La reducción de la ventaja del Partido Popular Europeo (PPE) en la nueva Eurocámara coincide con un preocupante avance en ese órgano de euroescépticos, ultraderechistas y neofascistas que los convierten en una amenaza real para Europa.
El PPE controlará 212 de las 751 bancas del Parlamento Europeo con sede en esta capital y Estrasburgo, después de perder más de 60 escaños, muchos de los cuales expertos consideran fueron a parar a organizaciones ultraconservadores, ahora en pleno ascenso.
Dos aspectos parecieron servir como caldo de cultivo para el auge de los ultras en las maratónicas elecciones europeas de cuatro días: la creciente desilusión por lo que puede dar la Unión Europea (UE) y la crisis económica en naciones del bloque.
La primera causa, acompañada de una fuerte retórica contra la intromisión de la EU en asuntos nacionales y el gasto excesivo de sus instituciones y funcionarios fue un punto a favor de los euroescépticos.
El segundo aspecto fue la crisis que llevó a más de 26 millones de personas en toda Europa a caer en el paro, mientras otro tanto quedaba a merced de la aplicación de medidas de ajuste causantes de una depauperación social.
Aunque sin planes concretos para resolver tal situación, agrupaciones como Amanecer Dorado en Grecia, el Partido Nacional Democrático (NPD) en Alemania o Jobbik en Hungría, todas de corte fascista, aumentaron el número de seguidores en esas condiciones.
Solamente en la Eurocámara trabajan más de seis mil funcionarios que atienden las necesidades de 751 diputados, mientras las instituciones comunitarias cuentan con un presupuesto multimillonario.
Todo ello fue explotado por agrupaciones ultraderechistas en varios de los 28 estados de la UE, pero sobre todo, en el Reino Unido, Grecia, Francia, Dinamarca, Eslovaquia, Holanda o Polonia, para ganar terreno en los respectivos escenarios nacionales.
El avance del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) y el de Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen en Francia va más allá de los comicios europeos, donde se registró una asistencia cercana al 40 por ciento.
Así, en Eslovaquia, el ultraderechista Partido Nacional de ese país quedó por debajo de los pronósticos, pero sus controvertidos programas movilizaron al escaso 15 por ciento de los electores que acudió a las urnas, como mismo ocurrió en otros estados europeos.
Tras anunciarse los resultados extraoficiales de las elecciones regionales, se conoció que el bloque de Socialistas y Demócratas aseguró 187 bancas, muy cercano al PPE que debe negociar para buscar apoyo en la elección del nuevo presidente de la Comisión Europea.
Los euroescépticos, ultraderechistas y neofascistas podrían formar un bloque independiente, por primera vez, de casi un centenar de diputados, después del avance del UKIP, el FN, Amanecer Dorado, el NPD y otros de similar corte en las europeas.
Sin embargo, analistas locales comentan que el carácter heterogéneo de las fuerzas ultraconservadoras, muchas de ellas poco interesadas en funcionar dentro del marco de instituciones comunitarias, podría traerles serios escollos organizativos.
Una ultraderecha con una sola voz en la Eurocámara puede amenazar en serio los fundamentos de las relaciones en Europa e incluso destapar viejas demandas vinculadas a las fronteras, estiman expertos comunitarios.
A favor del incremento del voto para los euroescépticos también pudo obrar la existencia de posiciones confusas en lo concerniente a las concepciones ideológicas.
En Francia, por ejemplo, un gobierno socialista impone drásticas medidas de austeridad, mientras en Portugal o España la oposición socialista arremete contra las medidas de ajuste.
Además, las organizaciones ultraderechistas, cuyo auge ocurre cuando existen revisiones de la historia en detrimento del papel jugado por la Unión Soviética o los antifascistas en la II Guerra Mundial, supieron capitalizar mejor el descontento contra la UE.
«La subida de los euroescépticos podría ser más peligrosa que la emergencia del Tea Party en Estados Unidos», estima Mark Leonard, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Para su colega Ignacio Torreblanca, las formaciones eurofóbicas atacan a dos puntos cruciales de la integración europea: la moneda común y la libre circulación de personas.
En efecto, las contradicciones en Europa en el tratamiento del tema migratorio, cuando unos abogan por restringir el ingreso de foráneos al bloque y otros reclaman medidas para evitar catástrofes humanitarias, es otra debilidad aprovechada por la ultraderecha.
Organizaciones como el FN, el UKIP británico o el Partido por la Libertad holandés, de Geert Wilders, basan su avance político en el rechazo a la presencia de inmigrantes en momentos en que la crisis económica hace dejar a un lado valores humanos defendidos por la UE.
La práctica de buscar limitaciones a la inmigración se convierte en habitual por parte de algunos estados como el Reino Unido, donde a nivel institucional se imponen obstáculos a la entrada de extranjeros, incluidos provenientes de otras naciones de la UE.
El resultado de las elecciones europeas parece convertirse en apenas un termómetro del peligroso avance de la tolerada ultraderecha en las políticas nacionales de los estados comunitarios.
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