Reseña de un internacionalista casi desconocido: el español Francisco Ciutat de Miguel, figura clave en la Lucha Contra Bandidos
Una sencilla libreta escolar, escrita en tinta verde y con caligrafía bien legible, revela detalles, palabras claves: cerco, batallones, Operación Jaula, encuentros con Fidel, gráficos desplegados a mano con la presunta ubicación de Osvaldo Ramírez, Evelio Duque. Copia de una información capsular que recoge flashazos en la vida prácticamente desconocida de un hombre conocido con tres diferentes nombres.
El Comandante Angelito, Ángel Martínez Reazola, no nació con esas generales. Inscrito en Madrid, en octubre de 1909, como Francisco Ciutat de Miguel, desde muy joven elige su destino. Las fotografías de juventud regresan su imagen de buen mozo, ya enfundado en traje militar.
Según consta en los documentos del Museo de Lucha Contra Bandidos, al inicio de la Guerra Civil Española ya había ganado los grados de teniente de Infantería. Fiel a la República, se le encomiendan misiones en los ejércitos del Norte y del Levante, donde se desempeña como Jefe de la sección de operaciones. Participa en la batalla de Santander y por sus méritos resulta ascendido a teniente coronel.
De reconocida filiación comunista, tras el fin de los combates inicia una vida errante que lo lleva a la Unión Soviética, donde primero estudia y enseña en una academia militar y después se involucra en la Gran Guerra Patria: participa en la formación de grandes unidades en la zona de los Urales e integra una de ellas en la región de Moscú hasta concluir la contienda como coronel del Ejército Rojo. Por entonces lleva el seudónimo de Pável.
Pero el eterno soldado no descansa y se incorpora a otros conflictos bélicos antiimperialistas como asesor en Argelia, en la guerra de Vietnam y el 4 de marzo de 1960 llega a Cuba como el comandante Angelito.
La joven dirección de la Revolución aprovecha su experiencia y le encomienda el estudio de la situación creada por la contrarrevolución en el Escambray, donde participa en el diseño y ejecución de la Lucha Contra Bandidos.
Hasta 1976, fecha en que recibe el nombramiento de coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, este soldado internacionalista concreta importantes contribuciones a los mandos militares y a la organización de la defensa nacional.
Sus valiosos servicios quedan reconocidos por la patria adoptiva cuando recibe la Orden Playa Girón, la Medalla XX Aniversario del Moncada, Medalla XX Aniversario del Desembarco del Granma, entre otras condecoraciones.
Marcado por las distancias y con un reconocido prestigio como estratega militar, regresa a España en 1977, donde participa en la reorganización del Partido Comunista, que lo elige por sus tantos méritos miembro del Comité Central. En su tierra escribe el libro Relatos y reflexiones de la Guerra de España 1936-1939, uno de los más interesantes análisis de aquel conflicto bélico.
Tiempo más tarde, ya enfermo, regresa a La Habana para recibir tratamiento médico y permanece en la isla hasta su muerte, el 30 de noviembre de 1986. Los restos mortales de este hijo adoptivo de Cuba descansan merecidamente en el Panteón de las FAR del cementerio de Colón.
Una de las salas del Museo de Lucha Contra Bandidos rinde honores permanentes a este hombre, incluidas unas décimas anónimas donde engarzan su fidelidad a Cuba y las habilidades que lo convirtieron en un combatiente imprescindible: Angelito, duende pequeño, diligente y preciso/ Nos enseñaste a cuidar del verde caimán a punto de desaparecer/ En el momento exacto de la tempestad/ Jamás sabremos de todas tus travesuras/ Pero siempre estarás entre nosotros…
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