La noticia impactante de que Cuba y Estados Unidos regularizan sus relaciones y el regreso a la Patria de Gerardo, Ramón y Antonio abren un diapasón de perspectivas
Como acontecimiento del año y de lo que va de siglo han reconocido analistas políticos el anuncio simultáneo en La Habana y Washington, hecho este miércoles por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, acerca del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos y el intercambio de prisioneros.
Casi no quedó organismo internacional alguno, ni personalidad destacada que no expresase su positiva sorpresa y sus parabienes ante un suceso que ha regocijado a la inmensa mayoría de las personas en el mundo, desde estadistas, hasta científicos, artistas, trabajadores y amas de casa. Ha sido una noticia de impacto descomunal que eclipsó a otras, que acaparó los principales noticieros y portadas de publicaciones en el planeta.
Y no es para menos, pues, de un plumazo se dio un salto de magnitud galáctica en las tratativas internacionales en esta parte del globo, en un conflicto de más de medio siglo que empezó enfrentando a un pequeño país de menos de 7 millones de habitantes —en 1960—, con una superpotencia económica, política y militar de más de 200 millones, y que acabó por emponzoñar las relaciones de esa nación gigante con sus vecinos del centro y el sur del continente.
En otras palabras: aislando y cercando a Cuba, Washington terminó por aislarse y bloquearse a sí mismo, y hacerse objeto del repudio de la comunidad mundial y de las mayores derrotas en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, cuando, como se hizo costumbre, en la Asamblea General se discute cada año la moción cubana contra el bloqueo.
No en balde, al conocerse que el Presidente estadounidense Barack Obama reconocía el fracaso de la política anticubana de Estados Unidos —llevada a la práctica a lo largo de 50 años—, algunos observadores lo compararon con la caída del Muro de Berlín, pero al revés, por cuanto no eran los Estados Unidos y Occidente quienes salían victoriosos en esa Guerra Fría, sino que el país Goliath había tenido que admitir su derrota y aceptar al pequeño David socialista con sus virtudes y defectos.
En lo que a Cuba toca, el anuncio divulgado por los medios en la mañana de este miércoles 17 de diciembre, de que a mediodía el Presidente Raúl Castro se dirigiría al pueblo en una alocución referida al tema de las relaciones con los Estados Unidos, y que a la misma hora su homólogo Barack Obama haría lo mismo en Washington, suscitó un interés inusitado.
Y esa expectativa no hizo más que acrecentarse cuando se conoció un tweet de René González en el que daba cuenta de la liberación de sus hermanos Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar y Antonio Guerrero Rodríguez, los tres miembros del grupo de los Cinco Héroes antiterroristas cubanos que aún guardaban prisión en cárceles del imperio.
La emoción llegó a su cénit cuando, rayando las doce meridiano, el Presidente Raúl Castro vistiendo su uniforme de General de Ejército compareció ante cámaras y micrófonos para informar de los trascendentales acuerdos convenidos por Cuba y Estados Unidos, acerca del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países y el intercambio de presos.
En ese instante histórico y de forma prácticamente involuntaria, algunos recordaron el estrechón de manos intercambiado en la urbe sudafricana de Johannesburgo con Obama, durante las exequias del líder Nelson Mandela, gesto al que algunos atribuyeron entonces una motivación solo protocolar.
Lo cierto es que a esta decisión paradigmática se llegó luego de recorrer un arduo camino de contactos previos de las partes por medio de los buenos oficios del Papa Francisco, que actuó como mediador, y de Canadá, que ofreció su territorio para que se reunieran las delegaciones de alto nivel de ambos gobiernos.
Si gratificante debe haber sido para el Sumo Pontífice de nacionalidad argentina —y por tanto, latinoamericana— esta buena nueva el mismo día de su cumpleaños, no menor simbolismo entraña el que ocurriera cuando se cumplían 184 años de la partida física del Libertador Simón Bolívar, allá en San Pedro Alejandrino, Santa Marta, hoy República de Colombia.
La meditada y sintética exposición del Presidente cubano, en la que cada palabra tiene un peso y una significación exacta, da cuenta de los pasos seguidos por las partes en esta negociación y hace énfasis en que se logró sin que Cuba renunciara a uno solo de sus principios.
Esta nota oficial reconoce también la política seguida por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, acerca de la posibilidad y el deseo de llegar a convivir pacíficamente con los Estados Unidos en un plano de igualdad y respeto mutuos, así como la seguridad del Comandante en Jefe de que los Cinco volverían, tal cual expresó en junio del 2001. Dijo igualmente Raúl: “Esta decisión del Presidente Obama merece el respeto y reconocimiento de nuestro pueblo”.
Asimismo, el Presidente cubano reconoció la existencia de dificultades y puntos de vista diferentes en torno a un grupo de cuestiones, llamó a su contraparte a eliminar el bloqueo y le propuso “adoptar medidas para mejorar el clima bilateral y avanzar hacia la normalización de los vínculos entre nuestros países, basados en los principios del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas”.
Obama, por su parte, anunció cambios en la política estadounidense hacia Cuba, que incluyen el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el levantamiento de la prohibición de viajes de los norteamericanos a la isla caribeña. Y, aunque —de facto y de jure— el bloqueo se mantiene, aclaró que su administración acogerá con beneplácito una acción del Congreso para relajar o levantar esas acciones unilaterales.
También reconoció explícitamente el fracaso de la política estadounidense hacia la isla mantenida a lo largo de más de 50 años por 11 sucesivas administraciones, y estimó que esta “no conviene a los intereses de Estados Unidos ni del pueblo cubano”.
Entre los frutos principales de la decisión anunciada por el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos figura su referencia a que dio instrucciones a su secretario de Estado, John Kerry, para que inicie contactos directos con el Minrex cubano para un eventual restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas en las respectivas capitales.
Junto con ello, el mandatario dijo que le había orientado a Kerry evaluar la posibilidad de eliminar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, lo que significa que al fin reconoce Washington lo impropio, disparatado y arbitrario de tener a nuestra patria en tal relación.
Todo este cúmulo de decisiones anunciadas de forma simultánea por La Habana y Washington a mediodía del miércoles traerá necesariamente aparejado nuevas e importantes informaciones sobre los pasos que sigan dando ambos países en la prosecución por la ruta del acercamiento emprendido.
Como ha propuesto La Habana en distintas ocasiones, la colaboración en temas como la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, las enfermedades, la protección del medio ambiente y el enfrentamiento a los desastres naturales, entre otros, pueden figurar en la agenda común, a desarrollar en un futuro próximo.
Entretanto, a la vez que se debe reconocer que Obama se ha calzado pantalones largos al adoptar estas medidas racionales haciendo valer sus prerrogativas de Jefe de Estado, no hay que cerrar los ojos ante la realidad de que ya le atacan los buitres políticos de la oposición más acérrima en el Congreso, empezando por el cubano-americano Marcos Rubio y el líder de la bancada republicana, John Boehner, quienes han prometido enfrentarlas.
De momento, la suerte está echada: el Presidente Obama ha adoptado quizá la decisión más trascendente de su carrera política y la más conveniente para su país en el contexto de un hemisferio que, cada vez más ardorosamente, quiebra lanzas por Cuba.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.