En una experiencia sui géneris, apoyada por moradores de las comunidades que salpican sus lomas, los bosques espirituanos duermen tranquilos.
Desde la morada que poco a poco va tomando forma en uno de los puntos más altos de Gavilancito son visibles los bosques. Altivas, diáfanas, puras lucen las 600 hectáreas de áreas forestales con diversos matices de verde que rodean el lugar. En la cocina rústica que ahora sirve de facilidad temporal, Sara Arteaga se deshace en atenciones.
No es la suya, por ahora, más que una choza con viejos utensilios y un fogón de carbón junto al cual señorea una hornilla eléctrica. Salvo ese último detalle, todo recuerda a las abuelas de décadas atrás, cuando el fuego y el calor expelidos por los trozos de madera quemada resultaban garantías de exquisitez en las comidas.
LA ATENCIÓN AL HOMBRE, LO PRIMERO
Aun limitada por una operación reciente, la mujer de cachetes colorados asiste a la construcción del inmueble de tablas, aunque muy confortable, que los acogerá en lo adelante a ella y a su esposo Adalberto González, integrante del Cuerpo de Guardabosques desde hace años. Como muchos otros que en la serranía ejercen la misma labor, Adalberto es el encargado de velar por que la zona permanezca libre de conductas lesivas para la arboleda y las riquezas que se esconden en ella.
La experiencia no resulta casual: la construcción o asignación de viviendas en los recónditos parajes donde laboran, para el mejor cumplimiento de sus misiones, es una estrategia que ha beneficiado ya al menos a una decena de hombres con sus respectivas familias, según asegura el teniente coronel José Manuel (Manolito) Pérez González, jefe del Cuerpo de Guardabosques en la provincia de Sancti Spíritus.
Cabe decir que a esa función meramente protectora se suma otra no menos relevante: la vigilancia permanente para detectar la presencia en la zona de agentes enemigos que procuraran asentarse en ella y socavar desde allí la tranquilidad del archipiélago. “Nuestros hombres conocen el terreno de su zona palmo a palmo y saben a qué atenerse en cada circunstancia”, apunta Manolito. Por ello y porque el hombre en cualquiera de los propósitos es siempre lo primero han centrado el interés no tanto en la parte de reuniones y chequeos como en la relativa a los afectos y las atenciones puntuales a cada una de las necesidades de sus trabajadores y de sus seres más allegados.
El año en curso trajo para las montañas del territorio una novedad que, al decir de la citada fuente, es única de su tipo en Cuba: la creación de destacamentos De frente a la serranía, conformados no solo por los guardianes habituales, sino además por personas del lomerío que ayudan a preservar las riquezas naturales. Ya se habla de resultados que involucran a padres y madres, trabajadores, promotores y hasta niños, todos los cuales colaboran en tareas de diversa índole.
De lo que es ya cotidianidad por las lomas, con mayor destaque en las del municipio de Fomento, hablan no solo quienes llevan cargos, sino también los ciudadanos comunes que alertan con el aviso oportuno acerca de algún evento peligroso. Participan en propósitos nobles, como el suministro de agua y comida a las aves en tiempos de sequía mediante la búsqueda de alternativas para la nidificación, y la creación de una conciencia ecologista que ayude al resguardo permanente de recursos de la flora y la fauna.
UN ACCIONAR COMO DE COLMENAS
“Tenemos una efectiva relación con las comunidades montañosas. Hemos establecido un sistema de circuitos, los cuatro existentes son El Pedrero, en el consejo popular del mismo nombre en Fomento; Sierra de Bamburanao, en Meneses, Yaguajay; Lomas de Banao, en La Sierrita, Sancti Spíritus, y Camarones, en las montañas de Trinidad. Las restantes áreas funcionan a través de inspectores”, declara Pérez González.
En días habituales y hasta en jornadas del período vacacional puede hallarse a activistas de Cultura y del Instituto Nacional de Deportes y Recreación (Inder), de conjunto con los guardabosques y otros factores de la comunidad, en sus funciones de divulgación acerca de la importancia de las áreas boscosas y la necesidad de preservarlas. Las alturas incluidas dentro del Plan Turquino espirituano son escenario, esporádicamente, de talleres conjuntos en los que se presentan ponencias sobre las bondades de la naturaleza en cada uno de los lugares y la manera de ponerlas a salvo.
En sitios específicos del macizo montañoso de Guamuhaya funcionan singulares círculos de interés con escolares, cuyos integrantes adquieren conocimientos y habilidades para incentivar la reproducción de las aves silvestres, prevenir incendios, fomentar la siembra de especies maderables y cumplir otras misiones de vigilancia. “Gracias a eso ya no se dan las grandes cantidades de multas en Jíquima de Alfonso por mala conservación del suelo, caza menor, quemas de campo sin autorización o no aplicación de medidas para evitar la erosión”, abunda la ingeniera forestal Idania Montero Gómez, técnica en Gestión de la protección en el circuito de Guardabosques de El Pedrero.
Muchas de estas acciones tienen lugar en sitios y monumentos históricos enclavados en las cercanías, a los que prodigan atenciones. Con el verdor de las montañas como fondo y en parajes como Gavilancito, donde ahora nace la vivienda de Sara y Adalberto, se vela por los bosques. Gracias a ello el Plan Turquino espirituano se mantiene libre de ilegalidades, con esa paz que ya querrían para sus sitios de residencia muchos espirituanos.
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