O el Aedes aegypti se ha vuelto más inofensivo o las personas son más inmunes o el dengue ya es casi un catarro común. A juzgar por el statu quo imperante hoy en Sancti Spíritus, al menos eso parece. Será porque nos hemos ido acostumbrando a pasar de un estadio a otro sin transiciones, con una facilidad espantosa: del pecado oficial de reconocer la existencia del dengue a la confesión pública; del temor de padecerlo a reírnos, como ahora, del peligro. Y esto último, precisamente, es lo más preocupante.
Hace solo unos días una lectora y vecina de Escambray traía a esta redacción la alerta: el dengue hoy se padece y se trata en la casa. No es ninguna prescripción médica ni un novel protocolo de tratamiento, pero lo cierto es que sucede, que se sabe por todos y que todavía ningún antídoto ha sido efectivo para cortar una práctica tan nociva y contagiosa como el mosquito mismo.
“¿Qué está sucediendo, qué nos ha sucedido y por qué hay un incremento de casos febriles? Porque los pacientes se quedan en su vivienda y se nos niegan a ingresar —esclarece Asiris Pérez Pérez, directora del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM) —. Hemos tenido que ir a buscar los enfermos febriles a su casa, pero muchas veces cuando los detectamos ya han pasado tres o cuatro días, que es el período en que trasmiten la enfermedad y una vez que la mosquita adulta lo pica continúa la transmisión y nunca va a parar. Por cada paciente con dengue en esas condiciones tenemos 15 casos más que van a enfermar”.
Tales negativas o ese supuesto juego al escondite de muchos —que para el caso viene siendo lo mismo—, dicen las autoridades sanitarias que es una de las causas de tamaña desproporción: a menos focos de Aedes más casos de dengue. Tampoco descartan, lógicamente, al mosquito: de los 259 focos detectados en la provincia, 211 se hallan en el municipio cabecera, sobre todo en el Consejo Popular Parque y en el Consejo Popular Olivos.
Y mientras sigan vectores volando poco se podrá sofocar una explosión que amenaza con incendiar más allá del perímetro de riesgo. Con tal certidumbre lo reconoce la directora del CPHEM: “Podemos decir que hoy tenemos un incremento de los casos de dengue en el municipio de Sancti Spíritus. Desde los primeros días de enero hasta la fecha hemos ingresado entre 300 y 450 pacientes con fiebre, tanto en el Hospital Provincial como en el Pediátrico, que están en estudio de dengue y de ellos ya tenemos como casos sospechosos alrededor de 100 pacientes. Disminuir los focos y aislar al enfermo es lo único que va a impedir que la población completa tenga dengue”.
Pero en las instituciones sanitarias todo está establecido para que nadie que presumiblemente padezca dengue regrese a la casa. Según el doctor Ángel Luis Zayas Luis, jefe del servicio de Medicina Interna en el Hospital General Universitario Camilo Cienfuegos, “todo paciente que provenga de una zona de riesgo, fundamentalmente, y que presente un síndrome febril inespecífico es sospechoso de dengue, por lo que requiere ingreso hospitalario. Lo que está pasando es que el paciente se queda en la casa y viene a los dos o tres días al médico con todas las manifestaciones clínicas: fiebre, dolor detrás de los ojos, en la cabeza y en las articulaciones; erupción en la piel, vómitos y diarreas”.
En las orientaciones todo está previsto para que ningún enfermo se le escape al sistema de Salud: los consultorios médicos con los ojos abiertos ante la más mínima línea de fiebre, los policlínicos con consultas especializadas para la atención de estos pacientes, los hospitales con salas disponibles para la hospitalización…
Hasta este minuto no ha sido suficiente ni totalmente efectivo. Lo creo porque si hay un médico de la familia por cada 800 y tanto habitantes, si hasta los estudiantes de Medicina andan de casa en casa poniendo termómetros, si se supone que los trabajadores de vectores pasan revista del patio a la sala, si en la cuadra, aunque no haya guardia cederista, siempre hay alguien que se las sabe y las ve todas, ¿cómo es posible que los casos febriles se escondan?, ¿cómo se entiende que las autoridades sanitarias se enteren tardíamente que en tal lugar hay alguien con fiebre?
Mas, las culpas no pesan únicamente sobre las espaldas de Salud. En el Código Penal se condena a quien contribuya a la propagación de epidemias y negarse a ingresar en tales condiciones puede ser un delito y aún, que se sepa, nadie ha sido enjuiciado. En cada barrio hay militantes, cederistas, trabajadores, federadas… y en pocos lugares los vecinos delatan a quien no acude al médico —que en lugar de chivatería viene a ser una obra de bien común—; en varias reuniones se chequea el trabajo multifactorial y todavía siguen escurriéndose salideros, recogiéndose desechos ahora y proliferando microvertederos ahorita; en la prensa toda se advierte y la gente continúa creyendo que por ser casi del núcleo familiar el Aedes no es dañino.
Sinceramente me cuesta creer que alguien, en su sano juicio, ante la más mínima sospecha, decida no ir al médico y esperar a morir en su lecho. Sinceramente, tampoco imagino a nadie en casa con un mosquitero a cuestas para fregar, limpiar, cocinar… sin ser visto en tamaño desvarío y con la familia de brazos cruzados. Sinceramente me niego a pensar que algún médico se arriesgue a internar a alguien, con tal patología, en el hogar.
Ya se sabe que el cepillado de los tanques elimina hasta la más poderosa de las larvas, que la fumigación mata a cuanto mosquito encuentra, que la limpieza destruye cualquier criadero del vector…; habrá que hallar entonces el modo de neutralizar también a los hombres porque nada beneficioso ha resultado de esa coexistencia a puertas cerradas.
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