La exposición Cerca del mar y del monte, de la autoría de Raúl Abreu, encuentra en el Museo de Arquitectura Colonial de Trinidad puerto definitivo.
Luego de engalanar la galería Tristá, perteneciente al Centro de Promoción y Eventos de la Oficina del Conservador de Trinidad, con motivo de los cinco siglos de fundación de la tercera villa de Cuba; luego de realizar una travesía por predios espirituanos y el capitalino Hotel Nacional, las 50 fotografías de la exposición Cerca del mar y del monte, de la autoría de Raúl Abreu, encuentran en el Museo de Arquitectura Colonial de Trinidad puerto definitivo.
La tejedora anónima, el pescador del poblado La Boca, las manos con criaturas de guano, las procesiones del Santo Entierro, la peregrinación de la Virgen de la Caridad, los esclavos en el ingenio Manaca Iznaga, entre otros personajes y estampas populares comparten ahora la misma prominencia que el historiador de la ciudad Manuel Lagunilla, el fallecido trovador Pedrito González, Isabel Béquer, La profunda; Chichi, el patriarca de la familia Santander, o Carlos Mata, El pintor de la noche…; fusión que convierte el salón de la otrora vivienda de la familia Sánchez en un espacio donde palpita el espíritu trinitario.
Sin embargo, no existe aquí el regodeo de los fotografiados, sino la voluntad de contar la historia local a partir de la imagen, de enriquecer el patrimonio fotográfico del terruño; iniciativa del creador habanero, quien declaró que con este gesto deja parte de su alma en la tierra donde ha encontrado otra familia.
“Honor a quien honor merece, decía Martí. Cuando presenté mi exposición Juego de luces, en la Escuela de Oficios, me comprometí a realizar una exposición por el 500 aniversario de Trinidad —señala Abreu—. Empecé a estudiar con mayor profundidad la historia local porque todo fotógrafo debe conocer el pasado del lugar al que se va a enfrentar. Eso, unido a la convivencia con quienes me brindaron su casa durante los meses de trabajo y el roce con los trinitarios, me llevó a conocer una ciudad diferente. Después supe que la canción Cerca del mar y del monte cumplía 40 años de escrita y decidí rendir un homenaje a la composición, que es como un himno al territorio. Más tarde entendí que esa exposición no podía estar en otro lugar. Por eso la dono al pueblo trinitario, junto a una serie de audiovisuales a propósito de los festejos por el medio milenio, como regalo a las generaciones presentes y futuras”.
Bien pudo Abreu rendirse al conocer que la muestra está valorada en 50 000 dólares, según especialistas extranjeros. Mas, “fuera de aquí, estas fotos no tienen sentido. Yo también quiero permanecer cerca del mar y del monte”.
Aun cuando se trata de una imagen estática, el fotógrafo se aventura a retratar el olor, el sabor que circunda un elemento arquitectónico, un rostro arrugado, un paisaje crepuscular; tendencias heredadas de los estudios en la Academia San Alejandro o la incursión en el universo del séptimo arte.
Tales influencias llevan al museólogo Víctor Echenagusía a considerar la muestra como “un discurso antropológico sobre la realidad actual de una vieja ciudad que arropa su historia, leyendas y tradiciones en una impresionante autenticidad a pesar de la globalización cultural que aqueja al mundo hoy”.
Se abre así un camino donde el lente se fundirá con otras manifestaciones, pues al decir del creador: “Pienso abrir una galería sobre la temática afrocubana en la Casa-Templo Yemayá, para convertirlo en un espacio sociocultural. También quiero trabajar con el arquitecto Lázaro Morgado en Topes de Collantes y el pintor Carlos Mata en una exposición de paisajes nocturnos, entre otras ideas que espero concretar próximamente”.
Justo cuando la tarde caía este lunes, la institución enclavada en un costado de la Plaza Mayor tenía un matiz diferente. Seguía siendo el sitio donde reposan goznes, arcos de medio punto, puertas decimonónicas y muros de embarro. Mas, las paredes de una de sus salas exhibían los instantes atrapados por un obturador y nuevas almas merodeaban en los alrededores.
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