La galería de arte de la Uneac expone por estos días un peculiar catálogo de artistas ingenuos
El arte naif, ingenuo, primitivo o cualquier otra denominación conocida ha servido para deslindar el arte atemporal dominado por lo intuitivo y espontáneo de aquel otro que ha registrado la historia del arte universal en su permanente proceso evolutivo. Son dos modos de hacer paralelos en el tiempo.
Los artistas naif crean con códigos de la pintura infantil, ignoran toda referencia profesional, viven a través de sus fabulaciones íntimas. Diríase que conforman un grupo especial que ha modelado su propio estilo personal aunque en la generalidad de los casos se definen por las preferencias de los colores cálidos, cierta tendencia al hórror vacui que deriva en acumulación barroca, la preponderancia por la línea y un inusitado tratamiento de la figura humana o animal que linda con la deformación.
En la exposición colectiva Fabulaciones, inaugurada en la sede de la Uneac, se puede apreciar el arte de 16 autores naif de la provincia provenientes de las localidades de Sancti Spíritus, Trinidad y Fomento en cuyas obras se aprecian los rasgos antes mencionados. Son creadores de diferentes generaciones, algunos ya fallecidos, quienes han venido alimentando nuestro acervo tan rico en propuestas plásticas de diversas tendencias y presupuestos ideoestéticos.
Por vez primera aparece una selección antológica que tiene como antecedente la labor de distintos especialistas, como Paula Betancourt e Ibraín Pilar, quienes también han trabajado por revelar las virtudes de esta tendencia.
En la muestra, el público tiene la posibilidad de evaluar un abanico de posibilidades expresivas que abarca desde el paisaje urbano o rural, la incorporación del imaginario popular, las tradiciones y el culto al entorno inmediato visto desde las técnicas que brinda la pintura, el dibujo, el relieve en madera y la escultura.
En la muestra figuran las pinturas de Benito Ortiz, Juan Rodríguez Paz (El Monje), Margarita Porcegué, Elio Vilva, Erasmo Rameau, William Saroza, Armando Portieles (Caracusey), Eduardo Cornelio, Abel Pérez, Servanda Peña, Pablo Dalmau, Aurelia Beltrán (Llella) y Mercedes González. A ellos se unen las esculturas de Benita Martín y Luis Valdés, así como el grabado de Armanel Vera.
Los iniciadores del movimiento en la provincia en la década del 60 fueron el trinitario Benito Ortiz y el espirituano El Monje. El primero se define por captar generalmente con realismo ingenuo su ciudad natal saturada de una rica historia arquitectónica; el segundo busca en el imaginario popular sus temas permeados de tintes y morfologías expresionistas.
La Porcegué refleja la vida doméstica que conoció desde muy joven, cuando hacía labores de sirvienta en casa pudiente o su entorno femenino más inmediato. Vilva, a su vez, construye, con la experiencia personal que le ofrece la santería, todo un mundo de orishas que entremezcla con elementos de la masonería, el espiritismo y cultos esotéricos cercanos a él.
Las obras de Rameau son de múltiples temáticas y técnicas. Las hay de carácter culterano, como la que se exhibe, referidas a Las Meninas, de Velázquez, u otras que recogen diferentes espacios públicos de la antigua villa espirituana como si fuera un cronista social. Desde una perspectiva campestre Saroza se define por exquisitos dibujos que reflejan la magia trinitaria con sus diversos personajes y ambientes de dinámica popular.
En una línea de trabajo similar se registran Caracusey, Cornelio y Abel Pérez, quienes desde sus particulares modos de decir ahondan en los paisajes rurales cargados de mitos y leyendas o, simplemente, en aquellas acciones de origen cotidiano que las enaltecen.
El trío de mujeres que integran Peña, Llella y González hurgan en su conciencia femenina para abordar temáticas que les son inherentes. Se definen por plasmar la ingravidez de sus personajes con tonos tiernos, risueños o placenteros. De la Martín baste decir que ninguna otra artista la superó en los menesteres de la escultura blanda elaborada con estropajo, que muestra significativa fuerza expresiva.
Y cierran la nómina de propuestas estéticas modélicas dentro del discurso naif espirituano las dos esculturas de hierro de Valdés, elaboradas con elementos sustraídos de la mecánica, y la madera tallada de Vera, quien recoge el ambiente campestre de su tierra natal. Todos ellos constituyen la nómina de los fabuladores de sueños.
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