Con la reparación de este embalse la provincia espirituana culminará la rehabilitación de la totalidad de sus presas.
Desde el aliviadero, el paisaje surge envidiable: por un lado, las aguas mansas originan un espejo gigante y azulado que se pierde a la vista; por el otro, el río enfila camino abajo, saltarín, entre el verdor de la maleza tupida, con peces escurridizos y algunas garzas apacibles. Y toda la escena está adornada por un sol filoso.
La presa La Felicidad, una especie de embudo o canal por donde inyectan todas las corrientes del río Jatibonico del Sur en su camino definitivo —fundamentalmente para el riego de cultivos de arroz y caña o para saciar la sed de algunos rebaños—, se encuentra sometida a una reparación significativa cuya conclusión pondrá punto final a las labores de rehabilitación desarrolladas durante los últimos tiempos en el sistema de embalses de la provincia.
La Felicidad comenzó a explotarse a inicios de la década del 90 y cuenta con una capacidad de 57 millones de metros cúbicos, pero durante los últimos años sus posibilidades de almacenamiento se encuentran restringidas a 42 millones y en época de lluvia apenas a 30.
“El río presenta a partir de aquí muchos meandros y cuando se abren las cuatro compuertas el agua se remansa, retrocede y rompe las losas de la rápida (parte inferior del aliviadero), ha arrancado muchas en pedazos. En una primera etapa de la reparación decidimos limpiar alrededor de 800 metros en los taludes aguas abajo del embalse, es decir, hacer una rectificación del cauce para limpiarlo porque se encuentra tupido por la maleza”, detalla Manuel Díaz Riverol, subdelegado de Inversiones de la Delegación Provincial de Recursos Hidráulicos.
En la distancia, una grúa gigantesca y algunos buldóceres arrancan de cuajo los arbustos de la ribera izquierda, donde los pajarillos se escabullen por el alboroto. En la empinada pendiente, equipos y operarios hacen los malabares del oficio para dejar como chinos los enmarañados alrededores.
Estas primeras labores, recién comenzadas, aparecen valoradas en unos 300 000 pesos y su ejecución corre a cargo de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico de Cienfuegos. En una segunda etapa, prevista para inicios del próximo año, se incorporarán las fuerzas constructoras espirituanas.
“En ese momento vamos a invertir otros 800 000 pesos para recrecer en un metro los muros laterales del aliviadero y en 50 centímetros las losas rápidas, con el objetivo de darle total seguridad a la presa y poderla llevar a su nivel máximo de almacenamiento”, acota Riverol.
PUNTO DE LLEGADA
Además de La Felicidad, la cuenca del río Jatibonico del Sur también incluye otros dos embalses: Lebrije y Dignorah. Por conveniencias económicas y operativas, Recursos Hidráulicos decidió trabajar las tres presas en un sistema de compensación para enviar sus aguas hacia el sur.
“Por eso es complejo de operar. Aquí somos una docena de trabajadores y sistemáticamente controlamos el nivel, el volumen, el área. También hacemos mantenimiento, chapea manual y otras labores menores; realizamos comprobaciones a los hidromecanismos; vigilamos la calidad del agua, aunque un técnico de Jatibonico toma muestras sistemáticas para enviar al laboratorio”, detallan a dos voces Omar González y Andy Daniel Ortiz, jefe y técnico de la obra, respectivamente.
Cerca de esta presa se ubican las lagunas de oxidación del central Uruguay, a las que también miden sistemáticamente para que cuando empiecen a drenar su contenido hacia el cauce, se le agreguen a cada litro de agua residual entre cinco y siete de líquido limpio del embalse, con el propósito de depurar esos vertimientos y evitar la contaminación, que podría afectar los peces y la vida animal en general, así como los cultivos.
Con el fin de explotar al máximo el potencial de esta cuenca hidrográfica y por la necesidad de irrigar en el futuro los cultivos de soya al sur de la provincia de Ciego de Ávila, a un costado del aliviadero se decidió reparar y ampliar el canal La Felicidad, concebido en sus orígenes para un pequeño gasto que abastecía la zona cañera de El patio.
Esa inversión —que comenzó recientemente e incluye obras de fábrica y 27 kilómetros de amplios canales— la asumen empresas de otras provincias y de su avance depende la ejecución de la segunda etapa de reparación prevista en este acuatorio.
“La obra nuestra está subordinada a la de ellos. Tiene que haber una secuencia constructiva en ambas porque para reparar el aliviadero —que debemos hacerlo durante la sequía y según el cronograma inicia en enero—, necesitamos el canal terminado hasta el kilómetro 1.7 para desviar el agua por ahí y reincorporarla más adelante al cauce. Pero no veo claro que puedan concluir el tramo para esa fecha”, se preocupa Riverol.
Mientras las partes coordinan y ajustan cada detalle para que las aguas de la cuenca nutran más y mejores cosechas, los buldóceres aceleran y la grúa gigantesca vuelve a levantar su brazo imponente desgarrando desde las raíces la maleza que ahoga al río Jatibonico del Sur, como los primeros pasos que decidirán el futuro de La Felicidad.
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