Con casi 20 años de existencia, la Estación de Monitoreo Costero del Parque Nacional Caguanes, única de su tipo en la provincia, mucho ha contribuido a la evolución favorable de esa área
Todavía asustadiza, la pareja de grullas cubanas se contonea sobre el pasto de la Ciénaga de la Guayabera. Mientras, gaviotas galleguito revolotean confiadas y de vez en cuando descienden en picada para atrapar algunos peces sobre la playa Vitoria, a la vera de los chicos que corretean por la arena. A unas horas de navegación, aquel arbusto, frágil y solitario, inclina su follaje casi anacrónico en la dirección de los vientos marinos que le azotan, justo en el extremo de uno de los cayos de piedra en el corazón mismo de la Bahía de Buenavista.
Bien cerca, las patas delgadísimas de los flamencos rosados caminan con fineza y sus picos curvos rebuscan por los fondos marinos ahora mucho más nítidos, hasta que la bandada vanidosa levanta vuelo hacia el sol. Uno de sus rayos atraviesa las filigranas que transparentan las singulares cuevas de la región, donde los murciélagos reposan a sus anchas la siesta del mediodía. Apenas unas pocas fotografías de otra realidad: los nuevos paisajes de la Bahía de Buenavista.
El obturador de la cámara se dispara entonces sobre una de las autoras anónimas de la imagen: la Estación de Monitoreo Costero del Parque Nacional Caguanes, única de su tipo en la provincia, que en sus casi dos décadas de existencia mucho ha entregado para recuperar estos horizontes.
LA GÉNESIS
Las pequeñas oficinas surgieron en 1995, como parte del Proyecto GEF-PNUD Sabana-Camagüey, que concluyó en el 2013, para inventariar y proteger los ecosistemas costeros de ese archipiélago, donde se ubica la Bahía de Buenavista, declarada como Reserva de la Biosfera por la Unesco y con sus humedales considerados Sitios Ramsar (de importancia internacional) desde el año 2000.
“Nuestro objetivo es el monitoreo y la investigación de los ecosistemas costeros: las playas, los pastos marinos o seibadales, comunidades de aves marinas y costeras como gaviotas, pelícanos, garzas, la grulla cubana, el catey, flamenco caribeño, algunas especies de murciélagos; además de elementos de la flora como el manglar y los bosques semiduros”, detalla Elier Sánchez, especialista principal de la estación.
En la oficina, que cuenta con decenas de puntos de monitoreo, laboran alrededor de 40 trabajadores, incluidos técnicos y expertos de diversas especialidades y 10 guardaparques, todos los cuales mantienen una activa cobertura en las más de 20 000 hectáreas ocupadas por el parque.
Durante todos estos años, aquí han realizado múltiples investigaciones de los ecosistemas costeros, como las cuevas, cavernas y lagunas; y se materializan diversos manejos para contribuir a recuperar especies vulnerables.
“Trabajamos con los nidos artificiales para el catey, una especie endémica amenazada de extinción; comenzamos recientemente a plantar un vivero de palma jata —refugio exclusivo del murciélago de la jata—, para poder sembrar porque utilizaban indiscriminadamente sus fibras en cepillos y otros artículos. También hemos hecho capturas de mangostas, perros y gatos jíbaros ya que se comen o desplazan especies endémicas. En cuanto a las plantas, cortamos casuarinas, marabú y otras que afectan la flora natural”, argumenta Elier.
FRUTOS Y DEUDAS
Perteneciente al Centro de Servicios Ambientales, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), la Estación de Monitoreo dispone de un limitado presupuesto, pero durante mucho tiempo se auxilió del financiamiento del Proyecto GEF-PNUD Sabana-Camagüey y de otras instituciones y organizaciones como la Unesco, el fondo canadiense para las iniciativas locales y el fondo de la región de Marche, de Italia, entre otros.
A pesar de las limitaciones, el personal de la oficina ha contribuido considerablemente a la evolución favorable de este valioso entorno: “Han disminuido las actividades vandálicas, aquí se pescaba, se cazaba, cortaban los manglares para leña y la madera para construir. Hoy todavía existen algunas manifestaciones puntuales, pero mucho menos. Hemos hecho bastante educación ambiental, participamos en operativos conjuntos con Guardafronteras y otros organismos, realizamos trabajo profiláctico con los finqueros que colindan con el parque para evitar los agroquímicos, entre muchas otras acciones”, enumera el especialista.
Dentro de las deudas pendientes con este singular medio, especialistas y técnicos de la oficina consideran la presencia incontrolada de los búfalos, la especie introducida más grande y peligrosa del parque. Hoy se calcula una población de más de 500 ejemplares en los terrenos cenagosos e incluso se han reportado algunos ataques a los campesinos, lo cual entorpece la labor del personal de la oficina, quienes ven limitadas sus posibilidades de acceso a esas áreas.
Aunque todavía mucho trillo queda por andar en su eterna cruzada a favor de la naturaleza, la Estación de Monitoreo Costero del Parque Nacional Caguanes ya se merece en buena lid el reconocimiento de todos como un centinela imprescindible en la zona norte.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.