El Comandante Víctor Bordón, fallecido recientemente, legó a la causa cubana una escuela de valor y fidelidad.
Víctor Bordón Machado fue halado por la muerte este fatídico 27 de enero del 2014, cuando muchos de sus allegados, al verlo romper la barrera de los 83 años a golpes de brío y tozudez, llegamos a pensar que iba a ser eterno.
Nació el 16 de agosto de 1930 en la finca Sevilla, Quemado de Güines, para ser un líder innato, granjearse a las personas, hacer un amigo a primera vista o soltar una palabrota o un trompón ante el más mínimo agravio.
Fue el único comandante que graduó el Che durante la guerra libertaria y el primer guerrillero del llano. Se había alzado en la manigua quemadense en noviembre de 1956 en espera del arribo a Cuba del nombre de sus ideas: Fidel Castro.
Con el Che se encontró en pleno macizo del Escambray en octubre de 1958. Con los grados de comandante que le había dispuesto la dirección del Movimiento 26 de Julio en Las Villas, estaba instalado allí con cerca de 300 hombres bajo su mando.
El encuentro no pudo ser más tenso y dramático. Víctor había cometido cándidos errores como el de realizar un pacto con el comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, el tristemente célebre jefe del Segundo Frente del Escambray, grupo protagonista de la mayores discordias y desuniones en ese lomerío.
Fue en medio de aquel ambiente hostil cuando Hornedo Rodríguez divisó al Che debajo de un árbol y se lo señaló a Bordón, quien se acercó, y se dieron la mano. Víctor evocó su primera impresión:
Vi delante de mí a un hombre pálido que venía con un ataque de asma y sin un atomizador en la mano. Tanto él como sus hombres se veían destruidos por el cansancio, pero destilaban moral combativa por todos los poros. Y me dije: “Este argentino está poniendo a prueba hasta su salud”. Imponía respeto por encima de sus problemas físicos. Me pareció una figura legendaria y un hombre distinto. Y no me equivoqué. Lo vi como un gaucho que venía a pie desde Oriente mandado por Fidel. Por eso, a primera vista me subordiné. Y a más de 50 años de aquella idea, la contemplo como la actitud más correcta que he tenido en mi vida.
Dentro de un secadero de café, con la presencia de Ramiro Valdés, segundo jefe de la columna, arrancó la entrevista. Visiblemente molesto, aunque sin arrogancia, y sin alzar la voz, el Che comenzó a sondear a Bordón o, más bien, a plantearse interrogantes que se contestaba él mismo, apoyado por el mutismo del emplazado, quien solo bajaba la cabeza por respuesta.
“¿Cómo vas a firmar un pacto que subordine al Movimiento 26 de Julio, la organización más poderosa, al Segundo Frente?” Y un poco más irritado: “¿Cómo vos se va a subordinar al comemierda ese?”.
Bordón estaba muy serio y lo miraba sin odio en el rostro, pero con cierta pena y firmeza unida. Entonces el Che concluyó: “Por los errores que has cometido, y con vistas a liquidar ese pacto, tengo que rebajarte de grado”. Y no dijo más.
Fue ahí cuando Bordón le contestó: “Comandante, yo no vine aquí a pelear por grados, déjeme combatir a su lado como un soldado más”.
Aquella medida, más que amilanar a Bordón, le propició nuevos bríos para continuar la lucha. Bajo la luz amarillenta de un candil le hizo una carta a Fidel en la que reconocía sus errores cometidos y la decisión de mantener su fusil en ristre.
El Che era un hombre distinto a todos los que había conocido antes. Tenía el dejo argentino, pero me habló de una manera en que nadie me había hablado. Iba creciendo con las palabras. Ahí comprendí la lucidez de Fidel. A pesar de que era extranjero, lo había graduado como el primer comandante en la Sierra Maestra. A las pocas horas de haber tomado la medida me comenzó a tratar como si nada hubiera pasado, incluso hizo algunos chistes conmigo.
