El 17 de abril de 1961 tropas mercenarias armadas y dirigidas por Estados Unidos desembarcaron en las arenas de Playa Larga y Playa Girón, en las inmediaciones de la Ciénaga de Zapata.
Cincuenta y tres años después que tropas mercenarias armadas y dirigidas por Estados Unidos invadieran territorio cubano, la isla caribeña sigue resistiendo nuevas agresiones de Washington con la concepción defensiva de guerra de todo el pueblo.
En la madrugada del 17 de abril de 1961 desembarcó en las arenas de Playa Larga y Playa Girón, en las inmediaciones de la Ciénaga de Zapata (al sur de la isla), la brigada 2506, con mil 200 efectivos procedentes de Puerto Cabezas, Nicaragua.
Organizada y armada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y con la aprobación del presidente John F. Kennedy, los invasores tenían la misión de crear una cabeza de playa para instalar un gobierno títere, que recibiría en 72 horas el reconocimiento de la Casa Blanca.
El director de planes de la CIA (segundo en la jerarquía de esa organización), Richard Bissell, era el encargado de la estrategia para el derrocamiento del gobierno cubano, heredada de la administración del presidente Dwight D. Eisenhower.
La invasión formaba parte de la operación Pluto, que consistía en una combinación de guerra psicológica y subversión interna, infiltraciones, abastecimientos de armas, explosivos y medios de comunicación.
Desde oficinas ubicadas en Washington se elaboraban campañas de la guerra mediática que se implementaban a través de emisoras de radio, la prensa, la televisión, el cine y la literatura.
El mayor peso de la propaganda recaía sobre Radio Swan, que tenía como objetivo crear caos y confusión en la mente del cubano común. Uno de sus mensajes rezaba: ÂíMadre cubana!, escucha esto: la próxima ley del gobierno será quitarte a tus hijos desde los cinco hasta los dieciocho años.
Se trata de ingredientes y acciones contempladas en lo que actualmente el ejército de Estados Unidos clasifica como guerra no convencional, según una circular de entrenamiento de las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE).
Tal estrategia trata de evitar la participación directa y en gran escala de las tropas estadounidenses, sobre todo en momentos en que la economía de ese país transita por dificultades y tras el alto costo material y humano de las guerras en Iraq y Afganistán.
Para la invasión a Cuba, la brigada mercenaria disponía de armamento pesado con morteros y cañones sin retrocesos, además de cinco tanques M41. También de 14 aviones de transporte y 16 bombarderos B-26.
La flota que amaneció aquel 17 de abril en la Bahía de Cochinos se componía de ocho barcos y siete lanchas de desembarco.
Dos días antes aviones mercenarios bombardearon tres aeropuertos cubanos con la misión, fallida, de destruir en tierra a la naciente Fuerza Aérea Revolucionaria (FAR).
Pero en el propio 17 de abril los pilotos las FAR derribaron siete aviones B-26 enemigos y pusieron fuera de combate a los buques Houston y Río Escondido, que transportaban armamento.
Los invasores lograron adentrarse 10 kilómetros en una zona cenagosa y despoblada, hacia donde el Gobierno Revolucionario encabezado por Fidel Castro comenzó la movilización de efectivos de las Milicias, de la policía y del Ejército Rebelde que aplastaron la agresión el 19 de abril.
Cincuentra y tres años después los cubanos recuerdan a las víctimas de aquella invasión y revalidan su concepción de guerra de todo el pueblo por la cual cada ciudadano tiene su puesto en la defensa de la nación.
Los organismos e instituciones del Estado, el gobierno, las organizaciones de masa, las milicias y las fuerzas armadas están integradas en esta concepción, que se organiza desde los territorios.
Incluye el enfrentamiento a agresiones externas, pero también a intentos de desestabilización como los que buscan las modalidades de la guerra no convencional que Estados Unidos aplica contra Cuba, Venezuela y Ucrania.
Al respecto se conoció recientemente sobre el programa Zunzuneo, financiado por la Agencia de Estados Unidos para la Ayuda Internacional (Usaid) que desarrolló de manera secreta una plataforma de mensajería tipo Twitter para incidir en sectores juveniles de la isla.
El presidente Raúl Castro denunció el pasado primero de enero, en Santiago de Cuba, que «se perciben intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la revolución socialista».
Y añadió: «con ello pretenden, además, inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y pesimismo de cara al futuro, todo ello con el marcado fin de desmantelar desde adentro el socialismo en Cuba».
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