La reparación de la mejor fábrica de azúcar de Cuba incluye trabajos que deben redundar en la eficiencia y el desempeño del colectivo para la próxima zafra.
“En Uruguay no hay tiempo muerto”; la afirmación de Francisco de Paula Rabí, Cundío, ese baluarte humano que va camino a la zafra número 76, intenta acuñar el palpitar de la industria y su colectivo en el actual período de reparaciones, programa que a mediados de septiembre alcanzaba el 60 por ciento de ejecución.
Luego de terminar la última campaña con envidiables resultados en la operación industrial, los trabajadores del central de Jatibonico identificaron los aspectos negativos y programaron un cúmulo de trabajos que persigue, además de corregir los tropiezos, mejorar el proceso fabril, la eficiencia y la disciplina tecnológica.
Aunque muy lejos de aquellos niveles de crudo que produjo décadas atrás, el Uruguay sigue siendo grande, no solo porque las más de 90 000 toneladas de azúcar fabricadas en la última cosecha representaron la mayor producción nacional y una cifra no lograda allí desde 1993. Una singular distinción constituye que el azúcar crudo de esa industria resulta el único renglón del Grupo Azcuba en el país certificado por la Oficina Nacional de Normalización.
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La reparación capital de la estera destinada al llamado tiro directo de la caña y la inserción de otra plataforma con igual fin definen acciones determinantes en el cronograma de reparaciones con vistas a incrementar hasta un 45 por ciento la recepción en el basculador de la materia prima, medida que está en concordancia con la estrategia de acercar las plantaciones a los centrales y posibilita reducir el tiempo entre el corte y la molida para favorecer la eficiencia.
El ingeniero Vladimir Gómez Morales, director de la Unidad Empresarial de Base Central Uruguay, detalló a Escambray otras acciones de envergadura que se acometen en las áreas de molino y energética, así como labores para mejorar las condiciones de trabajo de los operarios, la higienización y el cambio de imagen del ingenio.
Pese a que el azúcar del coloso jatiboniquense está certificada, precisó, se le presta atención al área de fabricación con el fin de garantizar un producto con las características idóneas para comercializarlo y satisfacer las exigencias de la exportación.
“Algo muy significativo es la ejecución de la colectora y de laguna de ácidos, inversión a punto de terminarse y que permite al central incluirse entre los pocos de la isla con ese sistema para la desagregación de los productos químicos, lo que traerá consigo un beneficio ambiental”, expresó el ingeniero.
Los ruidos y el trasiego de los soldadores y mecánicos distinguen la vida de la industria. Alberto Reina, uno de esos operarios, confirma que en esta etapa se trabaja más que en la zafra porque muchas veces el fin de la jornada se alarga hasta la noche.
“La industria es mágica, cuando estás en zafra es que se ven los resultados de las reparaciones”, revela Félix Alberto González, joven de 25 años que hasta hace poco se desempeñaba como enfermero y agrega: “Llevo aquí un año, me capacité como mecánico y me gusta lo que hago; mi tarea ahora es ayudar a que el Uruguay no se enferme y funcione bien”.
LOS HOMBRES, LA CLAVE
El central de Jatibonico ha devenido referencia nacional si de estabilidad fabril se trata, desempeño sostenido durante mucho tiempo; pero, además de la eficacia y el engranaje de la operación agroindustrial en tiempos de cosecha, los recursos humanos parecen formar el eje principal de todo el funcionamiento.
“Lo fundamental en el Uruguay, más que el mejoramiento tecnológico, es la acción humana, la experiencia acumulada, la sabiduría de su gente, los conocimientos, la estabilidad del personal de mantenimiento y operación, porque podrás tener buenos hierros, pero si no los atiendes y los cuidas no hay resultados”, define Manolo González Rodríguez, hoy en funciones de especialista y 20 años atrás el hombre que llevó las riendas del coloso cuando fabricaba más de 200 000 toneladas de azúcar.
“En el central ha habido una continuidad laboral y muchos en el colectivo nos formamos en esta propia escuela”, advierte Vladimir Gómez, a la vez que distingue a los innovadores como otra de las fortalezas de la industria, pues dirigen su quehacer a trabajar sobre las piezas y partes que no entran, están deterioradas o no tienen solución.
“Este año los recursos se comportan mejor y el ambiente del ingenio es contagioso; además de las bondades del salario, aquí hay un buen colectivo, gente sencilla. Es verdad que a las reparaciones les falta un tramo y hay hierros en el piso, pero confíe, el Uruguay arranca en diciembre”, subraya Carlos Alberto Carriles Santander, otro de los jóvenes que avalan la continuidad laboral en la industria azucarera más estable del país en los últimos tiempos.
Adelante en otra zafra pròspera de los 10 millones.
Si, extraordinario esfuerzo del «uruguay», creo se merece algun «embellecimiento», Lo conoci cuando era «Jatibonico» y mas pequeño, impecable y bello. CUando voy a CUba me duele verle en «harapos»