Recientemente remozado por los 500 años de la villa trinitaria el Museo de la Lucha Contra Bandidos (LCB) es una institución de valor histórico y museográfico excepcional.
Hace mucho que dejaron de transitar por aquí las sotanas carmelitas de los curas o los blancos atuendos de las monjas, y que las largas naves no se repletan de feligreses. Ahora las leyendas tremendas de combatientes y bandidos pueblan sus salas, y un público heterogéneo, compuesto principalmente por estudiantes, investigadores y turistas, escudriña cada objeto expuesto y deambula por todos los rincones.
Ellos ignoran que esta instalación se usó primero como convento entre 1730 y 1848, que después fue cárcel, oficina de la gestión colonial española, valla de gallos, caballeriza y depósito de materias primas; luego, de materiales de construcción y más tarde, de agroquímicos. En esta historia de avatares y mudanzas figura también que en 1926 fue demolido el edificio y solo quedó en pie la torre con su campanario.
En 1930 se reconstruyó el inmueble alrededor de la torre. Entonces pasó a ser escuela pública hasta 1983, cuando volvió a refuncionalizarse la instalación y se creó el Museo Nacional de la LCB, inaugurado el primero de junio de 1984 con la presencia del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, del entonces ministro de Cultura Armando Hart Dávalos y otras personalidades.
El plan de trabajos ejecutados por el aniversario 500 de la villa de Trinidad, celebrado en enero, tuvo un sustancial impacto en el mejoramiento constructivo del Museo Nacional de la LCB —que es su nombre oficial—, tema al cual se refiere el MSc. Roberto Félix Cornelio Manso, museólogo de la institución con largos años de experiencia.
“El museo fue sometido a un trabajo de mantenimiento constructivo con motivo de los 500 años de la villa, donde fueron objetos de obra la Sala de Conferencias, toda la carpintería de la planta baja y la escalera de la Torre-Mirador que hacía dos años estaba cerrada al acceso por las malas condiciones en que se encontraba.
“Debo decir que con vistas a este acontecimiento fueron inauguradas dos nuevas salas; la primera está dedicada a la historia de la edificación, con una colección de fotos desde los tiempos en que era convento —siglos XVIII y XIX— y su demolición posterior a causa del deterioro de su arquitectura original, así como el período en que estuvo funcionando como escuela pública entre 1930 y 1959 y su inauguración como Museo el primero de junio de 1984.
“La otra sala —explica Roberto— es alegórica al fenómeno del bandidismo como tal, que llegó a estar presente en las seis antiguas provincias e involucró a más de 4 000 elementos armados enemigos de la Revolución en el período comprendido entre 1959 y 1965.
En la amplia colección de fotos se puede observar el apoyo logístico que recibieron estas bandas de parte del Imperialismo a través de la CIA, las que fueron combatidas y desarticuladas por la actuación decidida de los órganos de la Seguridad del Estado, el Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias.
En el patio interior también fue restaurada la lancha pirata, la cual fue pintada de nuevo y se le cubrió con acrílico la parte de los motores, en tanto fue reparada la cama del Camión Gaz 51 soviético —transporte básico de las milicias—, y se rehabilitaron muchos objetos dentro de las salas, como las vitrinas, y todas las áreas del museo quedaron como nuevas.
VALIOSO APORTE EN LA COMUNIDAD
Como parte del objeto social de la institución se trabaja directamente con la comunidad, por ejemplo, la conmemoración de efemérides en escuelas ubicadas en el radio de acción del museo, entre ellas las comunidades de Pitajones, Condado, Méyer, y Limones Cantero, todas comprendidas en el Plan Turquino.
De acuerdo con Roberto, también se potencia la actividad museo-docencia, donde se aborda todo lo relacionado con la historia local dentro de las escuelas.
“Allí los alumnos van conociendo acerca de los mártires, de los lugares donde cayeron, de sus vidas, y se relacionan con el mártir que le dio nombre a su escuela o a la calle en que viven; es muy importante que sepan la historia de estos mártires y cómo ellos dieron sus vidas por la Revolución”, subrayó Roberto.
HACIA NUEVAS METAS
El museo ha tenido el honor de recibir importantes visitas, como la del General de Ejército Raúl Castro; a muchos de los embajadores acreditados en Cuba, a Elián González y su familia, y a familiares de los Cinco, apunta Miguelina Duarte, especialista principal.
Otros visitantes ilustres han sido el reverendo Lucius Walker y la Brigada de Pastores por la Paz, así como el luchador puertorriqueño Juan Mari Bras, ambos ya fallecidos. También estuvieron en la institución los agregados militares de un grupo de países amigos.
En el 2013, a pesar de haber estado parcialmente cerrada la institución debido a las obras por el aniversario 500, se recibieron más de 23 000 visitantes y de ellos casi 10 000 turistas extranjeros. En el primer cuatrimestre del 2014 ya hay registrados 5 104 ciudadanos de otros países y 3 527 compatriotas, lo que significa que se superará ampliamente la cifra del pasado año.
Inconformes siempre con lo realizado y dotados con la experiencia de estos 30 fructíferos calendarios, los trabajadores del Museo de la LCB dan sentido a sus vidas al hacer de lo que fuera el antiguo convento de San Francisco un verdadero baluarte de la historia, la cultura y el patrimonio en el centro histórico trinitario.
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