El tema de la natalidad preocupa y ocupa a muchos en Cuba porque, desde 1978 aquí no se cumple con la tasa ideal de reemplazo generacional: dos hijas por mujer.
No debiera escribir del tema —no así tan convincente ni de manera aleccionadora, para eso debería empezar por asumirlo—; acaso porque sería una de las veces en que me cuestione la objetividad. No debiera, sobre todo, por aquello de que no se debe practicar la moral en calzoncillos.
Lo hago —además de por encomiendas periodísticas obvias— porque entiendo la necesidad de poblar esta isla para que, al menos mañana, haya brazos nuevos que le saquen el jugo a esta tierra, para que no desaparezcamos sin dejar rastro y porque sé es la única manera de trascender.
Pero la cuestión de los hijos es mucho más compleja que unos cuantos números copiados en blanco y negro en las estadísticas obligadas para saber cuántos faltan para que la nación no se vaya apagando. Es, ante todo, un asunto de esencias, no espirituales, sino —parafraseando burdamente a Virgilio Piñera— de la circunstancia de la economía por todas partes.
Y he ahí el punto esgrimido por muchas mujeres: que si la vida es ya demasiado cara para criar un hijo, cuanto más dos; que si primero hay que tener un techo para vivir —y la casa es un tema más peliagudo hoy que la propia natalidad—; que si antes hay que realizarse profesionalmente y ganar algo; que si es mejor esperar a los 35 a ver si las cosas mejoran…
Mas, la realidad suele pasar cuentas. Desde 1978 Cuba no cumple con la tasa ideal de reemplazo generacional: dos hijas por mujer. Tanto preocupa tal panorama que, desde hace ya, ribetes de oficialidad ha adquirido el asunto. En la pasada sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el doctor Roberto Álvarez Fumero, jefe del Programa Materno Infantil (PAMI) en Cuba, explicaba en la Comisión de Salud y Deporte, adscrita al parlamento, que la fecundidad en Cuba no solo es baja (1.69 hijos por mujer), sino que se desplaza hacia edades extremas: adolescentes y mujeres en su cuarta o quinta década de vida.
Nadie anda de espaldas a la multicausalidad que se erige como trasfondo del aplazamiento de los embarazos. Por eso la natalidad desvela desde las autoridades sanitarias hasta a algunas familias y por ello no son pocas las precauciones que se toman para intentar que se incrementen los nacimientos.
Sancti Spíritus es regla, no excepción. Como toda la isla, lejos está la provincia de contener, al igual que en China, los nacimientos. Pero algunas cifras esperanzan: en el territorio han nacido, hasta la fecha, más de 2 500 niños, dato que significa que hoy hay un centenar de niños más que los que vinieron al mundo el pasado año por esta misma fecha. Mas, se sabe: tampoco es para estar relajados; aún se trata de un incremento discreto y distamos de alcanzar los índices de natalidad ideales, pero, algunos pasos intentan persuadir vientres.
De acuerdo con el doctor Mario Berea Turiño, jefe del PAMI de la Dirección Provincial de Salud, “se lleva a cabo un programa para la reducción del aborto y para lograr que, en caso de que se acuda a este método, se haga mediante el uso de medicamentos y no de forma quirúrgica para evitar males mayores para la salud reproductiva de la mujer.
“Además, se trabaja con las féminas en edad fértil y con aquellas que presentan riesgo preconcepcional. En pos de incrementar la natalidad se han potenciado las consultas de atención a la pareja infértil, que en el caso de nuestra provincia exhibe muy buenos resultados y hoy cerca de una treintena de mujeres atendidas allí este año han logrado embarazarse. También, para elevar la calidad de la atención a estas parejas, que tienen impedimentos para tener hijos, se pondrá en marcha un centro de reproducción asistida, el cual abrirá nuevos servicios para el tratamiento de la infertilidad”.
Loables intentos que ojalá más pronto que tarde se traduzcan en nuevos embarazos. Pero no creo que el problema de la natalidad se resuelva únicamente con promociones de salud ni charlas aleccionadoras, la resistencia tiene otras condicionantes.
Puede, incluso, que hasta se intente cumplir con rigor, como se hace con el resto, aquellos lineamientos donde se proponen diferentes maneras de intervenir en el asunto. Tal vez sea suficiente. En el peor de los casos, habrá que recurrir al método del Ministerio de Salud surcoreano que hace tres años —según se publicó en el diario Juventud Rebelde— obligó a sus trabajadores a regresar a las siete de la noche a casa para procrear; otorgaba premios a quienes tuvieran más de un hijo y hasta organizaba reuniones sociales para encontrar pareja, todo bajo la imposición de un decreto inusual: ¡hagan más niños!
La solucion es bien sencilla, no realicen tantos estudios cientificos para ver causas y consecuencias, equipos multidisciplinarios comisiones del Parlamento realizando estudios que dan risas, por cada dos ninos x familia una casita y veran como se sobrecumple en un ano, el record olimpico de natalidad.