nombre les ubica “en el ombligo de la Luna”. México, palabra perteneciente a la lengua Náhuatl, alude a ese satélite empeñado en prender la luz durante las noches terrestres.
Así, completando con significados la imagen de un país del que nos han llegado influencias de tradiciones raigales, Buena Fe y miembros del Ballet Nacional de Cuba (BNC) pisaron esos predios como invitados al más importante evento cultural organizado por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), con sede en Toluca.
Fundada por el poeta José María Heredia, la casa de altos estudios dispuso cada detalle para, otra vez, atraer a la comunidad hacia Abril, mes de la lectura; una invitación a reinventarse paisajes impensables dentro del entorno común, pero posibles en el mundo sin límites que edifican las letras a partir de la riqueza creativa de los autores.
ACERCAMIENTOS
Cuando apenas daba los primeros respiros este mes que corre, las oportunidades desmedidas propias de los libros y la convergencia de culturas como la cubana hicieron que otras brisas acariciaran el ambiente toluqueño. En un gesto integrador, dos naciones escogieron el camino del arte para acortar las distancias.
“Nosotros tenemos que continuar el ejemplo de hermandad creado entre Cuba y México desde los tiempos en que Heredia y José Martí anduvieron por estas tierras. El influjo de cubanía es fundamental para ambas sociedades y para la educación, porque formar plenamente a los universitarios implica apreciación artística y respeto por nuestro pasado. Quedaríamos a medias si solo dedicáramos el intelecto a la disciplina técnica”, aseguró Alfredo Barrera Vaca, secretario de Docencia de la UAEM.
Encantado con la propuesta de los artistas de la isla, el público mexicano que asistió a las tres presentaciones de la brigada (Toluca, Santiago de Tianguistenco y Texcoco) no demoró ni un instante las muestras de admiración. Con banderas cubanas sobre los hombros y elogios a flor de labios fueron recibidas las letras sinceras de Buena Fe y la estética impecable de los bailarines.
Una selección de reconocidos temas de la agrupación musical, pas de deux como Retrato y Muñecos, así como conferencias sobre “El pensamiento martiano y su vinculación con la cultura contemporánea” completaron el programa de los cubanos dentro de Abril, mes de la lectura.
Voceros siempre de la Sociedad Cultural José Martí (SCJM) y dispuestos a dejar la impronta del Apóstol a su paso, los jóvenes artistas llegaron a crear una empatía indiscutible con las audiencias.
“Aunque nunca antes habíamos bailado a casi 3 000 metros sobre el nivel del mar, estar aquí en Toluca ha valido la pena. Es verdad que física y psicológicamente nos exige el doble porque cuesta mucho respirar y estamos fuera de los espacios habituales, pero nos basta con que las personas aprecien la esencia del ballet, tal y como ha sucedido en México”, afirmó Jesse Domínguez, bailarina principal del BNC, después de una de las puestas al aire libre.
Por su parte, Israel Rojas, director y voz líder del grupo Buena Fe aseguró: “Entre nuestros países siempre han existido lazos culturales profundísimos, incluso, alguien de la SCJM me contaba que Martí tenía cierto acento mexicano, a propósito de su estancia aquí. Lo cierto es que somos muy cercanos, por eso se crea una buena química cuando estamos en el escenario. Considero que la cultura es la principal carretera por donde deben fluir las relaciones entre Cuba y México”.
Relegando al olvido las fronteras; música, literatura y danza resultaron embajadoras de un mismo sentir: América somos todos. Más allá de herencias ancestrales, de diferencias fisonómicas o de acentos cambiantes, algo hay en el aire y en la esencia misma del continente que nos incluye. Acaso será esa categoría de lo real maravilloso que nos hace transgredir esquemas desde las tipicidades de nuestros terruños, para seguir alimentando esa realidad cronicada que hacemos a diario “con iluminación inhabitual”.
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