A un lado de Pitajones y atendida por manos jóvenes germina la única finca integral de este tipo en el Plan Turquino trinitario.
Enclavada en un valle bordeado por el río Unimazo, afluente del Caracusey, y prominentes lomas que rondan los límites montañosos entre Trinidad y Fomento, se asienta la finca integral de frutales perteneciente al Plan Turquino del sureño municipio, un proyecto dirigido al aporte alimentario y también al rescate de especies típicas de esos parajes, muchas de las cuales apenas existen o atraviesan el peligro de la extinción.
La finca Unimazo, adscrita a la Empresa Agropecuaria Trinidad, forma parte de la respuesta espirituana a la indicación de la dirección del país de fomentar esos espacios en la montaña, posee un área de unas 17 hectáreas, dividida en 10 parcelas, tres de ellas principales, y transita actualmente por su segundo año de acondicionamiento.
Para el 2015 se planifican las primeras descargas de mango, uno de los cultivos líderes junto al mamey y el aguacate, a la vez que con la piña y la guayaba se completa el quinteto de los renglones más importantes en el horizonte productivo.
El proyecto toma como patrón la finca El Nicho, en Cumanayagua, Cienfuegos; sitio de referencia nacional en cuanto a su estructuración, cantidad de plantaciones y especies adaptables a las zonas serranas.
CAMINA LA SIEMBRA
“Este pedacito de valle es como un oasis en medio de la cordillera”, afirma Jorge Domínguez, jefe de la finca, al resumir en pocas palabras las bondades naturales del lugar, otrora huerto escolar de la secundaria Conrado Benítez, desde donde salía, al decir de los lugareños, mucha comida para los estudiantes y pobladores de la zona.
“Cuando surgió la idea, primero con el perfil de los cultivos varios, esto estaba casi perdido, con marabú y hubo que trabajar fuerte; empezamos dos y actualmente contamos con cuatro obreros y un boyero contratado”, refiere Jorge Domínguez.
Al cierre de junio la finca reportaba la siembra de 11 especies y el escalonamiento de la plantación concibe reunir al término de agosto 62 tipos de frutales, muchos en pequeña proporción, a razón de 8, 10 o 15 matas, porque en esos casos no se persigue un fin productivo, sino rescatar las plantas casi desaparecidas.
Una vez establecidas dichas plantaciones —entre ellas mamey amarillo, canistel, zapote, caimito y grosella—, el programa de trabajo incluye crear un vivero con la finalidad de entregar posturas para extender las especies al resto de la serranía.
JÓVENES EN LA AGRICULTURA
Hay que cruzar el río Unimazo —por un puente averiado por las crecidas a punto de colapsar— y caminar hasta el fondo de la finca para conversar con los jóvenes obreros que, a machete y guataca, empujan el proyecto, en jornadas donde los horarios quedan a merced de los apremios agrícolas.
“No hay trabajo fácil en el campo”, resume Luis Adrián Zerquera, hasta hace poco trabajador social y que ahora en cada día de chapea saca cuatro cordeles y medio; “esa cifra es brava”, expresa.
“Los machetes no nos acompañan, trabajamos casi con cuchillos, porque esta actividad lleva un machete de 21 pulgadas y el que tenemos es de 11, lo cual nos obliga a un esfuerzo doble”, expone Georvany Reina Tomé, un cabaiguanense que encontró en Pitajones amor y empleo.
“Si algo me asusta del campo es la guataquea, es dura; quien viera esta finca hace un año y la mira ahora puede imaginarse el trabajo realizado contra el marabú, la picapica, las avispas…”, afirma Georvany Reina.
Pese al despegue de la finca integral de frutales y la estabilidad de su joven fuerza, otras preocupaciones rondan al colectivo: disponer de la electricidad y un sistema de riego mayor —ambos propósitos contemplados en el proyecto— a fin de sacarle mejor provecho a la irrigación desde el río y así no tener que pasar por los apuros de regar a mano las matas para salvarlas en tiempos de sequía.
“Pero la mayor limitante la tenemos en el alambre de púa para completar la cerca, porque en las áreas campesinas adyacentes existe la ganadería y nos pasan animales para la finca; por ejemplo, el año pasado partieron 57 matas de mango y aguacate, hubo que reponerlas; eso, además de provocar pérdidas, atrasa la producción”, manifiesta Jorge Domínguez.
Aunque el cronograma para el total establecimiento del proyecto abarca cinco años, lo hecho hasta el presente bien merece que se fortalezcan el respaldo y la atención a un escenario agrícola en pleno desarrollo, el cual, más allá de las potencialidades productivas estimadas en niveles superiores a las 1 000 toneladas de frutas, tiene dos grandes recursos: el suelo y un puñado de jóvenes a los que en Pitajones tildan de “locos”, porque trabajan por las tardes y no pocas veces han salido de Unimazo horas después de la puesta del sol.
Si los periodsitas obtuvieron los datos bien y la finca es una FINQUITA, pues 17 Ha no llega a Caballeria y media, asi que ahi no garantizaremos mucha fruta para los montanenses y menos para los del llano, caramba la Empresa de Banao esta perdida en yerbas y marabu, al igual que toda la zona de la Guira, dejemos el ufemismo a un lado, seamos concretos, que con 4 matas de guayaba y frutabomba no le garantizamos frutas ni a un Circulo infantil de Caracusey