Ramiro, por su parte, se sentó a mi lado y me dio mucho aliento. Me explicó cómo era el Che, que los errores se saldaban en la lucha constante y en la demostración diaria de lo que uno era capaz de hacer. Yo empecé a querer y admirar a Ramiro desde aquel instante, y hoy lo tengo más que como un amigo y un jefe, como un hermano.
Me reuní con los oficiales de mi tropa y les expliqué que aquel hombre venía mandado por Fidel y había que acatar sus órdenes como si fuera el propio Comandante en Jefe. Les expresé también que me parecía un hombre muy honrado y justo, pero la información que tenía de nosotros no era la mejor. Todos coincidieron que debíamos echar pa’lante.
Con él, al segundo día, vamos al ataque del cuartel de Güinía de Miranda y me nombró al frente de un pelotón con compañeros míos e invasores. Yo le dije a toda mi gente: “Hay que demostrar lo que nosotros somos: gente sin miedo y listos a darlo todo por la patria”.
La admiración de Bordón por aquel hombre de talla extra, a veces hosco, pero de un humanismo andino, que se le salía por encima de su raída vestimenta guerrera, crecía con los días y las noches, con los gestos y las demostraciones. He aquí una anécdota que lo caló muy hondo:
Cuando la travesía de regreso del combate de Banao, el Che padecía de un ataque de asma muy grande y yo le doy el caballo. Con nosotros venía mi amigo Sergio Soto, muy valiente, pero muy bocón y dijo: “Yo estoy muerto de cansado y el jefe va en el caballo”. El Che lo oyó, se bajó de la bestia y continuó caminando. Cuando llegó al campamento le explicó a Sotico por qué él había aceptado la cabalgadura. En la medida en que le fue argumentando, Sotico empezó a llorar de vergüenza. Posteriormente este compañero cayó combatiendo heroicamente. En Cabaiguán hay una refinería que lleva su nombre.
El temperamento jocoso de Bordón, propio del guajiro abierto y franco, fue asimilado por el Che, quien solamente permitía algunas libertades chistosas a las personas que estimaba. También departían sobre temas y asuntos ideológicos, históricos y políticos:
El Che hizo un trabajo ideológico y político prácticamente asombroso para el poco tiempo que estuvo en el Escambray. Se reunió con los campesinos, les entregó tierras que fueron confiscadas a los latifundistas, conversó con el movimiento obrero, creó escuelas en Caballete de Casa, y logró en gran parte la unidad, pues con el Segundo Frente le fue imposible alcanzar un entendimiento.
Consiguió gran éxito con el Pacto de El Pedrero, al obtener solidaridad y cooperación entre las fuerzas del 26 de Julio y el Directorio Revolucionario. Conquistó cosas que para nosotros parecía casi imposible consolidar.
El aeródromo estaba a la vera del central Santa Isabel —luego Ramón Ponciano—, en Fomento. El Che tuvo la idea de capturar una avioneta que aterrizaba allí y traerla para el campamento. Se contaba para ello con un piloto dentro de la tropa rebelde.
Víctor Bordón y el capitán invasor Manuel Hernández Osorio, un folclórico y carismático guajiro, fueron los designados para cumplir tan riesgosa misión, acompañados por 50 hombres decididos a alcanzar el objetivo.
Durante la noche realizaron la marcha y ya en la madrugada se apostaron en un cañaveral, silenciosamente, frente a la pista de aterrizaje. Allí permanecieron hasta las diez de la mañana observando cómo más de 20 casquitos hacían cuentos sin percatarse de nada. A esa hora, uno de los guardias decide ir al cañaveral a realizar una necesidad fisiológica y tan pronto penetró, un rebelde apodado Holguín abrió fuego y se inició el ataque relámpago.
Allí cayeron los compañeros Ramón Ponciano y Pineda, y herido Manuel Pérez. Por la parte enemiga: cuatro muertos, dos heridos y cuatro prisioneros, y uno logró escapar. Se ocuparon nueve fusiles Springfield, una carabina San Cristóbal y un revólver 45. Fue un golpe victorioso que llenó de júbilo al grupo actuante.
