Yamil Medina Ramos, joven pintor autodidacta radicado en Trinidad, ofrece al público yayabero Del polvo vienes, su primera exposición personal.
La historia del arte espirituano no se distingue por un reiterado tratamiento del asunto religioso, si bien la temática emerge ocasionalmente gracias a creadores muy puntuales que asumen el riesgo de reflejar los siempre inasibles misterios de la fe. Tal es el caso de Yamil Medina Ramos, joven pintor autodidacta radicado en Trinidad, que por estos días ofrece al público yayabero Del polvo vienes, su primera exposición personal.
Exhibida en la sede provincial de la Sociedad Cultural José Martí, esta singular muestra recoge 14 piezas con imágenes cristológicas, escenas bíblicas, paisajes campestres y recreaciones costumbristas. La representación de Jesús es el motivo principal del conjunto, abordado con sutil pericia en obras como Campesinos orando (emotiva interpretación del Calvario), Ascensión (donde aparece Jesús subiendo a los cielos en cuerpo y alma por voluntad de Dios) y Yo soy el camino, la verdad y la vida, cuyo título se corresponde con una frase recogida en el Evangelio de San Juan.
No obstante, la pieza de mayor impacto simbólico es Sembrando en tierra fértil, donde aparecen dos laboriosos campesinos regando el lignum crucis o madero de la cruz. De esta forma, el artista recrea la célebre glosa de San Buenaventura de Fidenza, quien, al comparar la cruz con un árbol lleno de ramas y flores, identificó a Cristo como el nuevo Adán e interpretó el instrumento de tortura como una aliteración evangélica del edénico Árbol de la Ciencia y del Bien y del Mal.
Este estrecho vínculo entre la obra de Yamil y la tradición iconográfica católica también emerge en El buen pastor, pieza que, si bien remite a la conocida parábola incluida en el Evangelio de San Lucas, es igualmente deudora de los epítetos cristológicos Pastor de las ovejas del Rey celeste, Pastor de la Iglesia universal difusa en toda la Tierra y Pastor de quienes son salvados, compuestos respectivamente por los santos Clemente de Alejandría, Policarpo de Esmirna y Melitón de Sardes.
Ante todo, Yamil es un artista popular cuyas estilizadas figuras acusan cierta influencia del pintor renacentista Domenikos Theotokopoulos (El Greco) o de los magistrales Cristos ejecutados por el cubano Fidelio Ponce de León. El reiterado tratamiento del espacio rural está justificado por su propia realidad, pues el artista vive y trabaja en el campo. Así, cada pieza se transforma en una metáfora donde praxis religiosa y vida cotidiana se dan la mano.
Por otro lado y desde el punto de vista técnico, llama la atención el empleo de tierra para obtener gamas cromáticas donde priman los sepias y ocres; modus operandi que les imprime un sello distintivo a sus composiciones bidimensionales y esculturadas, estas últimas, igualmente relacionadas con el arte povera o la pintura matérica debido al constante trabajo con volúmenes y texturas que el artista modela sobre la superficie pictórica.
“De las cenizas a las cenizas, del polvo al polvo”, suelen recitar los sacerdotes anglicanos en los oficios funerarios para recordar la irremediable temporalidad de la existencia. Sin embargo, Yamil Medina retoma esta terrible advertencia, que pende sobre el género humano cual espada de Damocles, y la transforma en un canto a la fe católica mediante imágenes que ilustran con notable sencillez y devoción el lado más humano de lo divino.
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