La heroína Vilma Espín Guillois, la combatiente, la madre, la amiga, la compañera de trabajo, la federada, cumpliría este siete de abril 84 años de vida.
Antes de 1959 burló a más de un esbirro batistiano con astucia e inteligencia en las calles de su Santiago querido. Auxilió a compañeros de lucha heridos o perseguidos. Subió a la Sierra Maestra. Luego, posterior al triunfo de la Revolución, se encargó de levantar las banderas que claman por los derechos de la mujer. Participó en trabajos voluntarios, desfiles o movilizaciones. Fue una soldado intachable. Fue una mujer, heredera de la estirpe de Mariana Grajales y Ana Betancourt.
Hablamos de Vilma Espín Guillois, la combatiente, la madre, la amiga, la heroína, la compañera de trabajo, la federada. O hablamos, simplemente, de Vilma. Una mujer que caló hondo en el corazón de los cubanos. Una mujer que, hoy 7 de abril, cumpliría 84 años de vida.
La valiente colaboradora de Frank País en la clandestinidad, la amiga inquebrantable de Fidel, la compañera en la vida de Raúl, se entregó por completo a su trabajo; primero dentro de las filas del Movimiento 26 de Julio, luego como presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas y, como fundadora del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Describir su huella o caracterizar su obra es una tarea fácil y difícil a la vez. Fácil porque todos los cubanos sabemos cuánto hizo por la Revolución, en especial por las mujeres y los niños; y difícil porque aún no comprendemos de dónde sacaba fuerzas para cumplir cada tarea, proponer ideas, materializar sueños, dirigir, organizar y apoyar donde su presencia hiciera falta.
Siempre con una sonrisa para transmitir seguridad y ecuanimidad ante los retos más grandes. Siempre con su voz, delicada y firme para reclamar un papel activo e igualitario de la mujer dentro de la sociedad.
Materializó numerosas aspiraciones de la mujer cubana que hoy son vitrinas de los logros alcanzados por nuestro país. Así era Vilma, un huracán de ideas que a su paso dejaba la certeza del deber cumplido, y la respuesta necesaria ante la misión encomendada.
Hoy, físicamente, no nos acompaña, pero su coraje y determinación están sembrados en cada mujer cubana que tiene ante sí el deber de continuar enarbolando las conquistas que Vilma Espín dejó cimentadas en la historia de Cuba.
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