Aunque Salvador Cisneros Betancourt había alertado que la Enmienda Platt iba en oposición de nuestra independencia, en la sesión secreta del 12 de junio de 1901, de los 27 delegados presentes, 16 votaron por su aceptación
El ultimátum del imperio fue tajante: como condición ineludible para retirar la ocupación militar en 1902, no podía quitársele ni una coma a la Enmienda Platt, la cual se imponía como apéndice a la Constitución de 1901. Aunque Salvador Cisneros Betancourt había alertado que su aprobación “va en oposición de nuestra independencia absoluta (…), esclavizando para siempre la suerte de los cubanos venideros”, en la sesión secreta del 12 de junio de 1901, de los 27 delegados presentes, 16 votaron por su aceptación.
Mediante la mencionada enmienda, Cuba consentía que los Estados Unidos pudieran ejercitar el derecho de intervenir “para la conservación de la independencia cubana”. En otro acápite, tan lesivo a la soberanía nacional como el anterior, se determinaba que “para poner en condiciones a los Estados Unidas de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados”.
Sobre este último apartado, una vez más se alzó la voz de Cisneros Betancourt para expresar: “¡Qué astutos son y cómo se interesan por sus bienes propios! … Se olvidan que con esta condición cercenan el territorio cubano, lo cual es contrario en todo al artículo primero”.
Se refería el prócer a la propia Enmienda Platt, donde se planteaba: “el Gobierno de Cuba nunca celebrará con ningún Poder o Poderes extranjeros ningún Tratado u otro convenio que pueda menoscabar o tienda a menoscabar la independencia de Cuba ni en manera alguna autorice o permita a ningún Poder o Poderes extranjeros, obtener por colonización o para propósitos militares o navales, o de otra manera, asiento en o control sobre ninguna porción de dicha Isla”.
Una vez establecida la independencia formal, el 20 de mayo de 1902, Washington presionó al gobierno de Estrada Palma para la firma de los tratados que la Enmienda estipulaba como obligatorios. El 16 de febrero de 1903 en La Habana y el 23 del propio mes en la capital estadounidense, se suscribía el acuerdo para el arriendo de tierras en Guantánamo y Bahía Honda.
Nueve años después el convenio sobre los terrenos de Bahía Honda fue rescindido pues a Estados Unidos le interesaba más ampliar el área de la base de Guantánamo, a la cual le llamaban entonces “estación naval”. En 1943 cambió su denominación a “base naval de operaciones; “desde1952 su nombre oficial es “base naval”, la cual mantiene de entonces acá su extensión de poco más de 117 kilómetros cuadrados, casi la mitad de tierra firme y una cuarta parte, de pantanos. La línea costera se extiende por unos 17 kilómetros.
¿PROTEGER AL PUEBLO CUBANO?
Nunca la actual base naval ha servido para preservar la independencia cubana, más bien ha constituido “un trampolín de agresiones”, como le califica el historiador René González Barrios. Pocos días después del estallido de la protesta armada de los Independientes de Color (mayo de 1912) 750 marines desembarcaron en la Base. Desde allí 250 marcharon a Daiquirí y otros 50 a El Cobre para proteger propiedades yanquis. Luego arribaron más efectivos y más de 2 500 se desplegaron, desde el enclave militar, a lo largo de la línea férrea guantanamera, que obviamente pertenecía a una compañía norteña.
Cinco años más tarde, con la sublevación de los liberales, más conocida como “la guerrita de La Chambelona”, miles de marines y soldados usaron la Base como trampolín para dislocar tropas por Camagüey y Oriente, Todavía en 1918 quedaban 30 000 de ellos custodiando propiedades yanquis.
¿BASE NAVAL O ANTRO?
Como La casa del sol naciente del sur estadounidense, que denunciaban en una canción Eric Burdon y The animals durante la década de 1960, la Base Naval devino antro de corrupción y miseria para muchachos y muchachas. Varias fueron las pandemias que proliferaron en los poblados vecinos con motivo de la cercanía del enclave militar: juego, prostitución, drogadicción, contrabando de todo tipo, pedofilia. Según los historiadores locales, 27 prostíbulos funcionaban en la zona, que albergaban más de medio millar de meretrices, sin contar las cuarterías clandestinas, casi siempre destinadas a prostitutas negras, porque ningún burdel podía incluirlas en su nómina, de acuerdo con una ley nunca escrita.
Tres médicos atendían la salud en esos establecimientos para que ellas “no enfermaran” a los efectivos acantonados en la base, En cambio en Caimanera, el pueblo más cercano, no había médico establecido, sino uno que venía de otra localidad semanalmente a la Casa de Socorros.
Recientemente el autor de estas líneas junto con los miembros del Comité Ejecutivo Nacional de la Unión de Historiadores visitamos Caimanera y constatamos que hoy día funciona allí un policlínico integral, un materno infantil y 13 consultorios del médico de la familia, atendidos por 30 trabajadores de la Salud.
TIEMPOS DE REVOLUCIÓN
El Gobierno de los 100 días fue el único en las cuatro primeras décadas del siglo XX que repudió la Enmienda Platt. Aunque Washington contribuyó decisivamente a la caída de ese gobierno, comprendió que la enmienda era ya obsoleta y era necesaria sustituirla con nuevos mecanismos neocoloniales. El 29 de mayo de 1934, al suscribirse el Tratado de Relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, se abolía el Tratado Permanente de 1903, es decir, la Enmienda Platt oficializada por un acuerdo de gobierno a gobierno y no como simple apéndice constitucional. Pero se convalidaba la permanencia de la base naval de Guantánamo sin fijarle fecha límite a esa ocupación.
Como dicen varios historiadores, desde Emilio Roig de Leuchsenring hasta René González Barrios, la enmienda se iba pero nos dejaba la Base Naval, la economía subyugada por los tratados de Reciprocidad Comercial (1934) y de cuotas azucareras, y procónsules a la manera de Jefferson Caffery.
Por el arriendo de la base, Estados Unidos pagó desde un poco más de 3 millones de USD anuales (1934) hasta unos 4 millones, que es lo estipulado hoy.
En enero de 1959 un funcionario del Gobierno revolucionario, de manera inconsulta, aceptó el pago mensual. A partir de febrero, cuando Fidel asumió como primer ministro, se rechazó cobrar suma alguna, pues Cuba lo que reclama desde entonces es la devolución de ese territorio.
En los últimos años la Base Naval de Guantánamo solo ha servido para las provocaciones contra nuestro país, las cuales han costado las vidas de varios compatriotas guardiafronteras, y más recientemente, como campo de concentración para emigrados cubanos y haitianos ilegales y de prisioneros de las guerras emprendidas en los últimos años por Estados Unidos.
Cuba ha reclamado la devolución de ese territorio en diversos organismos internacionales y no cesará de hacerlo hasta recuperar la soberanía total de esa parte de nuestro país. Como dijera Fidel, “la base naval es un puñal enclavado en el corazón de la tierra cubana… base que no le vamos a quitar por la fuerza, pero pedazo de tierra al que no renunciaremos jamás”.
Fuentes consultadas: Historia de la enmienda Platt, de Emilio roig de Leuchsenring, y Un Maine detenido en el tiempo, de René González Barrios.
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