Nacido en Trinidad en 1844, Miguel Salas deviene autor y actor de conocidas obras del teatro bufo.
De Miguel Salas (1844), uno de los autores y actores más destacados del teatro bufo criollo, cuyo aporte a las tablas cubanas resulta imposible desconocer, no existe nada en su Trinidad natal o, si existe, no se conoce, como mismo la inmensa mayoría de los trinitarios ignora pormenores de la vida de esta figura de la cultura vernácula, quien junto a otros relevantes teatristas alcanzó la fama en La Habana a finales del siglo XIX.
Hijo de francesa y malagueño, no se sabe en qué año dejó Salas Trinidad en busca de mejores oportunidades para su talento emprendedor, pero sí que, ya en la capital, resultó afortunado su encuentro con Francisco “Pancho” Fernández Vilarós, periodista y tipógrafo devenido empresario, quien también nació en la sureña villa a quien se considera el iniciador de la llamada bufomanía.
Cuando Francisco Fernández conoce a Miguel Salas, ya este tiene experiencia en la zarzuela y como actor dramático. Entonces el afanoso Pancho reúne a su coterráneo Salas, a Jacinto Valdés, Diego García, Luis Cruz y Joaquín Robreño y crean el 31 de mayo de 1868 la compañía Bufos habaneros.
GÉNESIS
Con influencia francesa y española, esta compañía se gesta a partir de un grupo de amigos que acostumbraba reunirse en una humilde casa de la calle Cuarteles, para componer guarachas, los que luego debutan como actores, libretistas y empresarios en el circo de Villanueva.
Según el crítico, dramaturgo y actor Amado del Pino, “tomando como modelo a Los bufos madrileños, la tropa de Pancho Fernández adecuó las fórmulas e impuso un teatro de auténtica expresión popular”. El nuevo género se basaba en personajes populares como el del negrito, interpretado por actores blancos; lenguaje chabacano, ambiente de barrios bajos, música criolla como la guaracha o la rumba de cajón, todo lo cual le atrajo un éxito rotundo.
“Pronto —escribe Del Pino— aupados por el éxito de Los bufos habaneros, emergieron nuevas compañías dedicadas al género, se abarrotaron los teatros y hasta se fundó una institución integrada exclusivamente por mujeres que respondió al nombre de Las bufas”.
LOS BUFOS EN SINTONÍA CON YARA
Pero la exaltación de lo criollo, con los proscenios tomados por personajes e historias de bis cómica y profunda raigambre popular, entró pronto en contradicción antagónica con el régimen colonial.
Y es el caso que, justo durante la primera temporada de representaciones de las compañías bufas, en la primavera de 1868, se levantaba Céspedes en su ingenio La Demajagua el 10 de octubre de ese año.
La situación de guerra y la polarización que esta trajo dispararon los desmanes del Cuerpo de Voluntarios, que empezó a perseguir y reprimir todo lo que oliera a criollo o espíritu separatista, represión que en la capital cubana llegó al paroxismo.
De ahí que el 22 de enero de 1869, en plena representación de la obra bufa El perro huevero… en el teatro Villanueva, cuando actores y actrices ataviados con los colores de la bandera de Yara dieron gritos de “¡Viva Cuba Libre”!, los Voluntarios embistieran a tiros y sablazos contra los asistentes a la función y esta terminó en un baño de sangre.
La represión posterior casi hizo desaparecer el teatro bufo y solo subsistieron algunas obras inocuas, incluso no pocos autores llegaron a concebir libretos en que se hacían loas a España y se criticaba el independentismo. “Había que comer, ¿no?”, alegaban algunos. Ese no fue el caso de Miguel Salas y otros reconocidos artífices del género, que enmudecieron durante una década.
Terminada la Guerra Grande el bufo resucita de la mano de Miguel Salas, José Dolores Cundiami y otros, los que llevaron la voz cantante en una resurrección en que esta modalidad populachera se enriquece con la adición de bailes de moda y nuevos tipos populares, tanto urbanos como rurales.
Según Rine Leal, ya en 1877, Cardini, Salas y Napoleón, importantes actores y empresarios, se unen para crear la compañía Tipos provinciales, la cual rescata el repertorio que ya le había dado celebridad a este género 10 años antes.
Por esos propios días, Fernando Becerra y su compañía Caricatos se instalan en el teatro Cervantes y se erigen como principales competidores de la agrupación citada, con la ventaja de su atractivo repertorio y la calidad de sus actores. Pero el trinitario no se queda de brazos cruzados y en 1880 presenta en el “Cervantes” una tercera compañía denominada Los bufos de Salas, que cosecha gran éxito de público hasta 1882.
A partir de ese año, la competencia de espectáculos extranjeros y el abuso de fórmulas rutinarias ponen en crisis al género y Miguel Salas decide lanzarse a una gira por el interior del país con el objetivo de cambiar de ambiente y tomar nuevos aires que lo lleva de regreso a su rincón natal.
¿DE VUELTA A LAS RAÍCES?
Fue en el pequeño salón de la Sociedad de La tertulia, donde en enero de 1883 se presentaron Los bufos de Salas con tanto éxito de público que los obligó a extender la programación un número de funciones y adecuar el calendario de la gira.
El teatrista disfrutó el reconocimiento de sus paisanos, inspiración que lo acompañó de regreso a La Habana, donde sentaron cátedra él y su compañía a lo largo de los años restantes de esa década.
El colofón como artista, la consagración definitiva, llega en 1890 cuando Los bufos de Salas debutan en el teatro Tacón, principal plaza del país, con una versión renovada de su repertorio —más elaborada— que contribuye a consolidar el género como uno de los más importantes y arraigados en la historia del teatro cubano.
Nota: El autor agradece a la investigadora trinitaria Bárbara Venegas por su aporte para la realización de este trabajo
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.