Sin embargo, el Che había recibido la noticia de que la tropa de Bordón había sido cercada y, en una muestra de compañerismo sin par, montó a un caballo y partió solitario al galope a rescatar a sus hombres.
Al llegar allí observó aquel panorama de júbilo y triunfo y con un arranque de emoción pocas veces visto abrazó a Bordón y le dijo: “¡Buen trabajo, comandante, buen trabajo!”.
Era el 19 de noviembre de 1958. A solo un mes de unidad y de combate en el Escambray, el Che le restituía los grados al guajiro-estibador Víctor Bordón.
Sentí la mayor emoción de mi vida, no porque me devolvieran mis grados, sino porque era reconocido por un hombre tan grande como el Che. Nos miramos y sin pronunciar palabras nos dijimos miles de cosas uno y el otro. Después comenzamos a hablar de los saldos positivos de la acción y de los futuros combates que se avecinaban.
A las cinco de la mañana del 16 de diciembre de 1958 con el ataque al cuartel de Fomento arrancó la ofensiva definitoria. Horas antes, junto al Che, se habían acercado a la instalación, protegidas por una fuerte neblina, las tropas del comandante Víctor Bordón, las de los capitanes Joel Iglesias y Luis Alfonso Zayas, y las de los tenientes Manuel Hernández, Roberto Rodríguez y Miguel Álvarez.
El Che decidió que el capitán Silva y yo evitáramos los refuerzos que pudieran venir de Placetas y Cabaiguán. Nos emboscamos en las carreteras. Cuando se inició el combate, tanto Silva como yo íbamos y veníamos para observar cómo se desarrollaban las acciones contra el cuartel, ya que en el caso mío tenía allí a los pelotones de Choy, Machín y Hornedo.
Al final, al ver que no iban a entrar refuerzos, nos fuimos para el cuartel a reforzar los grupos hasta que fue rendido. Allí hubo muchas actitudes corajudas por parte de nuestra gente.
Posterior a la toma de Fomento, los hombres al mando del comandante Víctor Bordón se distinguieron en la toma de Cabaiguán y Guayos, y el puente de La Trinchera, en la región de Sancti Spíritus. En la primera ciudad Bordón tomó el cuartel; mientras, el Vaquerito arremetía contra la estación de policía.
En Cabaiguán participé con varios de mis pelotones. El combate duró seis o siete horas y nuestra tropa combatió muy fuerte. Ya teníamos mejores armas; en el caso mío, un Garand. En medio del tiroteo el Che me llamó a buscar y me dio la orden de que tomara a Guayos. Hacia allí partimos 10 o 12 hombres en un “pisicorre”. Llegamos a las primeras horas del amanecer y arremetimos contra el cuartel. Israel Chávez hizo gala, por el fondo de la instalación, de su ametralladora 30 por primera vez. Yo ataqué por el frente junto a mis capitanes Cente, Yayo Machín, Otten Mesana, Erasmo Peraza y el teniente Armando Choy.
A las siete de la mañana se rindió la guarnición del cuartel, pero cae allí, por la bala de un francotirador, uno de los hombres más respetados y queridos de mi tropa: Ramón Balboa.
Y la ofensiva continuaba coronada de esplendor y patriotismo:
En Placetas atacamos el cuartel con tres pelotones nuestros y tres del Che. Los guardias resistieron un poco más que en Cabaiguán. Nosotros combatíamos mezclados con la Columna 8. La estación de Policía fue tomada por la tropa de Rolando Cubela (traidor), del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, en tanto el Vaquerito y su pelotón suicida se enfrentaban a los guardias apostados en los elevados.
Me moví varias veces junto al Che, en medio de aquella balacera infernal, no le veía ni el más mínimo signo de miedo en el semblante, más bien preocupado por la situación de sus hombres y que el saldo del cuartel nos causara la menor cantidad de bajas posibles.
