La integración de dos centros de altos estudios en uno con el nombre de José Martí polariza criterios en la comunidad universitaria espirituana
Aquel día, durante un recorrido exploratorio, Martín Santana Sotolongo tuvo la certeza de que se había perdido demasiado tiempo. Allí, frente a él, en un laboratorio de Física de la otrora Universidad de Ciencias Pedagógicas (UCP), estaban las bobinas, como burlándose de sus esfuerzos de tantos años en los que viajó, unas veces solo y otras acompañado por grupos de estudiantes, a Ciego de Ávila para magnetizar semillas.
En sus empeños al frente del Departamento Agropecuario, que luego devendría facultad del centro de altos estudios en su metamorfosis hasta el momento actual, buscaba elevar la capacidad de germinación y el potencial de desarrollo de las simientes. Solo en su homólogo avileño se disponía de equipamiento para ese fin. Al menos eso se pensaba entonces.
Desde su cargo de vicerrector primero explica con su humildad peculiar los beneficios de la integración de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez con la UCP, todo un acontecimiento que marcó la arrancada del presente período académico en territorio del Yayabo.
Como queriendo llevar las plantaciones hasta el momento mismo de la recogida del fruto, lanza otro ejemplo demostrativo: “Ahora disponemos de una finca que se puede utilizar además como área experimental, en lugar de realizar los ensayos en terrenos productivos de otras entidades, como era habitual”.
DE LAS CONTRADICCIONES AL DESARROLLO
En un sondeo de opiniones acerca de la importante transformación, Escambray constató que cierto hálito de misterio la ha estado rondando e incluso varias contradicciones la signan, pues mientras muchos no se cansan de subrayar ventajas y ganancias, otros manifiestan escepticismo y hasta realizan confesiones, grabadora en off, por aquello de “ahí no puede aparecer esto en boca mía”.
Así, se escuchan afirmaciones de los más diversos matices: que si nos van a pedagogizar con toda esa didáctica, que esto fue impuesto, pues no contaron con nadie y las jefaturas no se llevaron a votación; que si ahora estamos apiñados en un local casi 50 profesores, que si se hablaba de reducir plantilla y estuvimos con la angustia de quedarnos fuera, que los de allá se creen mejores y no hacen lo que les toca, que si pareceremos correcaminos, entre un local y otro; que la comida de la nueva sede no hay quien se la dispare; que si van a sacar a los extranjeros de su albergue habitual para acomodarlos en la residencia…
“Debió haberse hecho antes”, espeta, categórico, el doctor en Ciencias Eberto Pablo Gutiérrez Morales, miembro del Centro de Estudios de Técnicas de Dirección de la hoy Facultad de Ciencias Empresariales.
“Los beneficios son muchos—asevera—, no solo por la potencialidad en la infraestructura física de las instituciones, que se unen y se fortalecen; en el personal, en las especialidades, en todos los recursos financieros y estructurales. Además de todo ello, hay cuatro procesos esenciales que le dan un carácter pertinente a la universidad en cualquier parte del mundo: el pregrado, el posgrado, las investigaciones y la extensión de la Universidad fuera de sus muros; todos y cada uno salen ganando. Puede haber una resistencia inicial, pero paulatinamente se recupera”, redondea el primer director con que contara la flamante Filial Universitaria Espirituana, que en el curso 1978-1979 sentara sus oficinas justo en el edificio que por largos años ocupara la Escuela Formadora de Maestros, devenida luego Instituto Superior Pedagógico y más tarde UCP.
Desde una experiencia dividida en las dos instituciones precedentes, el profesor Miguel Salvat, del Departamento de Agronomía, pondera lo que considera un acierto clave: “Vamos a recibir una influencia pedagógica y organizativa, habilidades muy importantes en un profesor que no eran el fuerte de nuestra antigua universidad, donde a veces creíamos que la docencia era algo secundario”.
“La universidad siempre fue una y todos nos graduábamos de ella con bastante rigor. Aquí los locales están bien cerca unos de otros, el más lejano es más próximo que cualquier edificio en la UCLV”, arguye Luis Mario Valdés, vicedecano docente de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y profesor de Zootecnia.
