La destilería Paraíso obtiene además un amplio espectro de producciones derivadas de la industria azucarera, todas de gran utilidad en el concierto de la economía nacional.
En una práctica que acumula casi siete décadas de historia, operarios, técnicos y especialistas de la destilería espirituana Paraíso, del grupo AZCUBA, vienen demostrando que al menos en Tuinucú el alcohol se parece más a los hombres y mujeres encargados de fabricarlo que a la materia prima de donde sale o a la tecnología con que se procesa.
Con un equipamiento en constante mutación y a partir de las mieles procedentes de Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey y en algunos momentos hasta de Santiago de Cuba, la destilería espirituana Paraíso obtiene los mejores alcoholes del país y un amplio espectro de producciones derivadas de la industria azucarera, todas de gran utilidad en el concierto de la economía nacional.
En ese inventario se incluyen la levadura crema para alimento animal; bebidas alcohólicas, específicamente toda la gama de Santero —se destina tanto a la red del comercio interior, como al mercado interno en divisa y la exportación— y el gas carbónico para uso industrial y alimentario.
En Tuinucú se precian de tributar sus alcoholes a frentes tan importantes como la biotecnología, la fabricación del emblemático ron Havana Club o la producción de perfumes y jabones en la empresa Suchel, a lo que habría que añadir su empleo tradicional en la industria, la medicina y la cocina doméstica.
«Nuestro alcohol compite a nivel mundial y para mantenernos en el mercado hemos tenido que adecuar la tecnología y sobre todo trabajar muy duro para asegurar la calidad de las producciones», reconoce Delvis Julio Pérez Sánchez, director de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Derivados, perteneciente a la Empresa Azucarera Sancti Spíritus.
ALAMBIQUES EN TUINUCÚ
En las instalaciones de una fábrica de celulosa que se pretendió construir en el feudo de los Rionda, especialistas y técnicos montaron, hacia julio de 1944, los primeros alambiques que a la postre se emplearían para extraer el alcohol contenido en las mieles de la antigua Tuinucú Sugar Company.
El hecho se registra como el primer escalón para establecer una industria de derivados en la zona —se dice que los alcoholes iniciales fueron usados en la Segunda Guerra Mundial—, donde ya desde finales de la anterior centuria se había fundado el ingenio y se obtenían con regularidad mieles y azúcar de caña.
Angelito Vázquez, un cincuentenario del sector azucarero que lleva a punta de lápiz todas las cuentas y la historia de la destilería, comenta que con el tiempo y el favor de las inversiones, aquel empeño, que en sus inicios no fue más que un proyecto artesanal, ha crecido hasta convertirse en una industria diversificada, reconocida hoy como estratégica para la provincia y el país.
Hitos en la progresión tecnológica de la fábrica resultaron la instalación, hacia 1957, de una planta de levadura saccharomyce ensacada; el inicio de la producción de gas carbónico en 1989; el montaje, en 1991, de una base energética independiente (hasta entonces se abastecía de su vecino, el CAI Melanio Hernández); la ampliación, en 1996, de las capacidades de formulación, añejamiento y envasado de ron; la construcción de la planta de tratamiento de agua por ósmosis inversa (2001) y la obtención de alcohol extrafino hace un lustro.
De esos lances —concuerda su director— salió fortalecida la destilería Paraíso, que sobre todo en los últimos tiempos también ha debido hilar muy fino para espantar la fama de contaminadora del medio ambiente, que casi le cae del cielo por su caprichosa ubicación geográfica entre los ríos Zaza y Tuinucú.
UNA ZAFRA DE 300 DÍAS
El pasado 2013 no pudo ser mejor para la destilería Paraíso que, aprovechando los vaivenes de otras industrias de su tipo en el país, superó los 90 mil hectolitros de alcohol, el 55 % de esa cifra destinada a la exportación; alcanzó producciones récords de levadura y gas carbónico para los últimos 23 años y consumó la fabricación de más de 270 mil cajas de ron para la venta nacional.
Tal producción se consiguió sin menoscabo de los más importantes indicadores de consumo, e incluso por concepto de eficiencia en los procesos de fermentación y destilación los principales directivos de la industria han calculado un ahorro ascendente a más de 400 toneladas de miel.
«Aquí los problemas se presentan de ahora para ahora y así tenemos que resolverlos», comenta la ingeniera Aleida Martínez Valdivia, especialista principal de la industria, al evocar el protagonismo del grupo técnico, que según ella, constituye «el alma de la fábrica».
La implementación del sistema de calidad con las normas ISO, la acreditación del laboratorio de ron y de alcohol, y la búsqueda, siempre tentadora, de nuevas formulaciones de la marca Santero, se cuentan entre los proyectos más apremiantes identificados por la entidad para el año que recién comienza, intenciones que deberán convivir con el día a día de una zafra larga y complicada que en Tuinucú, religiosamente, empata al menos 300 jornadas.
Con solo mirar las aguas de ambos rios se conoce los efectos de esta industria y el central dobre el medio,otro gran contaminante es la fabrica de cemeno de Siguaney,pregunte a los habitantes del poblado