Cada 8 de octubre los niños que cursan el primer grado se convierten en pioneros moncadistas; recuerdo indeleble en los estudiantes cubanos
Lía y Rubén Ernesto no se conocen. Ella estudia en la escuela primaria Julio Antonio Mella, en la espirituana Avenida de los Mártires; el aula de él queda en Trinidad, en el seminternado José Mendoza García. Cuentan seis años y ambos tienen la capacidad de desatar un delicioso tormento y volver locas a sus madres en un pestañazo.
Pero este miércoles Lía y Rubén Ernesto comparten otra coincidencia, más allá del año de nacimiento o el don para acabar con la tranquilidad: esta mañana ha sido especial para ambos cuando su uniforme se engalanó con la pañoleta azul para más de 5 000 niños de nuevo ingreso a la enseñanza primaria en Sancti Spíritus.
Tras días de ensayo para que la ceremonia quedara perfecta, por fin declararon que quieren ser como el Che, por la ruta de Martí y la guía de Fidel; un momento que arranca lágrimas y despierta las memorias del día en que la pañoleta azul llegó a nosotros.
La mayoría elige a las madres o los padres para imponerles el símbolo, pero otros desafían los arquetipos y acuden a los abuelos, seres que “generan el único cariño gratuito de la vida (…), miman, aplauden, amparan, y como clientes distraídos de la bodega, se marchan sin esperar el vuelto de su moneda”, como expresara el periodista cubano Luis Sexto.
Cada 8 de octubre el amanecer descubre a la familia cubana reunida en el patio central de las escuelas, a los pies de la bandera y el Apóstol. Al centro, los protagonistas de la jornada a la espera para colorear el uniforme con el azul del cielo y el mar de esta Patria grande.
Con el brillo en los ojos que provocan el nerviosismo y la curiosidad despertaron Lía y Rubén Ernesto. Ella en Sancti Spíritus; él, en Trinidad. Hoy no remolonearon en la cama, no demoraron el paso para llegar al aula. Lía y Rubén Ernesto no se conocen, pero hoy a ambos el alma se les viste de azul.
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