Con casi medio siglo frente al aula Argilio Meneses Meneses aún cree que el magisterio es una lección por aprender.
Educar es un árbol que nunca deja de crecer
A primera vista a su sapiencia la delatan aquellos surcos desiertos que le entran más allá de la frente y le dejan abierta ese par de lagunas en medio del pelo. Para rematar están los ojos, que desentrañan afectos y confiesan muchas lecturas; y las manos grandísimas con unos visos de polvo blanco como de trazos de historias; y al final —o al principio, no sabría ubicarlo— una voz en torrente como de quien habla enseñando.
No lo vi jamás camuflándose a la par de Mackandal mientras intentaba adentrar a los muchachos en El reino de este mundo; ni siquiera seduciendo a esos mismos alumnos con las pasiones en pugna de los Capuleto y los Montesco. Pero lo conocí por sus clases de Español-Literatura o más bien por las remembranzas de uno de sus tantos discípulos.
Acaso por eso cuando nos encontramos no me hicieron falta más referencias: él no es Argilio Meneses Meneses, como se nombra, en La Sierpe toda y mucho más allá; simplemente es el maestro.
Lo supo con una docena de años quizás, el día aquel que se sentó por vez primera en un aula, en ese local improvisado en las proximidades de El Jíbaro, donde nació. Cada una de aquellas señoritas venidas de la ciudad a compartir saberes lo contagiaría de esa fascinación por enseñar.
“Yo he sido un apasionado del magisterio desde muy temprana edad, tuve maestras excepcionales que me inculcaron ese sentimiento profundo, pero fue solo una influencia porque yo sentía ese sentimiento desde antes. Durante todo mi proceso de estudio además de ser estudiante yo fui maestro”.
Y por esa dualidad suya se pararía frente al aula para alfabetizar —aunque cursaba el quinto grado— y sustituiría a la maestra Zoila Gómez en aquel empeño y hasta pasaría con felicitaciones las supervisiones de los inspectores de Villa Clara que certificarían sus clases preparadas únicamente con la metodología de la vocación.
Fue un rapto de amor incontenible. Solo por eso saldría entonces de la cobija de los padres y de los hermanos y partiría para Minas de Frío —donde no había más aulas que las estacas plantadas en medio de las lomas, pero bastaba para que las lecciones se dieran silvestres—, Topes de Collantes, Tarará… Aquel 8 de agosto de 1969 el título de pedagogo venía a aquilatar un sacerdocio asumido desde mucho antes.
Pero ni las clases que recién graduado debió impartir en la Sierra de los Órganos, allá en Pinar del Río ni el cambio de profesor de Geografía al de Español ni el trabajo en las diferentes enseñanzas ni la consagración de su vida al lado de otra maestra ni el regreso a las aulas sierpenses le han podido librar de ese temor que lo sobrecoge todavía antes de dar una lección.
“Yo cada vez que voy al aula voy un poco tenso porque no sé si ese día podré cumplir con las expectativas que llevo como maestro y no siempre la persona viene con el mismo sentido emocional, pero tú tienes en el momento que te enfrentas al aula ponerte a analizar hasta por los ojos de los estudiantes cómo vienen. El maestro es más que saber una disciplina, hay que ser, en cierta medida, un psicólogo y descubrir solo con la mirada qué espera, qué quiere y necesita el alumno”.
Lo ha ejercitado durante años, supongo. Pero quien lo escucha hablar y lo mira de frente, a ratos no ve más que unos ojos nublados por la emoción, a un señor de 68 años que no sabe hacer otra cosa en este mundo si no educar —¡bendita necedad!— y al que le faltan todavía siglos para aprender a vivir sin los alumnos. Cuarenta y seis cursos frente al pizarrón le parecen pocos.
“Yo no me reincorporé, yo continué, porque nunca he dejado de dar clases. Me jubilé cuando tenía 62 años y 40 y tantos de servicio y volví al aula, porque te voy a ser honesto: no hallo cómo levantarme por las mañanas y no salir rumbo a la escuela, es lo único que he hecho en mi vida. Yo solo he vivido del magisterio con un infinito amor”.
Ha sido otro comienzo: el de los alumnos en duodécimo grado, allá en el Instituto Preuniversitario Urbano de La Sierpe y la preparación para las pruebas de ingreso; el de los teléfonos celulares, el pelo amoldado a los antojos del moderno bisté, el reguetón… y el profe hasta compartiendo audífonos en el receso para ganar complicidades. Mas, la contemporaneidad también azuza ciertos desvelos.
