La II Cumbre de la Celac ha tenido y seguirá teniendo un enorme impacto político y diplomático a nivel regional e incluso mundial.
Celac: Cumbre de La Habana deja abiertos caminos de integración
Cuba seguirá trabajando arduamente en CELAC
América Latina y el Caribe, zona de paz
Celac: Declaración de La Habana
Al valorar los resultados generales de la recién finalizada II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que sesionó en la Habana los días 28 y 29 de enero, resulta difícil subestimar el enorme impacto político y diplomático que ha tenido y seguirá teniendo este evento a nivel regional e incluso mundial.
Para Cuba en particular, esta victoria, aunque formalmente no es universal, sí cobra dimensión planetaria, al serle reconocida su legitimidad y autoridad por los demás 32 miembros del grupo, en un mundo complejo y convulso, agitado por infinidad de conflictos, algunos de ellos en apariencia insolubles a no ser mediante el recurso de la fuerza.
La cita habanera de la Celac es altamente significativa y simbólica por muchas razones y factores, pero hay uno que define y resume magistralmente a los otros, y es que concluyó con la llamada Declaración de La Habana, un documento programático y de tesis que guarda relación histórica con las Declaraciones de La Habana de septiembre de 1960 y febrero de 1962.
En realidad, si bien la Primera Declaración es un texto notable emitido por el pueblo de Cuba en asamblea abierta en la Plaza de la Revolución José Martí cuando ya se abatían sobre la isla las agresiones de Washington y sus cómplices de este continente, la Segunda Declaración de La Habana es un documento histórico de alcance excepcional.
Como ha referido el politólogo argentino Atilio Borón —Cubadebate, 4 de febrero del 2012— este “(…) es un texto que aparece luego de dos grandes acontecimientos que marcarían indeleblemente la historia de las relaciones de nuestra América con el imperialismo: la Conferencia de Punta del Este, en donde la Administración Kennedy lanzara la mal nacida y peor fallecida Alianza para el Progreso, y la invasión mercenaria a Playa Girón, orquestada, financiada y promovida por Washington”.
“En la Conferencia de Punta del Este —apunta Borón— se había consumado, como artera moneda de pago ante la ‘generosidad’ del imperio por el obsequio de la Alianza, la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos y, de hecho, su ostracismo regional”. Al decir del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, aquella primera gran derrota del Imperialismo en América redundó en que, a partir de aquel momento, los pueblos de América fueran un poco más libres.
Muerta hace mucho tiempo la A para la P, como satíricamente le llamara un colega criollo por aquel entonces a la malhadada Alianza…, sobrevenidos gobiernos latinoamericanos y caribeños progresistas y reivindicada Cuba ante la OEA —en la que no quiso reingresar—, es su secretario general actual, José M. Insulsa, quien viene como invitado a La Habana para participar en la magna cita del subcontinente, y contrasta que entre los dos países excluidos figure EE.UU., el “excluidor” por excelencia.
Y he aquí que sobreviene otra Declaración de La Habana 52 años después, y que se reúnen en la capital cubana los líderes de la región para reconocer de hecho —también de derecho— las razones de Cuba y que hermanados enuncian la voluntad de continuar transitando por las sendas de unidad e integración trazadas por Simón Bolívar, José Martí y otros próceres americanos hace más de 100 años.
Desde luego que el presente documento hace énfasis en el planteamiento de unidad en la diversidad, y que su letra y espíritu no desconocen las dificultades que existen por delante para llevar con éxito la nave latinoamericana y caribeña al puerto de la integración plena.
No obstante, no duda en respaldar a la hermana República Argentina en su justo reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, en condenar el bloqueo contra Cuba, en apoyar las negociaciones en curso para la paz en Colombia y en solventar la solución de los conflictos por medio de negociaciones entre las partes.
Entre los laureles indiscutibles de esta II Cumbre de la Celac figuran, además, la intensísima actividad diplomática y el espíritu de confraternidad, que propició el encuentro entre el presidente chileno Sebastián Piñera y su homólogo peruano Ollanta Humala para asumir en paz y armonía el reciente fallo del Tribunal Internacional de Apelaciones de La Haya, el cual satisfizo en gran parte las demandas de Lima.
Y en ese ambiente optimista fue una sorpresa agradabilísima la actividad desplegada por el compañero Fidel Castro, quien recibió en su casa a más de una decena de líderes de la región, con quienes compartió impresiones por separado o en grupo, con la satisfacción de ver caminar un proyecto que él y el inolvidable amigo Hugo Chávez Frías —siempre omnipresente— concibieron como herederos legítimos que son de Martí y de Bolívar.
Preciso es apuntar que entre los documentos aprobados en la Cumbre, figuran la declaración de la región como Zona de Paz, texto que fue sancionado con la firma del gobernante cubano, General de Ejército Raúl Castro, presidente pro témpore saliente de la institución, el cual deja sin argumentos la presencia de más de 70 bases militares externas en la región, así como la existencia misma de la llamada IV Flota de los Estados Unidos, arbitrariamente destinada a patrullar sus aguas territoriales.
Para todos ha sido evidente la organización excelente de la Cumbre y el papel excepcional como anfitrión desempeñado por el Presidente cubano, quien se multiplicó prácticamente en todas partes con perfecta amabilidad y cortesía.
Así, resultaron muy interesantes sus pláticas con, el nuevo presidente de Paraguay Horacio Cartes, el mandatario hondureño Juan Orlando Hernández y el colombiano Juan Manuel Santos, el saliente dignatario chileno Sebastián Piñera y la nueva presidenta pro témpore de la Celac, la costarricense Laura Chinchilla, todos de marcada filiación de derecha.
Ejemplares las relaciones con presidentes como la brasileña Dilma Rousseff, y la argentina Cristina Fernández, el venezolano Nicolás Maduro, el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa y el nicaragüense Daniel Ortega.
Los observadores internacionales, algunos no del todo objetivos y otros francamente malintencionados, tuvieron muy pocos motivos de crítica, habida cuenta de la excelente organización desarrollada por los anfitriones, donde todo funcionó como un reloj.
Unos y otros tienen que reconocer que desde la fase preparatoria, pasando por la inauguración del puerto de Mariel, el 27 de enero, la Marcha de las Antorchas en la noche de ese día, la inauguración de la Cumbre el 28 y la clausura este miércoles 29, el evento discurrió como un mecanismo bien engrasado y que sus frutos pueden resultar tan grandes que son imposibles de prever en toda su magnitud en este momento por su significado y potencial alcance. Quiéranlo o no los agoreros del fracaso, este ha sido un triunfo mayúsculo de Cuba.
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