Intrusismo profesional, desacertadas estrategias de desarrollo y actividades económicas sin la asesoría adecuada ponen en riesgo los paisajes naturales trinitarios.
*M.Sc. Iván Turiño
**M.Sc. Orlando Martínez Rodríguez
Las noticias que nos llegan a diario por las diferentes redes sociales son sencillamente aterradoras: los modelos de consumo impuestos por la llamada cultura occidental han hecho que el hombre moderno consuma más recursos de los que, a un ritmo natural, el planeta es capaz de producir. ¿Qué dejaremos entonces para nuestros descendientes, si no somos capaces de preservar lo que tenemos ni de conducir a la civilización, sin renunciar al desarrollo, por los caminos de la sostenibilidad?
La Organización Mundial del Turismo (OMT) de la Organización de Naciones Unidas (ONU) señala: “el turismo comprende las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos a los de su entorno habitual inferior a un año, con fines de ocio, por negocios o por otros motivos”.
Para muchos países la actividad turística constituye una de las actividades económicas que más aportan a su Producto Interno Bruto (PIB).
Los visitantes que se reciben llegan atraídos por las más variadas modalidades y ofertas, que no son siempre culturales y enaltecedoras.
En Cuba durante mucho tiempo, a pesar del atractivo de sus bellezas naturales y culturales, no se consideró el turismo como una opción viable para el desarrollo, ya que predominaba el criterio de que sus beneficios económicos resultarían a la postre mucho menores que las consecuencias negativas de una apertura a los visitantes extranjeros.
Las coyunturas económicas y políticas condujeron a una inevitable rectificación del rumbo y, de una escasa cuota de visitantes al año, la cifra ha ido incrementándose hasta rondar los 2 millones en 2012, lo cual se ha visto reflejado también en Trinidad. Pero, ¿corre nuestro territorio el peligro que entraña la turistificación irresponsable de su entorno natural?
La industria sin humo ha pasado a ser la rama motriz de la economía trinitaria, sobre todo a partir de la estrategia adoptada por el país para enfrentar el período especial.
En Trinidad se conjugan, como en pocos lugares de Cuba, elementos físicos, naturales, históricos y culturales que son ideales para el desarrollo de las múltiples modalidades del turismo: hermosas playas y límpidos y cristalinos ríos que atraen a los bañistas durante todo el año; fondos marinos con barreras coralinas, pecios y peces para la práctica del buceo; las montañas, con paisajes casi vírgenes, en las cuales la riqueza y variedad de la flora y la fauna, sin alguna especie peligrosa para el hombre, permiten desarrollar todas las modalidades del turismo de naturaleza o ecológico; cavernas con galerías de centenares de metros que ocultan de la luz del sol impresionantes formaciones espeleológicas; historia rica de cinco siglos, que ha dejado un acervo cultural tan variado que es capaz de satisfacer las exigencias de los más entendidos; un conjunto arquitectónico urbano heredado de la conquista y colonización hispana en América que es uno de los mejores conservados del área del Caribe y que determinó que el Centro Histórico de la ciudad fuese declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
A pesar de todos esos valores y de los intereses desarrollados sobre todo a partir de la segunda mitad del pasado siglo por algunas asociaciones o personas para promover el turismo hacia Trinidad, al triunfar la Revolución en 1959 apenas existía una instalación con las condiciones necesarias para tal fin: el motel Las Cuevas. Posteriormente se inauguraron el hotel Costasur y el restaurante Colonial.
Solo en divisas, en los últimos años el polo turístico de Trinidad ha pasado a ser el quinto a nivel de país, aportó 22 millones de pesos (CUP), lo que en números redondos da un crecimiento anual promedio del 148 por ciento, aunque ya en 1995 se habían alcanzado ingresos del orden de más de 9 millones de pesos (CUP) y las utilidades sobrepasaban los 2 millones.
Para el desarrollo de la actividad turística existen en el municipio cuatro territorios principales: la propia ciudad de Trinidad, el Valle de los Ingenios, la península de Ancón y Topes de Collantes.
En el relieve del municipio se distinguen dos grandes estructuras: hacia el norte y muy cerca de la ciudad se extiende la zona de montañas y premontañas fuertemente diseccionadas que componen las alturas de Trinidad, pertenecientes al macizo de Guamuhaya, e históricamente conocidas como el Escambray. Esta zona montañosa abarca más del 70 por ciento del área total del municipio.
Institucionalmente, diversas instalaciones turísticas como la Finca Ma. Dolores o El Cubano ofertan a los visitantes recorridos y excursiones a través de la campiña. Especialistas de diversas ramas (geógrafos, biólogos y botánicos, entre otros) han contribuido al trazado de las rutas más convenientes, para lo cual han considerado aspectos tales como facilidades en el acceso, capacidad de carga de los sitios, número de visitantes que pueden ser asimilados por hora y días, identificación de las especies botánicas más representativas y diferentes opciones.
Por otra parte, los recorridos han sido dotados de una señalización adecuada, capaces de alertar acerca de peligros o lugares de interés y se han instalado colectores para los desechos sólidos, así como pequeñas bases para el auxilio en caso de accidente.
Pero el peligro no proviene tanto de este tipo de actividad controlada como de aquella que se realiza por el improvisado y creciente número de guías que coordinan con turistas, sobre todo aquellos que pernoctan en los hostales o casas privadas, la realización de paseos y excursiones a sitios de interés natural.
