Presiones e intrigas tras bambalinas de factores estadounidenses y sectores oligárquicos para romper unidad latinoamericana y caribeña no han tenido éxito.
Cancilleres de la Celac se reúnen en La Habana previa a II Cumbre
Las negociaciones en Celac han sido amigables
Celac: Coordinadores Nacionales declaran a América Latina y el Caribe como zona de paz
El Presidente venezolano Nicolás Maduro y su homólogo ecuatoriano Rafael Correa se han referido —más o menos directamente— por estos días a los esfuerzos de ciertos sectores en Washington y también entre las oligarquías de la región para tratar de sabotear la celebración en La Habana a finales de enero de 2014 de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), empeño en el que hasta ahora no han tenido ningún éxito.
La incentivación tras bambalinas de cualquier conflicto local entre países al sur del río Bravo no se limita hoy a las naciones con las que los Estados Unidos mantiene algún tipo de diferencias, sino que sus servicios de inteligencia trabajan con el fin de “dinamitar” la estabilidad y gobernabilidad en cualquier estado, siempre que ello lleve a fricciones y conflictos con uno o más de sus vecinos.
En este sentido, pudiera el lector preguntarse: ¿qué utilidad tendrá un artículo publicado recientemente en The Washington Post en el cual se da por sentado la participación de la CIA en la operación punitiva de fuerzas militares colombianas dentro de territorio ecuatoriano hace algún tiempo, y que llevó a la muerte de Raúl Reyes, uno de los jefes principales de las FARC-EP?
La trama es tan burda en un medio oficioso como el citado, donde un espacio por más pequeño que sea está valorado en miles de dólares, que no cabe siquiera otorgarle el beneficio de la duda. Todo indica que alguien —en USA u en otro sitio— pagó por ello. Al parecer calcularon que si Ecuador recogía el guante de la provocación, ello llevaría a destruir las relaciones tan cuidadosamente rehechas entre Bogotá y Quito.
De haber funcionado la trampa, se habría reavivado el conflicto —como por carambola— con Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros países del área, con beneficios netos para el torpedeamiento de la unidad, ya amenazada por diferendos territoriales como el existente entre Bolivia y Chile y el de Colombia con Nicaragua, a lo que podría añadirse el de Panamá con la tierra de Sandino, ahora incentivado por el proyecto nica de construir un súper canal entre los océanos Atlántico y Pacífico que dejará pequeño al existente en el istmo.
Envidias, recelos, intereses encontrados, todo es aprovechado por la colusión entre las fuerzas reaccionarias nativas y los factores de poder en Washington para que fuerzas centrífugas disgregantes se impongan a las centrípetas que tiran en la dirección de los ideales bolivarianos de unión y solidaridad entre nuestros pueblos.
Se trata de múltiples apuestas, como lo fue el apoyo desembozado a la ultraderecha venezolana para las elecciones municipales del 8 de diciembre pasado, cuando trataron de sacar a Maduro del poder al convertir esos comicios locales en un plebiscito sobre la gestión del flamante mandatario. Esto terminó en el rotundo fracaso que todos conocemos, de frustración y descrédito para la reacción nativa y sus tutores norteños.
Ahora los ojos están puestos en Colombia, especialmente en las negociaciones entre Gobierno—FARC-EP en La Habana y las próximas elecciones presidenciales, con sus enrevesadas contradicciones, donde el expresidente Álvaro Uribe, sindicado de tener vínculos con paramilitares y narcos, opera con total desparpajo para serrucharle el piso a su excorreligionario Juan Manuel Santos, que, al menos en principio, obra a favor del entendimiento.
Y en medio de todas esas variables, la urticaria de USA y sus cómplices en la región por el hecho de que sea precisamente Cuba el país que preside la Celac y que sea en La Habana su inminente cumbre, reconociéndole de hecho y de derecho la legitimidad que siempre tuvo y que EE.UU y comparsa —obstinadamente— se han empeñado en desconocer.
Fracaso tras fracaso y pifia tras pifia, han navegado ellos, mientras la patria de Martí, cuya labor al frente del organismo regional ha sido reconocida por no pocos líderes y personalidades del área, avanza segura hacia otro triunfo político contundente que, quieran o no, desbordará los marcos continentales. Será una prueba más del viejo aforismo de que la razón, al final, termina siempre por imponerse.
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