Después de tantas sorpresas y sobresaltos, la Copa Mundial de Fútbol terminó por enderezarse en medio de un tormento de carreras a galope, extenuación física y mil interrogantes.
Como si ya no le bastara a este Mundial la etiqueta de ser considerado el mejor, o al menos uno de los más emotivos, los cuartos de final dejaron con vida a cuatro de los grandes equipos del universo y anuncia una cruzada a muerte, así mismo como se han vivido estos días de fútbol duro
Los grandes siempre lo son y cuando el balón amenaza con seguir de largo, aparece el aura que llevan en la sangre y terminan por poner las cosas en su lugar. Tres que ya han bebido los sorbos del triunfo: Brasil, Alemania y Argentina y otro que se ha quedado a punto de hacerlo más de una vez -Holanda-, irán a animar las semis en busca de los dos boletos “mas codiciados”
Es como para lamerse los dedos después de un cierre de cuartos, otra vez, dramáticos donde una Holanda tuvo que sudar 120 minutos sin goles, por cuenta de Costa Rica, otra vez Costa Rica, que obligó a la decisión en penales.
Duele la derrota, como derrota al fin que es, mucho más cuando saca de escena a un portero de la categoría de Keylor Navas. Pero los ticos pueden irse con la frente levantada luego de convertirse en la revelación de una Copa a la cual le puso sazón cuando pateó a gigantes europeos y se plantó resistente a los “tanques” holandeses para cerrar una actuación de lujo e inédita.
Por esa misma puerta salió Colombia, que anegó al Maracaná en lágrimas tal vez por la “mala suerte” de cruzarse con un Brasil tocado con el embrujo del coloso y de paso privar al mundo de deleitarse con su crack de 22 años James Rodríguez, luego de lucir un fútbol de altura con un desempeño sin antecedentes.
Si los cuatro semifinalistas juegan sin reservas, y deberán hacerlo por los dictados del vida o muerte, los duelos de martes y miércoles deben ser una cena suculenta servida en caliente, al borde de los termómetros que obligan de vez en vez un refrescón en medio del partido
Mejor de lo que el morbo mediático exigiría. Las dos “veddette” de América vs dos potencias europeas. Frente a frente. Ojo por ojo.
O es una maldición de los dioses o la imprudencia de este Mundial de patadas, zancadillas y roces de fieras, pero los de la casa continental llegan con “uno de menos”
De donde no ha sacado hasta hoy, tendrá que buscar el pentacampéon para enfrentar a unos teutones, que deben tener más que lo mostrado ante Francia en un juego sin pasión. La lesión que sacó a su astro Neymar del Mundial y la ausencia por acumulación de tarjetas amarillas de su capitán Thiago Silva, tiene a Brasil hincado de rodillas ante el Cristo de Corcovado para que la genialidad de su estrella emergente David Luiz hale del carro y deje con respiración a la torcida de más de 198 millones 200 mil seguidores, que no ha podido sacudirse de su “neymardependencia”.
En el otro extremo de los Andes, Argentina tendrá, campo y medio delante a un Holanda, que aunque se debe una Copa, sabe avanzar con facilidad, colgada del brazo de una delantera feroz, que si no resuelve a balonazos “oficiales”, fustiga a brazuca parada en un concierto de penales.
Los del tango andan preocupados por su Di María fuera de la fiesta y a la espera de que el apagón de Messi ante Bélgica no sea la fatiga de los miles de kilómetros corridos por la Pulga previo a Brasil.
Puede haber cruce entre continentes o encuentro entre fronterizos. Todo lo que se sabe es que será un duelo de revanchas. El del martes la de una Alemania que se siente en los huesos la final de Corea-Japón 2002 cuando la verde-amarela les dejó tendidos y el del miércoles, la de unos naranjas que en 1978 vieron escapar la Copa, abrazada por Argentina en casa.
A esta altura, los millones que habitan hacia al fondo sur del planeta, piden un plato más exquisito para el próximo domingo a base de ”feijoada” y “asado”. Yo también
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