Especializada en temas relacionados con la comunicación, la motivación, la cultura organizacional, el cambio y el liderazgo, la profesora Adilén Carpio subraya fortalezas que ahora se combinan: “La maestría pedagógica de la antigua UCP, sus centros autorizados y su cultura docente. Junto a ello, la cultura de producción científica de la UNISS, su forma de publicar resultados, de hacer relaciones internacionales para el desarrollo y promocionar eventos”.
Con una ambivalencia en materia de presupuestos que lastra los intentos iniciales de acoplar esfuerzos y con los servicios informáticos aún divididos, el alma máter espirituana pugna por limar asperezas y lograr estabilidad en su arrancada.
LOS RETOS DEL COMIENZO
Si se camina por los seis edificios que conforman la nueva universidad en busca de señales, es posible encontrar desde caras risueñas y oficinas bien arregladas hasta rostros recelosos y computadoras en desuso, apiñadas en hileras de mesas. La actual Residencia 1, compuesta por albergues con muchos estudiantes y pocos baños, desató un mar de quejas por su precario estado, en el que filtraciones y salideros hicieron mella en el ánimo de los nuevos allí. Según afirman quienes llevan las riendas del asunto, la situación ha ido cambiando para bien, con el apoyo de las autoridades políticas y gubernamentales de la provincia.
“Ninguna de las decisiones que se han tomado es inamovible — advierte Naima Trujillo Barreto, rectora de la Uniss—. Se trata de una primera experiencia. No ha implicado la reducción de ningún trabajador, docente o no docente. Todo dependerá de cómo podamos gestionar mejor nuestros recursos y de las potencialidades que vayan surgiendo en la integración verdadera que vendrá después, porque ahora es un poquito formal”, apunta la también doctora en Ciencias Pedagógicas y profesora titular.
“Era un proceso todavía de consulta con el liderazgo de las universidades y de los ministerios involucrados—puntualiza—; escuchamos el parecer de los miembros del grupo provincial y de sus subgrupos, porque todavía no podíamos abrirnos a toda la comunidad universitaria, como queríamos. Se procuró que estuvieran representadas las dos universidades, con las organizaciones estudiantiles y políticas.
“Pero estamos abiertos a todas las propuestas que nos hacen los grupos de trabajo, convocamos a la participación. Estamos dispuestos a escuchar las alertas, que todo el mundo sepa que se necesita de mucha creatividad e inteligencia. Tratamos de retroalimentarnos en todo lo posible”, expone.
A diferencia de otros territorios (hay cinco provincias más en la misma situación), en Sancti Spíritus tuvo lugar un cambio de mando y no un simple nombramiento, ya que el rector anterior había sido promovido a otras funciones dentro del Ministerio de Educación Superior (MES). De modo que la integración, paralela al inicio de curso, estuvo acompañada por el proceso de entrega del rectorado y cambio de mando en un lapso corto, según aduce Naima.
En el esquema de la institución figuran seis facultades distribuidas en los tres edificios destinados a la docencia. Como las de mayores matrículas emergen Ciencias Pedagógicas y Humanidades, en tanto a la de Ciencias Técnicas se le adicionó la carrera de Ingeniería Informática, sujeta al traslado de sus laboratorios del antiguo Edificio Docente 1 hacia el local de la otrora UCP, donde ahora reciben clases. De acuerdo con la rectora, se espera que dicha labor esté completada en diciembre.
Mientras la Facultad de Cultura Física se regodea en los amplios espacios de la escuela conocida como Anexa y agradece la proximidad de las instalaciones deportivas, el personal de la de Ciencias Agropecuarias también reconoce las mejoras en su edificio de siempre: “Casi no respirábamos, era un lugar demasiado pequeño. Este salón tan espacioso es gracias a la integración. Tenemos numerosos locales, lo cual debe redundar en una labor de más alcance, sobre todo en la producción científica”, declara Abel Hernández Muñoz, máster en Ciencias y jefe de la recién abierta carrera de Ingeniería Forestal.
Junto a la rama agropecuaria, fundadora de los estudios superiores por estos predios, ocupan el inmueble presidido por la estatua de José Martí otras estructuras, entre ellas un Centro de Posgrado que pondrá fin a las constantes rotaciones de sus alumnos por escuelas del territorio.
Pero no todo versa alrededor de locales. En lo adelante se impone una adecuada interrelación entre las personas que los ocupan y de tales menesteres se encarga ya la Sección de Comunicación Organizacional subordinada a la Dirección General de Extensión Universitaria. Dicho aparato auxiliar, a decir de algunos, ya ha contribuido a prodigarle mayor visibilidad al centro de altos estudios.