“Por qué razón vamos a tratar de captar en duodécimo grado para que se formen como maestros a los que no cogieron otra carrera y por qué no provocar que el maestro que está dando clases tenga, de acuerdo con nuestras dificultades, lo que necesita para vivir, para estar estimulado y que el alumno lo vea como debiera verlo y no como lo está viendo y que el maestro que salga ahora lo haga con deseos de poder trabajar porque él sienta que lo van a reconocer, lo van a tener en cuenta. Si usted no admira, no respeta y no ama lo que hace no puede hacerlo”.
Es uno de los dolores que pesan luego de tantos años. Quizás por eso en sus clases intente contagiar vocaciones, rescatar valores desgastados, concienciar… sin otra imposición que el conocimiento.
“El maestro es una persona que está hecha para transformar al ser humano para el bien, yo diría que es el médico del alma. Soy exigente, pero le dije a un colega hace poco que si la palabra amamantar existe por qué no decir apapantar y yo soy en ese sentido de una relación muy estrecha con los estudiantes. Soy de los maestros que pasan más la mano que el que regaña”.
¿Ha imaginado algún día cómo será su última clase?
“A lo mejor es la peor, pero va a ser la más sentida”.
¿No ha pensado entonces en colgar la tiza?
“No, pienso que todavía no sé nada y el día que cierre los ojos yo creo que voy a decir me fui intentando siempre ser maestro y no lo logré, porque el maestro no termina. Yo no dejaría de ser maestro, me parece que dejar de serlo significaría dejar de vivir y yo quiero vivir”.
A la puerta del preuniversitario un muchacho de camisa apretada en los bíceps se le abalanza para darle un beso sin imposturas, como se acaricia a los padres, y sobreviene luego el abrazo estremecedor. No me hicieron falta más respuestas, parados allí, en el umbral de la escuela, lo único que lamenté es no poder escuchar jamás ninguna de sus clases.
Yo no he tenido la dicha de estar en un aula recibiendo su clase. Yo solo he podido estar junto a él desde el mismo día en que nací, le he visto estudiar, prepararse para sus clases, le he escuchado declamar poemas, entonar lecturas, prepararse para sus visitas e inspecciones cuando era Metodólogo de Humanidades en el Municipio La Sierpe, lo acompañe a su discusión de Teisis de Licenciatura en el Pedagógico de Cabaiguan, lo he visto repasar a sus alumnos y preparar metodológicamente a los maestros, lo he visto ayudarles para que se superen, lo he visto preocupado en espera del resultado en las pruebas de sus alumnos, lo he visto mientras se prepara para salir de casa hacia la escuela, los he visto a él y a su esposa preparando su portafolio, he visto su ropa muy limpia y planchada, he visto su taza de café, su café con leche, su higiene, su porte, le he visto transformar su pelo negro por el de plata, lo he visto perderlo, he visto cómo se aclaran sus pupilas y como se enrojecen sus ojos, he visto dónde guarda sus títulos y medallas y los libros y revistas de los que está llena su casa. Yo he podido discutir con él sobre tantos temas de la vida, sobre el magisterio, sobre la revolución, sobre la vejez, sobre la juventud, sobre Fidel, sobre sus hermanas, sus padres, sus sobrinos, sus hijos, sobre Minas de frío, Minas de Matahambre, sobre Topes de Collante, Tarará, sobre la alfabetización, sobre los Macarenko. También he visto a tantos maestros y alumnos venir a su casa solo para hablar con él, para disfrutar siendo un cretino o un camajan como acostumbra a jugar con ellos. Los he visto sonreír y reír por eso. Mi padre siempre espera algo bueno de la vida, es muy optimista y espera mucho de todos para continuar aprendiendo.
Quizás mi padre no pueda leer todos estos hermosos comentarios que ustedes han hecho sobre él y su obra, pero les prometo que le voy a mencionar todos sus nombres. También le diré el tremendo orgullo que he sentido leyéndolos, sobre todo porque sé que escribieron con toda la sinceridad que un hombre como él merece. Además, quiero agradecerle a la periodista, ha sido un regalo hermoso no solo para mi papá, sino para todos los que lo amamos y valoramos.Gracias, gracias de verdad.
