El público puede disfrutar de composiciones abstractas en pequeño formato en la Galería espirituana de la Uneac.
Con una buena dosis de manipulación fotográfica, el cubano residente en España Miguel Mastrapa Cruz (Las Tunas, 1966) logra composiciones abstractas en pequeño formato que ahora puede disfrutar el público en la Galería Fayad Jamís de la Uneac. Se trata de 24 instantáneas muy bien montadas y con un trabajo museográfico impecable.
Una de las cualidades del artista descansa en el misterio de la imagen que desborda la referencia inmediata del realismo gracias al hábil manejo de luces y sombras. A esa cualidad se une la dialógica establecida entre los distintos elementos formales que la integran a través de las texturas, los contrastes y los volúmenes, porque hay todo un rejuego compositivo que permite al espectador deleitarse con las propuestas desde una actitud de serialidad más propia del grabado.
Mastrapa se ha apertrechado de las experiencias acumuladas del arte universal para crear. En algunas obras se aprecia el guiño malicioso del op-art (arte óptico); en otras, de las enseñanzas del suprematismo del pintor ruso Kazimir Malévich (1878-1935). A ello se añaden las posibilidades técnicas que ofrece la manipulación digital, la cual brinda infinitas combinaciones.
El conjunto de su obra podría ubicarse entonces dentro de la abstracción geométrica, según la nomenclatura en uso, pero lo interesante de su producción no es tanto ubicarla en determinada tendencia. Hay en él una voluntad de escudriñar en los entresijos de la realidad formas novedosas de encontrar lo inusitado, de sorprender con sus estudios las posibilidades que le brinda la objetivación de figuras, planos, luces y sombras llevadas a un rango de total protagonismo.
Con ojo minimalista, este artista reformula a través de la creación viejas polémicas acerca del concepto de lo abstracto. ¿Es un modo de evadir la esfera de lo concreto sensible? ¿O, por el contrario, hay zonas abstractas tomadas de la realidad que al magnificarse crean nuevas imágenes inéditas para aquellas pupilas no adiestradas? En definitiva, allí están en exhibición sus propuestas para corroborar ambos asertos.
Porque, en su caso, no se puede ser del todo absoluto. Hay obras que parten de la pura capacidad imaginativa del artista. En esta otra vertiente se aprecia un hábil oficio de manipulación visual cuando se apela a la intensidad del azul, el rojo o cualquier otra gama de colores planos atrapada en una madeja de líneas texturadas enfrentadas entre sí. Resulta un modo personal de expresar la dialéctica de los contrarios.
De lo que se trata es de mostrar las posibilidades que ofrece el encuentro fortuito de las áreas de colores y el trazado intuitivo de las líneas que como en un entramado celular buscan las imágenes más inusuales al ojo humano.
Pero hay más: la capacidad que posee el artista de sugerir composiciones que se sumergen en lo otro, diferente, pero tan cercano a nuestra época de descubrimientos en la esfera científica. ¿No estaremos en presencia de un nuevo mundo develado por la sensibilidad de este creador de un cosmos particular? Observando cada una de sus obras el espectador podrá convertirse en constructor de imaginarios según su propia sensibilidad y experiencia estética.
Graduado de la academia cubana de San Alejandro y con exposiciones personales en la isla y el extranjero, Miguel Mastrapa Cruz virtualmente atrapa a aquellos que se aventuren en sumergirse en su única obra, multiplicada por piezas que, cual puzle, revelan el rostro inquieto de un artista dispuesto a obsequiarnos una nueva realidad construida a golpe de ingenio y sensibilidad visual.
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