La finalísima tiene un asiento ocupado desde hace rato con boleto marcado hasta el palacio de los Cocodrilos.
A esta hora quizás ya se conozca el rival de Matanzas para la gran final de la Serie Nacional de Béisbol o tal vez el Capitán San Luis se aliste para un “terremoto” beisbolero si este viernes sus Vegueros lograron alargar el play off ante los Azules de la capital.
Y es que al momento de recoger los bates, Escambray sorteaba los desfases entre el cierre y la noticia que suele acompañarlo cada viernes.
Por eso hablemos en futuro. Sí, porque lo que es un hecho irreversible es que la finalísima tiene un asiento ocupado desde hace rato con boleto marcado hasta el palacio de los Cocodrilos donde, se dice, ya se reserva en la lista de espera para el fiestón final.
Pero vayamos con calma. Primero hay que jugar y después, ganar. Eso lo sabe la tropa de Víctor Mesa y por eso, además de relajar tensiones tras el triunfo ante Villa Clara, amolda la maquinaria para enfrentar a su nuevo rival.
Lo que sí dejó bien sentado el carismático mánager es que su fórmula del 14 al 3, del 3 al 2 y del 2 al 1, coreada a modo de himno interno por sus pupilos desde antes de la campaña, está por dar un compuesto existoso.
Y le asiste la razón. Matanzas no dio margen a las casualidades e hizo valer su amplio favoritismo ante un maltrecho Villa Clara que, excepto en el último partido, hizo lo que pudo para al menos presentarse con corbata de campeón y dar batalla en un pleito en el que tres partidos definidos por una carrera pidieron a gritos un impulsador más eficiente y echaron de menos a Freddy Asiel. Ninguno de los lanzadores legitimó los números que hicieron de este staff el mejor entre los cuatro contendientes antes de los play off al ser mayoreado por unos intrépidos bateadores para quienes ninguna ventaja parece ser ganadora.
Insisto en que Villa Clara, con sus ausencias notables y sin días de
descanso, hizo méritos con el solo hecho de llegar. Solo desdeño a su público, que se desinfló primero que el equipo, al estilo de un enfermo en coma abandonado a su suerte por los familiares o un fallecido en cuyo velorio no quedan a veces ni los más allegados.
Claro que los centrales pudieron cerrar con menos humillación que un nocaut en casa propia y con los jugadores casi hasta sin ganas de correr, de tirar, de jugar. Mas, no se es campeón todos los años, y al menos los Naranjas no cayeron de bruces fuera de la élite como suele pasarles a los ganadores de una campaña a otra.
Con la espina clavada en el pecho desde hace menos de un año, los yumurinos apelaron a sus armas para despachar rápido a sus verdugos de entonces: un pitcheo de relevo eficaz al punto de ganar los cuatro partidos cuando los abridores flaquearon, una defensa casi incólume de solo dos errores y una ofensiva agresiva y oportuna, con un líder colectivo, a la manera de Fuenteovejuna.
La novena y el banco de Matanzas parecen no tener fisuras y su tanda de zurdos se torna indomable. Para colmo de suerte, los refuerzos se han inyectado sangre de Cocodrilos, como el espirituano ErielSánchez, quien con su descomunal cuadrangular en extraining se vistió de héroe por primera vez en 12 campañas de play off.
Y entre las transmutaciones también se advierte la“tranquilidad” de su mánager que, sin dejar la energía y preocupación por cada detalle del partido, muestra reposo hasta en la manera pausada con que se dirige al box. Mesa, además, se debe un título como director y no querrá desaprovechar este chance luego de llevar a Matanzas por segunda vez a una final.
En horas, el Victoria de Girón se tornará tormento del rival, aunque, sea cual sea el elegido, se presagia un real choque de trenes.
Eso será si los pronósticos no se voltean a la usanza del pleito Industriales-Pinar del Río, que no ha sido muestra del mejor béisbol con que ambas novenas respaldan su condición de multicampeones.
De un lado, los abultados y dispares marcadores de los tres primeros juegos con nocaut incluido; del otro, la descocida defensa azul y el descalabro casi general del pitcheo pinareño en las tres derrotas iniciales. Para salpicar el espectáculo, la polémica jugada del pasado jueves, que demoró el choque más allá de lo que aconsejaba una decisión bajo el cuño de la apreciación arbitral y del ambiguo reglamento.
Lo mejor para mí ha sido la muestra de los jóvenes brazos, sobre todo de Industriales. Tanto Pedro Durán como David Mena se echaron el Latino en el bolsillo y con el ímpetu de sus escasos años lanzaron de altura y dieron a otros más experimentados una lección de nervios, control y concentración en medio de unas 50 000 personas. Desde el box la otra noticia la ofreció Yosvani Torres, que logró extender la actuación de su equipo.
Lo mejor debe estar por llegar. Y así como árbitros y cámaras deben alistarse para la sacudida telúrica de la finalísima, muchos deben prepararse para cambiar la seguidilla mediática de los cuatro grandes, pues, sea cual sea el desenlace, Matanzas ya le robó el puesto a Santiago de Cuba, que hace rato no es ya del cuarteto insigne del béisbol nacional.
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