Cuba ha venido adoptando medidas concretas en la esfera económica, que incluyen un incremento progresivo de las exportaciones y la sustitución de importaciones
El crecimiento presuroso de los contactos diplomáticos de Cuba con un grupo de naciones industrializadas de occidente —además de la potenciación de los que mantiene con China y Rusia—, la llegada constante de delegaciones extranjeras a La Habana y la firma de importantes acuerdos en el campo económico constituyen síntomas del cese definitivo del aislamiento que ha vivido el país durante décadas y del consecuente inicio de un despegue.
Tomemos como ejemplos la gira realizada hace unas semanas por el Presidente Raúl Castro por Argelia, Rusia e Italia, los contratos firmados en los dos primeros países y las reuniones sostenidas con los respectivos mandatarios, incluido el Papa Francisco, en Roma, como testimonio de la apertura de Cuba hacia el mundo, y del mundo hacia Cuba, como postulara el finado pontífice Juan Pablo II.
Para cualquier observador se hace evidente que los tiempos han cambiado a favor de Cuba, y que el anuncio conjunto de los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama del 17 de diciembre pasado, sobre la intención de normalizar relaciones —un hecho netamente político— empezó a tener repercusiones económicas prácticamente desde ese mismo instante histórico.
A partir de entonces la política y la economía marchan de la mano, con la particularidad objetiva de que, mientras en el primer aspecto —el acercamiento Cuba-USA— el ritmo resulta necesariamente lento por los factores que lo lastran, en el económico la dinámica da muestras de ir más rápido, sobre todo con los socios de Washington, los cuales se apresuran por acudir a esta isla socialista para explorar perspectivas y hacer negocios.
Particularmente, en los días finales de abril y el mes de mayo, el ritmo de las visitas de dignatarios y altos funcionarios extranjeros, así como empresarios, ha tenido un crecimiento acelerado, marcado por la presencia de Federica Mogherini, secretaria de Exteriores de la Unión Europea; de una delegación del Reino Unido, que partió dejando una cartera de negocios por 400 millones de dólares, y la presencia —por primera vez en la historia de los vínculos bilaterales— del canciller japonés Fumio Kishida.
Raúl realizaba su gira por Argelia y los dos países del Viejo Continente ya mencionados, una delegación de la Duma rusa, acompañada de importantes empresarios, se encontraba en La Habana para sostener reuniones de alto nivel con sus homólogos en la isla. Particularmente el presidente de la cámara baja de la Federación, Serguéi Narishkin, expresó durante el acto por el aniversario 55 de las relaciones entre los dos países, que “Cuba y Rusia tienen planes grandiosos”.
Sin tiempo para descansar de su periplo internacional, el Presidente cubano recibió a su homólogo francés Francois Hollande, con quien sostuvo varias conversaciones en un clima cordial y sincero, mientras la delegación que lo acompañó exploraba posibles negocios de la cartera de cerca de 250 proyectos en distintas esferas que ofrece Cuba. Ya en el aeropuerto, el mandatario galo —primero de su rango que visita la nación antillana— auguró el inicio de una verdadera avalancha de gobernantes extranjeros que seguirían su ejemplo.
En este ámbito, un artículo de Reuters con el título Cuba: Tonto el último, plasmaba la idea de que, ante la evidente y explosiva apertura de Cuba en los ámbitos diplomático y económico, sería ignorante y lento el mandatario u hombre de negocios de empresas importantes que no se apresure por llegar pronto a la isla a explorar sus potencialidades.
Y es axioma casi incontrovertible el que, tras políticos y empresarios —del país que sea— llega el capital, y ese dinero, en forma de crédito e inversiones se necesita como el aire para el despegue de la economía cubana, cuyo repunte del Producto Interno Bruto (PIB) debe alcanzar este año el 4 por ciento.
Por lo pronto, vale decir que Cuba ha venido adoptando medidas concretas en la esfera económica, que incluyen un incremento progresivo de las exportaciones y la sustitución de importaciones, el incremento de inversiones en esferas claves de la agricultura y la industria, y disposiciones que permitan acrecentar la rentabilidad y productividad del trabajo, con vista a potenciar el mercado interno que propicie un aumento del nivel de vida.
Independientemente de los daños que aún nos ocasiona el bloqueo, un manejo adecuado de las oportunidades que se abren, junto con la decisión de incrementar los pagos de la deuda a nuestros acreedores extranjeros hasta más de 5 000 millones de dólares en 2015, deben garantizar una cifra equivalente de nuevos créditos en dinero fresco, necesarios para el crecimiento a un ritmo no menor del 6.5 al 7 por ciento anual del PIB, nivel imprescindible —según especialistas— para el desarrollo de Cuba.
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