La fundación de Escambray desde la mirada de Pedro Rodríguez Díaz (Moño), integrante de la dirección política de la provincia en aquel entonces.
Atrevimiento. Gracias a este, salió la primera edición de nuestra publicación a los ya casi difuntos estanquillos de prensa. Humildad. Gracias a esta, los lectores se asombraron de tener entre sus manos aquel periódico en cuyo cabezal se leía: Escambray.
Por fortuna, nuestros padres fundadores desoyeron consejos. “Al principio, no salgan todos los días. Háganlo poco a poco; no se vuelvan locos”, alertaba la entonces dirección del diario Vanguardia. Para algunos, otro desatino se gestaba: una enfermera llevaría las riendas del colectivo, la querida Fe Dora Fundora. Lamentablemente, la ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia, escribiría el maestro Allan Poe.
A partir del 4 de enero de 1979, Escambray empezó a formar parte del día a día de los espirituanos, en una comunión que ha llegado hasta hoy; aunque desde hace más de 15 años con frecuencia semanal por el alto valor de los insumos, esencialmente, del papel.
Mas, el periódico nació bajo la apacible época de bonanza económica, y cuando Sancti Spíritus intentaba, como territorio, desprenderse del “coloniaje” santaclareño. Por esas tierras desanduvo Pedro Rodríguez Díaz (Moño), quien dirigía la esfera Ideológica del Partido en la región de Caibarién, función que desempeñaría en el Buró Ejecutivo del Comité Provincial al constituirse este en julio de 1976.
“La idea de fundar el periódico surge prácticamente desde que se creó la provincia de Sancti Spíritus en 1975 a partir de la División Político-Administrativa. Joaquín Bernal —en ese tiempo primer secretario del Partido aquí— fue su principal inspirador; tenía el criterio de que la provincia sin periódico no era provincia”, rememora quien fuera también otro de los protagonistas de aquel acontecimiento no solo editorial, sino cultural.
¿Cómo entender la decisión de poner a una enfermera como directora de un periódico?
Sabíamos que era un riesgo, pero no dudamos en hacerlo. A Fe Dora se le llamó al Partido; yo estuve en ese contacto. Allí se le planteó la tarea, que cumplió con creces, sin saber nada de periódico ni de prensa. Ella desempeñó un papel aglutinador inicial muy bueno desde la preparación hasta el surgimiento del periódico (encabezó el colectivo entre noviembre de 1977 y 1980).
¿Acaso los colegas del periódico Vanguardia no vieron como una traición la fundación de Escambray?
No, no pienso que la vieran como una traición; Sancti Spíritus era una provincia hermana. Ellos apoyaron la idea siempre. Incluso, cada vez que la rotativa se rompía, el periódico se iba a tirar allá; la de aquí era una rotativa obsoleta.
A la hora de hablar del surgimiento del diario algunos olvidan la parte tecnológica.
Eso es un error. Para la salida de Escambray fue decisivo el papel de personas como Juan Ruch, que buscó piezas por casi todo el país. Se trajo una rotativa prácticamente inservible, y hubo que armarla poco a poco. Muchas piezas se hicieron en el territorio con el apoyo de varios organismos y empresas. Vino una brigada que mandó el Comité Central para armar aquella rotativa en el taller.
A la par de eso, había que formar a los periodistas. La mayoría de las personas que empezaron no eran ni periodistas ni profesionales de la prensa. En esta parte tuvieron protagonismo compañeros como José Camellón y Raúl García —corresponsales de Vanguardia en aquel momento— y Rafael Lechuga —profesor de la Universidad de Oriente—, quien ayudó muchísimo en el entrenamiento del personal, es decir, en la impartición de las clases —las primeras se dieron en el Museo de Arte Colonial y luego en la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena—.
¿Por qué usted le concede tanta importancia al llamado periódico en seco?
Porque entrenó a todo el mundo: periodistas, fotógrafos, correctores, la dirección del periódico, los linotipistas y a los demás compañeros del taller; esa etapa duró más de un año —de mediados de 1977 a diciembre de 1978—. Se hacía todo el proceso menos la impresión del periódico. Se creó hasta la estructura de corresponsales; se medía el tiempo, se analizaba la calidad.
¿Algunos no pensaban que estaban perdiendo el tiempo en eso?
Si lo pensaban, no lo decían; había deseos de que el periódico saliera. Esa fase nos sirvió hasta para nosotros. El Partido le puso el alma a la fundación de Escambray por la importancia que le veía a un órgano de prensa; incluso, el propio Joaquín llegó a veces a escribir notas para el periódico, hasta editoriales. Parece ser que era un periodista frustrado.
En aquel momento la dirección del Partido, más que dirigir, compartía con el colectivo de Escambray.
Era la línea que tenía el Partido, sobre todo la línea que siempre tuvo Joaquín Bernal. Él intercambiaba con los periodistas; cuando algún trabajo tenía problema, mandaba a buscar al reportero. El objetivo de aquellos contactos era educar, reflexionar para que no se repitiera el problema. Un error que saliera nos dolía a todos. El propio Joaquín y yo nos aparecíamos en cualquier momento en la Redacción o en el taller para ver cómo iba la preparación de las ediciones.
A la vuelta de 35 años, como lector, ¿qué nos recomendaría?
Que sea un periódico veraz, que lo es; que siga haciendo trabajos críticos con sentido educativo. Siempre hay que contar con el lector; si el lector no tiene fe en lo que dice el periódico, el periódico no existe.
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