Múltiples son las causas del decaído pulso veraniego en la escuela, supuesta institución cultural más importante de la comunidad.
“Escuela abierta al verano”, alardeaba el cartel refutado por las puertas cerradas de la primaria Julio Antonio Mella en la ciudad espirituana. “Hoy solo vino el administrador”, confesó la auxiliar de limpieza Maria Josefa Román, asomada ante el toque reporteril.
La exigida cartelera cultural, “desde arriba”, recibió a Escambray con anuncios de encuentros de narración y de la actividad Yo pinto mi cuento, a cargo de la biblioteca escolar ese día; pero ni sombra de libros, colores, muchachos, vecinos o bibliotecaria…
Un periplo periodístico por centros educativos encontró desolación en lugar de competencias de cantos en la escuela especial Efraín Alfonso o de talleres de teatro y clases de Power Point en la Arcelio Suárez, amén del personal especializado que asume órdenes: “Hay que estar aquí, aunque se sabe que no viene nadie”.
La ausencia de público infantil y comunitario sabotea la recreación en muchas de las 84 escuelas inscritas como funcionales en la etapa estival, donde se movilizan 40 bibliotecarias, 278 profesores de Educación Física, 70 de Computación, 298 instructores de arte, 110 directivos y 328 maestros.
¿Promoción intramuros? ¿Cuestionable calidad de las propuestas? ¿Creatividad en fuga? ¿Incentivo ausente? ¿Estímulo invisible? Múltiples son las causas del decaído pulso veraniego en la escuela, supuesta institución cultural más importante de la comunidad.
No hay que ser experto en mercadotecnia para olerse la poca acogida de las mismas actividades que normalmente se desarrollan durante 10 meses de período académico.
“Me sé de memoria los jueguitos que hay en el laboratorio”; “Las películas son viejas o nos ponen la programación de verano que veo en mi casa”; “Repiten la misma obra de teatro”; “Vengo un día, cuando no hay más nada”; “Prefiero ir a la playa”; “No nos llevan a pasear, ¿quién quiere ver la escuela en vacaciones?”; “No dan nada ni venden un dulce a precio asequible”, opinan los alumnos.
La solicitud de confituras, dulces y otros comestibles, así como de visitas a sitios de interés cultural, sociohistórico o recreativo dentro y fuera de la provincia no pende solo sobre el sector educacional. Más bien, de la robustez de gestión, entendimiento y respaldo de organismos como Gastronomía, Cultura, Inder, Transporte…
¿Por qué no se cohesionan las fuerzas si el verano es uno y la Comisión de Recreación, también? ¿Cómo diseñar y ofertar entretenimiento en el marco escolar si se desconocen u obvian las necesidades, preferencias e intereses de la comunidad?
Ante la parquedad de ideas, opciones seductoras y recursos, el centro docente pierde la competencia con el parque infantil, los encuentros deportivos y el cine de la localidad, la televisión o computadora hogareñas, los equipos mecánicos e inflados de los carnavales, el Ocio Club y El bosque en la cabecera provincial, los viajes de familia y hasta con el juego de bolas de la esquina…
Carmen Cabrera Otero, metodóloga provincial de Educación Artística al frente de las propuestas del sector para el verano, coincide: “Cada escuela tiene que hacer lo propio, según las características del lugar donde está ubicada y divulgarlo mejor; atraer la gente al centro o identificar dónde juegan los niños y jóvenes o confluyen los adultos en el barrio e ir hasta la mata de mango, el banco o la calle. La escuela debe desbordarse de la cerca perimetral.
“Hoy no son los mismos planes vacacionales de antes. Una carta de la Ministra prohíbe el traslado de niños. En compañía de la familia se autoriza, como los viajes a la playa realizados por escuelas de Trinidad en coordinación con entidades del territorio, una experiencia positiva a socializar. Educación necesita más apoyo”.
Salvan del paro al verano escolar Las cruzadas culturales, los cursos de guitarra y de manualidades en Jatibonico y Fomento, las giras de la Guerrilla 50 Aniversario, el trabajo de la Asociación de Combatientes en Cabaiguán y del Palacio de Pioneros trinitario, según Cabrera Otero, quien añade que el horario de la tarde resulta el más concurrido en áreas deportivas de planteles docentes.
Asimismo, los campamentos de pioneros de Jatibonico, Sancti Spíritus y Fomento sobresalen como las opciones de mayor aceptación, con rotaciones de 50 y más de 100 niños cada tres días o semana. Mas, se extraña mayor representatividad local en instalaciones nacionales de este tipo, como Ismaelillo en Cienfuegos.
Una experiencia efectiva, constatada por este semanario, muestra la escuela Miguel Ruiz Rodríguez, de Fomento, donde, camino al plantel, pedagogos artísticos “arrastran” a cuanto lugareño tropiezan. ¿El premio?: diplomas o marcadores, lápices, dulces caseros aportados por padres y vecinos, “aunque, la participación ha mermado”, reconoce la especialista de Música Lisandra Rodríguez.
Al parecer, el verano en Educación ceba más carteleras que satisfacciones. No lo digo yo que pillé por los pelos la época de oro del plan vacacional. Lo dicen padres con bolsillos más estragados, quienes hoy agachan la cabeza ante la negativa de sus hijos a veranear en la escuela.
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