Tomada Placetas, para la tropa rebelde no había otro camino que el de Santa Clara:
Participé en la reunión en el hotel Tullerías, dirigida por el Che, en la que decide que reorganice mi columna. A Ramiro Valdés, con 64 combatientes, lo envía a ocupar Sancti Spíritus y luego a seguir rumbo a Jatibonico. Camilo, en Yaguajay, y la Columna 8 entraría por la parte norte de Caibarién, Remedios, y Camajuaní con vistas al inminente ataque a Santa Clara.
Mi misión principal era tumbar el puente del río Sagua a la entrada de Santo Domingo, para evitar todo refuerzo que viniera de La Habana. El puente no lo pudimos derribar, pero el refuerzo lo paramos en seco y nunca llegó a Santa Clara.
Con la llama del enero victorioso llegó a La Habana, pero allí tampoco el Che lo puso a descansar…
Me nombró su segundo en La Cabaña y me asignó un maestro para que me enseñara. Me dijo que mi tarea principal era superarme, y el maestro iba hasta mi casa a darme las lecciones de Matemática, Español y otras asignaturas. Después el Che se aparecía y supervisaba lo que había aprendido y el porciento de asistencia, que no podía ser otro que el ciento por ciento.
Cuando el Che observaba que la gente era sincera y echaba para adelante sin aspavientos, te cogía estimación, aunque nunca te lo decía, pero te dabas cuenta en la forma en que te oía y te trataba.
Víctor Bordón ha muerto. Ha caído el roble que las balas no pudieron carcomer. Dirigió hasta su fallecimiento la empresa Cometal, entidad destacada en producciones metálicas.
Tal vez una muestra de la consideración que el Che le tenía está recogida en esta anécdota inédita de Oscar Fernández Mell, médico invasor de la Columna 8 Ciro Redondo y uno de los hombres que estuvieron con el Comandante Ernesto Guevara, en 1965, en la guerrilla del Congo Belga:
“Como se sabe, la dirección congoleña pidió que nos retiráramos y algunos compañeros, ya entrenados, no pudieron incorporarse. Sí recuerdo que cuando yo entré al Congo y le informé al Che sobre los hombres que debían incorporarse a la guerrilla, le precisé: ‘Entre ellos viene Bordón’. Y él me respondió: “Coño, esa sí es buena noticia, porque ese guajiro es bueno de los buenos.”
* Periodista, escritor y poeta villaclareño. Autor de varios libros de temática histórica, entre estos sobresale El nombre de mis ideas, sobre la vida del comandante Víctor Bordón Machado. Actualmente se desempeña como presidente de la Unión de Periodistas de Cuba en Villa Clara.
Que descanse en paz junto a losque ya han marchado adelante.El Guerrillero inmortal.El guajiro humilde.un nombre en su mente.fidel .una estrella en su corazon.cuba.y su decicion de luchar hasta el final y morir por ella…
GLORIA ETERNA A NUESTROS MARTIRES….
A LOS QUE DEJAN SU EJEMPLO A SEGUIR….
BELLA CRONICA, CON UNSENTIDO DE HUMANIDAD Y SENCILLEZ, DE UN PERIODISTE Y ESCRITOR DE NUESTRA TIERRA VILLA CLAREÑA, PARA ESE GRAN HOMBRE QUE FUE VICTOR BORDON.
Recuerdo ese día cuando entraron los Barbudos al Pueblito de Guayos era bien temprano en la
Mañana nuestros padres nos tenían debajo de las camas cuando estaba el tiroteo fuerte ya luego habían derrocado a la tiranía y pasaron los barbudos cogieron por la calle del Esbu atravesando la finca de Benito Castro brincaron el arroyo rumbo a Cabaiguan
QUE DESCANSE EN PAZ UN HOMBRE QUE CONOCI Y QUE MI PADRE ESTUBO A SU LADO POR MUCHOS AÑOS , UN GUAJIRO DURO DE PELAR PERO MUY HONESTO CON SU FORMA DE PENSAR Y ACTUAR