Ocho de los 16 equipos clasificados a octavos de final son del continente americano. ¿Alguno de ellos alzará la copa?.
Samba, cumbia, corrido, tango, cueca… Al compás de estos ritmos se mueve el Mundial de Brasil que desde este sábado se apresta a retorcer aún más los corazones cuando comiencen los octavos de final con un pleito de gladiador romano: a muerte.
Y es que América, con la mitad de los clasificados, dio jaque a la previsión de muchos, puso sabor a la fase de grupos y en crisis al futbol europeo, que solo logró un 43 por ciento de inclusión y aportó las peores decepciones con la eliminación temprana de España, Italia (campeones mundiales y finalistas de la más reciente Eurocopa) e Inglaterra, por coincidencia, a manos de equipos del continente anfitrión. En resumen: seis de sus 13 representantes volvieron ya a casa.
A punto estuvo la Conmebol de una goleada perfecta con cinco de sus seis presentantes con boleto a segunda ronda y Ecuador casi lo consigue, en tanto tres de los cuatro de Concacaf defienden el corazón del área (solo Honduras se fue sin puntos).
Costa Rica y Colombia tributaron las mayores sorpresas, no solo por los boletos impensados, sino por hacerlo de manera aplastante como cabezas de grupo, a la manera de la tricampeona Argentina y mucho mejor que los locales brasileños.
Con un fútbol sin complejos y libre de miedos, levantaron su ego categóricamente. Los ticos, que dejaron muy mal parado mi pronóstico y el de muchos, llegaron de Cenicienta y dieron vida al grupo de la muerte; los cafeteros, por su parte, han hecho levantar por unos días la bandera de la paz en su complicado país, 16 años después de su regreso a Mundiales.
Lástima que a partir de ahora habrá un despedazamiento entre hermanos y, por fuerza, comenzarán a irse casi en masa. Este sábado el Mundial se traducirá en una Copa América cuando Brasil se mida con Chile y Colombia y Uruguay se desangren.
El primer duelo se anuncia como un partido que exigirá a los locales mostrar su mejor fútbol de la mano de Neymar, quien ha jugado suelto y pretende proclamarse emperador. Le hará falta al más presionado de todos los equipos, que ahora se las verá con un vecino que, luego de eliminar a España, no cree en portentos invencibles.
Los colombianos llegaron con las ínfulas en alto y si hasta aquí no han echado de menos a Falcao, en parte por la capacidad y el talento del joven James Rodríguez y la nueva estrella Jackson Martínez, no tienen por qué inventar otras variantes ajenas al juego vistoso y desbordante, frente a un Uruguay que, pese a su garra charrúa, habrá que ver si se repone de la mordida que le dio su as Luis Suárez, un hombre que pudo ser la buena noticia del mundial por sus dos goles, con sus piernas operadas que eliminaron a Inglaterra, y terminó por ser la comidilla mediática al arriesgar los sueños de un país.
El domingo las aguas pudieran comenzar a tomar su nivel, pues Holanda, si se muestra en su grandeza, debe eliminar a México y avanzar en su propósito de despojarse del San Benito de eterno segundón. Costa Rica, sin nada que perder, enfrentará a un Grecia que, con el empuje de Samara, revive los mejores momentos que le dieron ya una Eurocopa.
En lo adelante es previsible una vindicación europea. El lunes Alemania y Francia deben terminar con la presencia africana en Brasil. Los teutones, que parecen tener reservados sus tanques para esta hora de la verdad, deben aplastar a Argelia, por primera vez en una segunda vuelta; en tanto Francia, uno de los más sólidos de la lid, sale con mejores favores ante un Nigeria que, no obstante, tampoco es de fiar por la rapidez y la rudeza de sus hombres.
Dicen que Argentina no ha mostrado aún sus mejores credenciales. Y debe ser cierto. Menos mal, porque de otra, fuera ya la campeona. Los orificios visibles de su defensa no pueden abrirse ante una Suiza que, con su pose de gran dama, suele rematar en los finales, así como definió frente a Ecuador en su primer partido. Para ello cuentan con un Shaqiri letal y dispuesto a ganarle los cintillos a un Lionel Messi que se ha puesto en serio su chamarreta de capitán y gran estrella, mientras sus cuatro goles anuncian la disposición a salvar a los suyos si la colectividad se complica como hasta ahora.
El martes nadie trabajará en la tierra del tango y debe suceder lo mismo en Estados Unidos y Bélgica, en un partido de pronósticos reservados entre los norteños, que sufrieron para llegar, y los belgas, que aplicaron la ley de la ventaja en uno de los grupos más flojos.
Este viernes hubo calma en Brasil, que puede ya jactarse de haber ofrecido uno de los Mundiales más espectaculares de la historia, y no precisamente por lo variopinto de las zapatillas y las banderas tatuadas a flor de piel.
Escrito al calco de los mejores guiones folletinescos de O’Globo, drama es lo que le ha sobrado a este Mundial. Lo dice la rebelión de los de abajo y la despedida de las vedettes. Lo protagonizaron varios partidos como el Estados Unidos-Portugal, empatado a 23 segundos del pitazo final del descuento, similar al de Argentina-Irán. También el Ghana-Alemania o el Grecia-Costa de Marfil, definido 2-1 por un penal en el descuento.
El culebrón que entra en sus capítulos más intensos ha traído también a los malos de la novela, como el árbitro japonés que regaló un penal a Brasil en el juego de apertura y otros que le siguieron en este torneo de demasiadas tarjetas y penalidades.
Ha sido cita de galanes a lo Messi y Neymar o a lo Benzemá y Robben, que hicieron olvidar el fiasco del modelo portugués Cristiano.
Brasil no ha sido el caos que se vaticinaba detrás de los telones de la FIFA. No se espera menos desde este sábado, cuando la tierra sienta más de un temblor a los pies del Maracaná o del Arena Corinthians.
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