Santiago García Sánchez, destacado productor integral de la CCS taguasquense Antonio Riverol, revela los secretos de sus altas producciones.
Quien lo ve no supone tanto dinamismo. De apariencia tímida y vestimenta pulcra, Santiago García Sánchez puede pasar fácilmente por un abuelo venerable que ocupa sus días en la placidez del hogar, sin contratiempos que lo desvelen ni mucho menos un sol que haga arder su piel de labrador.
Pero Santiago no es lo que parece. Solo cuando se cala su sombrero y comienza a develar el avemaría de sus días, empieza a ser el hombre de campo que le pone ritmo lo mismo al sembradío de tabaco que a los toros en cuya ceba se afana.
“Ese productor integral que usted ve ahí entregó el año pasado 400 quintales de tabaco y este año ya supera los 300”, había anunciado el presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios Antonio Riverol, bajo cuyo manto Santiago trabaja. Él, sin embargo, pocas veces habla de números o porcentajes: se limita a describir su rutina, que va matizando con frases sabias tras las cuales se palpa toda una filosofía sobre cómo hacer parir la tierra o conseguir el crecimiento del ganado.
En sus nueve aposentos bien techados las hojas de tabaco respiran a sus anchas. Cuentan que su productividad crece por días, al punto de tener “cansadas” las áreas y necesitar otras donde ubicar nuevos retoños. Para entablar un diálogo con él basta una interrogante o una frase como pie forzado. Entonces abre el cofre de secretos y los va desgranando sin recelos.
“Lo primero es tener una familia unida, trabajar en conjunto, ponerse a hacer las cosas sin andar hablando mucho. Tengo tres planes de leche, ya que somos mis hijos y yo. Además de tabaco y gana’o cosechamos frijoles, maíz, garbanzo, viandas…lo que se dé en la tierra.
“¡Ay, hija!, yo nací allí… tengo 63 años. Finca Nueva le decimos nosotros. Me levanto a las cuatro de la mañana, busco las vacas pa’ ordeñarlas y entrego a la industria entre 70 y 90 litros de leche.
“¿Pa’ las bodegas? No. Le estuve entregando al Hogar Materno tres años seguidos, sin fallar ni un día. Cuando yo no podía venir lo hacía uno de mis hijos. Hay que cumplir llueva, truene o relampaguée.
“¿Que si protestan por eso los muchachos? No, los hijos míos son vanguardias. Se llaman Yoleisy, Yoimar y Yordany. Tengo además esposa y nueras. La que no va al campo tiene que cocinar. Sí, porque el trabajo de la mujer no es superado por nadie, ni por el campo. ¡Seguro! Mire si no: cuando llueve y yo no tengo na’ que hacer, me acuesto, y ella tiene que seguir cocinando. Claro, no soy de los que se acuestan mucho.
“Este año he entrega’o garbanzo, frijoles, chopo…; también curé una pila de quintales de tabaco en palo el año pasado, pero lo más difícil es el gana’ o. Ya no llueve como antes, pero el gana’ o no pasa hambre; come caña y kingrás. Tengo agua pa’ los animales, pero hay que vivir mirando pa’l cielo.
“A mí lo que más me gusta es el tabaco, porque lo conozco desde que nací. Yo creo que con verme al la’ o, ya crece. La mujer mía tiene una ceba de toros y el hijo mayor, igual. Como le dije ahorita, somos una familia unida. Una mujer no va a ir a fajarse con un toro, ni a enlazarlo; realmente la tierra es de ella, les da vuelta a los animales y eso. ¡Qué va! no se dejan pasar la mano. De mí sí.
“Yo tengo alrededor de 2 caballerías y media. Allá se da de to’. Sí, cómo no, es cierto eso de que los cultivos hay que tocarlos de forma permanente. Igual que el tabaco. El tabaco con que tú digas: hoy no me voy a meter adentro, al otro día se le ve. Yo no sé qué tiene que hay que meterse adentro de él a diario. Es un secreto que no puedo explicar”.
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