La iglesia católica celebra este domingo un acontecimiento sin antecedentes en más de dos mil años de historia de esa institución: la canonización de dos papas con la presencia de dos pontífices.
El papa emérito Benedicto XVI y el papa Francisco encabezarán las canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII, en una ceremonia que atrajo al Vaticano a cientos de miles de peregrinos de todas las regiones del mundo.
Benedicto XVI ocupará un lugar destacado junto a más de 100 cardenales, un millar de obispos y seis mil sacerdotes, de acuerdo con el programa de la ceremonia anunciado por monseñor Liberio Andreatta, presidente de la Obra romana para los peregrinos.
Dos Papas vivos estarán presentes en la canonización de dos Papas santos, afirmó Andreatta, en rueda de prensa que develó algunos aspectos de la ceremonia de doble canonización, la cual se espera sea vista por dos mil millones de personas en todo el orbe.
Muchas horas antes decenas de miles de fieles católicos comenzaron a colmar calles y avenidas cercanas a la Plaza de San Pedro, muchos con el propósito de acampar al aire libre, propósito que no siempre pudieron cumplir debido a las medidas de seguridad.
Las primeras estimaciones sitúan en 800 mil a un millón el número de personas que llegó a Roma para presenciar un momento histórico de la Iglesia Católica, muchos de ellos portando las banderas de sus respectivos países.
El acontecimiento reunirá a más de 20 mandatarios, entre ellos los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, de Italia, Giorgio Napolitano, de Polonia, Bronislaw Komowski y el electo de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén.
En total se esperan 98 delegaciones oficiales para la ceremonia que estará vigilada por 10 mil agentes y 26 mil voluntarios de Protección Civil, además de 600 voluntarios adicionales para fortalecer el trabajo de la Cruz Roja en Roma.
Como todos los grandes acontecimientos, la doble canonización no transcurre ajena a polémicas, a partir de lo que algunos consideran un proceso demasiado rápido en el caso de Juan Pablo, canonizado apenas nueve meses después de su muerte.
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