ESTUDIANTES AL HABLA
En una mañana lluviosa de finales de octubre, en que debió ser suspendido el primer claustro del año escolar, Escambray sorprendió a Maykel Hernández Morales, alumno ayudante de cuarto año de Ingeniería Informática, en la húmeda plaza del campus universitario adonde lo trajeron los cambios.
“Uno tiene que adaptarse, ya que somos los únicos perjudicados y eso nos golpeó psicológicamente. Los demás amigos se quedaron allá y a nosotros nos botaron, como quien dice. Caminar no es problema, sino las condiciones. Antes estábamos en una de las mejores becas del país. Acá los baños son colectivos, existen filtraciones, la comida no es tan buena…”.
Sus condiscípulos aluden a la doble sesión que se impone, debido a la necesidad de trasladarse a la vieja sede por cuenta de los laboratorios y del correo electrónico. Pero no son los únicos en admitir también: “aquello por la noche se cerraba, aquí se hacen actividades y hay encuentros entre carreras, hay canchas, más estudiantes, para beneficio general”. Otros respiran tranquilos al saber que cesó la “pedidera y/o alquiladera” de recintos para grandes actos o graduaciones, porque ahí está el teatro con todas las condiciones necesarias. “Y esto aquí es bonito, hay hasta más mujeres, porque allá éramos muchos varones”, adereza Maykel, en un intento por suavizar su descarga.
ALERTAS DESDE LA SAPIENCIA
Aunque mucho puede hablarse aún sobre la estructura y las potencialidades del nuevo centro de altos estudios, que aglutina ahora a 32 carreras y a más de 100 doctores en Ciencias, Escambray prefiere reseñar las reflexiones de algunos especialistas sobre el proceso en marcha, a modo de tejas que puedan prevenir probables goteras:
“Somos una universidad politécnica a la que se llega con prácticas diferentes (…), ambas se deben acercar para construir una cultura del docente universitario que distingue e identifica a todas las universidades del mundo. Creo que en este momento se debe ser cuidadoso en cualquier medida o cambio que se vaya a emprender. En el futuro habrá que preguntarse quiénes son los verdaderos líderes que deben dirigir la Universidad en todas sus estructuras, para mejorar los procesos de dirección” (José Ignacio Herrera Rodríguez, profesor del Centro de estudios de Ciencias de la Educación Superior).
“Que la balanza se incline hacia una dirección u otra dependerá de tres factores: La atención y cuidado que las autoridades del MES y de las organizaciones políticas y gubernamentales en los territorios le den al asunto; la agudeza y cuidado que ponga el directivo al frente de la nueva institución, quien debe ponerse guantes de seda para tratar con los trabajadores, pues el choque de culturas organizacionales es muy serio; y la actitud de los trabajadores, docentes o no, el cómo la gente asuma este proceso” (Adilén Carpio, profesora del Centro de Estudio de Técnicas Avanzadas de Dirección, doctora en Psicopedagogía).
“En este momento (…) es importante estar monitoreando todo el proceso en cada una de sus estructuras, porque allí surgen las contradicciones, pero también las nuevas ideas y las soluciones, y en la contradicción nace el desarrollo” (doctor en Ciencias Eberto Pablo Gutiérrez Morales).
En tanto el equipo de dirección apela a toda la capacidad creativa del claustro, llama a sostener lo mejor de las dos culturas e insta a ir resolviendo deudas pendientes en cada una de las instituciones integradas, a escasos metros de la rectoría un hombre que frisa los 70 años parece inmutable entre papeles, equipos y teléfonos.
Leo Ignacio Torres Rodríguez, quien vio surgir la universidad desde su simiente, continúa inamovible en esa suerte de puente entre los estudios superiores de Sancti Spíritus y el resto del país. Luego de 34 años en el mismo edificio donde fungió primero como jefe de despacho y luego como asesor del rector, los cambios de local y de jefe no parecen afectarle.
Con su clásico olor a cigarro y esa curvatura en la espalda que le imprimió el tiempo, lanza una sentencia aleccionadora: “Siempre los humanos rechazamos el cambio, aunque sea para bien; luego nos percatamos de los beneficios. Esto aquí está bonito, las personas son agradables. Podemos armar una gran universidad, depende de nosotros que sea grande”.
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