Con desprecio total a la soberanía de Dominicana, Washington ordenó a la compañía Shell paralizar allí el suministro de combustible a Cubana de Aviación.
Sin preocuparle ni un comino las resoluciones de la Asamblea General de la ONU contra su bloqueo a Cuba, el gobierno estadounidense lo sigue extendiendo más allá de sus fronteras.
Ahora, con desprecio total a la soberanía de República Dominicana, Washington ordenó a la compañía Shell paralizar allí el suministro de combustible a Cubana de Aviación.
Un comunicado de la embajada de esa nación en Santo Domingo afirma: lo sucedido es una «clara y burda aplicación extraterritorial de leyes norteamericanas contra Cuba».
Ello, agrega, representa una franca violación del Derecho Internacional, que estropea los intereses y derechos soberanos que deben caracterizar las relaciones entre nuestros países.
La declaración menciona también el bloqueo impuesto a su personal diplomático, e incluso a cubanos residentes legales, por los servicios financieros del Scotiabank, y lo remite a las mismas presiones foráneas.
Hace más de medio siglo la propaganda estadounidense habla de su «embargo» a Cuba, algo que de ser verdadero, solo implicaría a las dos naciones, pero una muestra indica lo contrario.
El 12 de junio de 2012, un poderosísimo conglomerado financiero del mundo, ING Bank, con sede en Holanda, pagó a Estados Unidos una multa de 619 millones de dólares por supuesta violación del bloqueo a la isla.
Un comunicado del Departamento del Tesoro alegó entonces que esta participó en transferencias bancarias, negocios comerciales y cheques de viajeros que transgredían regulaciones del cerco.
Cuatro años antes, en diciembre de 2008, Credit Suisse Bank desembolsó 536 millones de dólares para hacer frente a la acusación de que, con su ayuda, Cuba se burló de estas.
Más tarde, el Barclays Bank, con sede en Londres, pagó una multa de 298 millones de dólares porque los estadounidenses le acusaron de aceptar transacciones originadas en La Habana.
En mayo de 2004, la Unión de Bancos Suizos afrontó un castigo de 100 millones de dólares por supuestamente facilitar que Cuba y otros países, bajo el amparo del Banco Central de Washington, sustituyeran dólares en mal estado.
Meses atrás, el JP Morgan Chase accedió a pagar 88,3 millones de dólares, acusado de transgredir disposiciones del bloqueo sobre los negocios de la isla en el exterior.
Ahora, esta semana en República Dominicana aconteció un hecho particularmente significativo relacionado con la empresa que detuvo allí el suministro de petróleo a Cubana de Aviación, la Shell.
Más de 50 años atrás, el 29 de junio de 1960, esa corporación, entonces radicada en la isla, por órdenes de su gobierno negó la refinación del citado combustible para entorpecer la economía cubana.
Aquel complot ha cambiado sus formas, pero la esencia no ha variado ni media pulgada: dificultar la existencia en su exneocolonia, sin abandonar la intención de —algún día— recuperarla.
Los filibusteros al servicio de Washington emulan con su colega inglés Henry Morgan, el cual arrasó territorios americanos antes de que en 1671 su rey Carlos Segundo lo nombrara Caballero.
Pero sus modernos herederos no llegan ni remotamente a esa categoría, quedan desde el piso como vulgares homicidas de soberanías ajenas.
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