Generalmente sobre varias cabalgaduras, conducen a los interesados a través de senderos a monte traviesa, en los cuales lo mismo puede cortarse una naciente liana que interrumpe el paso de los neodescubridores, armar una improvisada fogata o complacer a una interesada en adornar su cabello con una rara especie de orquídea. De manera que los recorridos a la Poza de Ma. Dolores, al Salto de Javira o al manantial de San Juan de Letrán se han vuelto ofertas cada vez más comunes entre los nuevos “gestores turísticos” que recorren las calles de la ciudad.
Tal actividad poco sujeta al control ha provocado ya algunos inconvenientes, tales como incendios en zonas protegidas y detección en las aduanas de especies animales y vegetales que han sido objeto de comercialización ilegal (como negritos, cartacubas e iguanas), amén de las afectaciones propias sufridas por diversos elementos del paisaje.
No siempre la mayor responsabilidad puede recaer sobre el visitante, que no conoce a fondo la legislación que existe en nuestro país sobre la protección del medio ambiente, sino en aquellos que, a sabiendas, los incitan a violarla a cambio de una remuneración económica que a la postre dejará siempre más perjuicios que ganancias.
Una forma particular del relieve, existente tanto en las montañas como en las alturas monoclinales del sur y el tramo costero del oeste, lo constituye la topografía cársica que alcanza sus mayores manifestaciones en el sistema de cuevas del Valle de La Cantoja, al norte de la ciudad, algunas de las cuales tienen galerías que sobrepasan los 500 metros. Existen otras no menos impresionantes como la Cueva Maravillosa, la Cueva de Los Masones y la Cueva del Hato.
La más antigua de las instalaciones turísticas existentes en Trinidad se llama precisamente motel Las Cuevas, porque se asienta sobre ese conjunto de maravillas con las cuales la naturaleza dotó también al territorio trinitario para agregar una atracción más a su geografía.
Pocos de los paisajes naturales son tan susceptibles de alteración por la acción antrópica como las cavernas, formadas a lo largo de miles de años por la conjunción de múltiples factores; sus formaciones secundarias resultan sumamente vulnerables a la acción del hombre e incluso a los cambios de temperatura que implica la presencia de este dentro de la caverna.
Por otra parte, una singular fauna cavernícola donde pueden ser estudiados fenómenos como la despigmentación y la enoftalmia enriquece la vida dentro de estas cavernas.
Todo ello forma parte de un patrimonio que, si bien puede ser puesto en valor como recurso turístico, debe regirse por la rigurosa supervisión de espeleólogos expertos, los cuales decidirían más acertadamente cuándo, cómo y dónde podrían ser explotadas estas maravillas.
El propio motel Las Cuevas ha puesto en venta una opción de visitas de exploración espeleológica a lo largo de las cuevas de Los Masones y La Maravillosa, bajo la dirección de guías especializados y con un recorrido bien establecido que se realiza siguiendo las normas trazadas por especialistas.
Un tema controvertido ha sido la utilización de amplios salones de las cuevas Carlos Ayala y de la propia La Maravillosa como discotecas, donde la afluencia sistemática de grupos humanos, los desechos provocados por esta actividad y la generación de altos decibeles de música bailable han alterado el equilibrio natural que existió en esas formaciones durante milenios.
Los efectos han sido palpables; uno de ellos, la proliferación de colonias de murciélagos en determinadas edificaciones de la ciudad. Estos mamíferos fueron desplazados por el hombre de su hábitat natural, refugios construidos por la naturaleza a lo largo de milenios, y han tenido que ocupar nuevos espacios en los techos de la añeja villa construidos por el hombre.
La afluencia incontrolada de visitantes poco familiarizados con las técnicas y recursos necesarios para poder explorar y reconocer una caverna sin provocar daños a su frágil ecosistema ha dejado su impronta en el sistema cavernario trinitario: helictitas o estalactitas rotas para llevarse un fragmento como souvenir; grafitis y nombres trazados con humo sobre las paredes; excavaciones en el suelo en busca de algún objeto coleccionable…
Evidentemente, la aprehensión del ciudadano y la participación en las labores de conservación y protección del patrimonio deben armonizar con su puesta en valor como recurso turístico. Esta máxima es doblemente necesaria cuando del patrimonio natural se trata, pues su destrucción o deterioro es prácticamente irreversible, dada la dimensión temporal con que los mismos son creados.
En un Centro Histórico habitado como es el caso de Trinidad, donde cada día es mayor la cantidad de personas involucradas en el desarrollo de la actividad turística, resulta necesaria una permanente capacitación de todos como agentes de proyectos de desarrollo local, e interiorizar, para evitar los negativos efectos que la turistificación pudiera traer, el decálogo para la protección y conservación de la naturaleza cubana, formulado por el eminente científico cubano Antonio Núñez Jiménez y válido tanto para la población como para los turistas:
- Cuidar los árboles.
- Proteger la fauna.
- Evitar contaminar el suelo, el agua y el aire.
- No dejar desperdicios en los campos y playas.
- Respetar las costumbres de los campesinos, sus propiedades y costumbres.
- No romper formaciones en las cuevas ni pintar las paredes.
- No hacer excavaciones sin la autorización del organismo competente.
- No romper los corales y no destruir especies marinas.
- Aprender a manejar mejor la Naturaleza para lograr el desarrollo.
- Respetar la ley para la protección del medio ambiente y los recursos naturales.
Autores del Trabajo:
*M.Sc. Iván Turiño, profesor de la Escuela Provincial del PCC Felipe Torres, de Sancti Spíritus.
**M.Sc. Orlando Martínez Rodríguez, profesor de la Filial Universitaria Julio Antonio Mella, de Trinidad.
Articulo muy pertinente y necesario para el futuro