El artista de la plástica Luis Blanco Rusindo conversa con Escambray sobre la exposición El Tiempo, dedicada al 500 aniversario de Trinidad.
Por la ciudad espirituana de Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988, no parece transcurrir el tiempo. Las fachadas de las casas, los tejados, las calles empedradas… Sin embargo, ha pasado, y muchas son las etapas vividas por la sureña villa, que se atempera a las condiciones de los “nuevos tiempos”, pero mantiene su identidad.
Hoy, ante la vista de nacionales y turistas de numerosas partes del mundo, Trinidad luce sus 500 años, un medio milenio cargado de historias, anécdotas, tradiciones, mitos y leyendas que se unen al patrimonio tangible y hacen de ella un lugar casi mágico.
En homenaje al devenir de la Ciudad Museo del Caribe, numerosos artistas aunaron esfuerzos en una exposición conjunta emplazada en la Galería de Arte Universal Benito Ortiz desde el pasado día 15 y hasta el próximo 28 de enero, donde muestran una ciudad en diferentes épocas. Para conocer los detalles, Escambray conversa con Luis Blanco Rusindo, curador de la expo.
¿Cuál es el concepto de la exposición?
Una reverencia a la ciudad en su aniversario 500. Además de estar conformada por 25 artistas de la plástica experimentados y noveles, refleja la rica cultura acumulada por la historia y la iconografía trinitaria a lo largo del tiempo. No se pretende reconstruir esa historia a modo arqueológico, sino de forma conceptual, artística y hasta lúdica. Se intenta reflejar la unión y diferencia de Trinidad con el resto de Cuba, qué nos hace particulares y qué nos hace homólogos.
Toda obra artística contiene un hilo conductor…
La ciudad, que es rica visualmente, en la plástica y en la cultura inmaterial, background que se intenta reflejar en las obras. Se tratan las temáticas desde visiones particulares de los autores, desde su poética y subjetividad. Hay muestra de tonadas, pregones, fábulas, paisajes… en una especie de limbo, de mezcla del pasado con el presente. Trinidad es única, disímil, llena de leyendas, personajes, y todo ese material se ha tomado como materia prima de inspiración para trabajar las obras.
¿Bajo qué criterio seleccionó a los artistas?
Fue difícil, había artistas de diferentes generaciones y diversos modos de hacer. Ser trinitario no es sólo por nacimiento, también por acoger la cultura y la ciudad, es por ello que entre los 25 que completamos la exposición, hay algunos de otros lugares como Cabaiguán. Justo ahí radica el mérito, en reunir tantos artistas con tantos puntos de vista y maneras de pensar diferentes, además de lo propositivo de las creaciones.
Dividimos la expo en cuatro bloques. Están los que tratan elementos materiales, como la madera y el ladrillo, y que abordan la Trinidad Fundacional, luego, artistas que reflejan la visualidad trinitaria, sus imágenes. También hay un bloque dedicado a la Trinidad rural, enfocado sobre todo al Valle de los Ingenios y a las tradiciones y fábulas campesinas, y un último heterogéneo, una zona ecléctica donde se trata a la villa en su última etapa desde la particularidad visual de cada artista.
Hace algún tiempo la galería quería un proyecto por el 500, y le propuse mostrar la ciudad y su historia mediante muchos artistas, en su mayoría locales, que sienten a Trinidad no como temática impuesta, sino que su obra refleja a la ciudad de forma voluntaria.
La muestra está integrada por varias técnicas…
Hay presencia de la instalación, la pintura sobre lienzo, la escultura, la cerámica, la fotografía…, lo que lleva a un amplio recorrido técnico. Destaca además el catálogo, donde se rescatan las publicaciones periódicas fundacionales de Trinidad mediante el empleo de la tipografía y el diseño de algunas, en especial de El Correo. La idea era evitar la simple relación autor-obra, y que hasta el catálogo fuera una reverencia a los 500. Para ese proyecto contamos con el apoyo del arquitecto Víctor Manuel Echenagusía.
¿Y las obras?
Sin disímiles. Quisimos que no solo se concentraran en la ciudad, sino también en el Valle de los Ingenios, la Trinidad rural, y William Saroza, Noelvis Valdivieso, Eduardo Cornelio y Armando Portier lo reflejan mediante el paisaje tradicional y el empleo del paisaje lineal, con rasgos cercanos al dibujo.
Yamisleidy Martínez confeccionó una cafetera llamada La santísima Trinidad, donde traspola los altares de la iglesia (sus tallas) a un elemento cotidiano y hogareño como la cafetera, y yo hice una obra llamada A la deriva, en la que resumo en tres remos pintados, momentos de la historia trinitaria, enfatizando algunos como la fundación de la ciudad, la llegada de los esclavos y el auge azucarero. Son muchas y todas de gran valor artístico y conceptual.
¿Por qué El Tiempo?
Ese es el Leimotiv de la exposición, pues Trinidad es una ciudad detenida en el tiempo y que se enfrenta al presente, a un intercambio constante con el turismo, lo que la ha hecho otra ciudad, una pequeña pero con aires cosmopolitas.
¿Se quedará El Tiempo en Trinidad?
Queremos que otras ciudades conozcan las obras, quizás las patrimoniales. No es seguro, pero existe la voluntad de los artistas de convertirlas en una expo itinerante, lo que requiere el apoyo de otras personas e instituciones. Esperemos que con la nueva mirada que se le está dando a las primeras villas, la cultura trinitaria se pueda conocer en otros lugares.
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