gracias maestro por dedicarse a esta noble y hermosa labor ,maestro de maestro asi lo considero , mi hija liliam estudiante de deudecimo grado en el pre universitario la sierpe aprendio a valorar su gran labor y le dedicara su evaluacion final de ingreso a usted ,cuando su telefono suene ese dia en su nueva recidencia sera para darle las gracias por existir. que dios lo dendiga
No sabes cuanto me alegró ver este artículo y la satisfacción que sentí al ver el reconocimiento que se le ha hecho al trabajo de toda una vida de este compañero, maestro y amigo. Muchos no hemos sido sus alumnos directos, sin embargo ha influido en la formación profesional de una gran cantidad de personas, entre las que me incluyo, siendo siempre ejemplo de sacrificio y buena voluntad. Nunca olvido en mis inicios en la ESBEC Eliseo Reyes de Mapos, como él con otro grande del Magisterio( Ernelio), amanecian en ese centro los días de visitas para regalarnos preparaciones metodológicas de alta calidad. Tampoco olvido como en el ejercicio final de la maestría nos proporsionó las armas necesarias para salir victoriosos del reto, además de las buenas acciones que tuvo para conmigo en todos los años en los que viví en La Sierpe. Te recuerdo con mucho cariño, ojalá y tengas muchos años más de vida y que pasen otras generaciones por tus manos. Un abrazo.
Tal vez como siempre encuentres un millon de errores en lo que escribo, como un estilo raro e incoherente. Tal vez ni pueda por aqui expresar lo orgulloso que me siento de haberte conocido y por dejar que te quiera como lo has hecho siempre.
Tal vez ni veas estas palabras, pero igual tengo que escribirlas.
Querido viejo muchas gracias por tu esfuerzo de que mami viniera. Por tu guia, por tu bondad, por tu familia, por acercarme a Ana, a Josvi y a Josli. Muchas gracias por todo. Un fuerte abrazo de tu camajan jajajaja como me dices jocosamente.
Tuve el privilegio de ser su alumna en tres oportunidades en mi 5to y 6to grado y después en mi 8vo grado y con propiedad puedo decir que ha sido uno de los mejores maestros que tuve en mi vida dejo huellas que aun después de muchos años no olvido,mi agradecineineto eterno a este gigante de la educacion,que se ha mantenido firme educando a través de los años cuando muchos abandonaban el barco,también tuve el privilegio de que mis hijos fueran sus alumnos,así que ya es tradición familiar,me une un cariño muy especial a este hombre y a su esposa la maestra Ana,saluods maestro y que dios aun le de mucha vida haciendo el bien.
Felicidades gran hombre. Ejemplo d ser humano. Lo admiro mucho.Que Dios le de fuerza y mucha vida.Mis más sinceros saludos.
Me alegra mucho este artículo, ver como se le hace justicia a través del reconocimiento público a este humilde hombre de talla gigantesca como profesor, Argilio a quien conocí en un examen de cambio de categoría docente para profesor auxiliar, cuando terminó con su oratoria llena de conocimientos y buenas prácticas pedagógicas, solo pude exclamar a los demás compañeros del tribunal evaluador, este es el profesor que todo padre y abuelo aspira tener para su hijo o nieto, mis felicitaciones para usted maestro Argilio, quien nunca se da por vencido en la noble labor de educar.
Mis saludos para este amigo y colega de profesión, cuanto me alegra que se le haya dedicado este artículo en la prensa, por la obra de toda una vida.
Argilio tiene razon: El magisterio es mas que la mas hermosa de las profesiones:es un acto de fe, que solo se termina con la muerte.Hace decenios que no imparto una clase y me siento tan maestro como cuando ejercia.Felicidades Maestroy que Dios le permita seguir regalandole a sus muchchos su magisterio por muchisimos años mas.Gracias periodista por ocuparse de estos verdaderos heroes que siguen trabajando a pesar de que un camarero en un hotel de turismo gana mucho mas que el.
Desde Boyeros La Habana una espirituana que vivió muchos años en la Sierpe donde llegué con 19 años y me fui 20 años después y la cual se lee » su periodico » Escambray todos los dias , le envia un gran abrazo a esa maravillosa y sensible persona que es Argilio, quizas el no pueda leerme pero sus hijos tan bellos como de seguro siguen y a los cuales no veo hace muchos años le puedan decir que lo recuerdo con mucho cariño..Me alegró ver todos los comentarios que reconocen tu hermosa labor de educar , tu sensibilidad ..Te recuerdo con esa elegancia innata que tienes, esa que te hace parecer casi un Lord inglés y no un » guajiro » nacido y criado al Sur del Jibaro..Deseo con todo mi corazón que la vida te premie con mucha SALUD…Un abrazo para ti, tus hijos y Anita.
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Flérida lei tu comentario amiga, si puedes leerme escribeme que hace tiempo perdimos contacto..Aqui te dejo mi correo..
minelva@infomed.sld.cu
No se preocupe Minerva el sabrá que lo recuerda.