Ganador de varios lauros en la XIX Bienal Internacional de Humorismo, Ramsés Morales trasmite un mensaje crítico y reflexivo a través de la imagen hiperbolizada
Aún consciente de tener delante una caricatura, el espectador no dibuja siquiera una sonrisa. Calla, frunce el entrecejo, coloca la mano en la barbilla. En la imagen no existe más color que la tonalidad bautizada por el dibujante como Verde Ramsés para ilustrar la amargura que le dejan algunos acontecimientos.
Dicha sobriedad constituye el recurso del trinitario Ramsés Morales Izquierdo a la hora de llevar al papel las llagas que laceran la realidad, con el propósito de llamar a las conciencias, más que una simple denuncia agazapada en el dibujo.
Tres figuras bastan, por ejemplo, para mostrar la desigualdad que carcome al mundo de nuestros días: un árbol cuyas ramas frondosas apuntan al Occidente, mientras que el lado infértil está reservado para el Oriente. En cada polo un niño: el primero contemplando la belleza del follaje y los frutos apetitosos; el otro, resignado al paisaje devastado.
Tres figuras bastan, por ejemplo, para denunciar la prepotencia humana, de acuerdo al status personal: un limpiabotas con expresión de asombro ante dos señores encopetados que se disputan quién merece abrillantar primero sus zapatos.
Tales personajes habitan en las obras que enviara el artista trinitario a la XIX Bienal Internacional de Humorismo, celebrada en San Antonio de los Baños el pasado abril, donde conquistó el premio Tomy on-line con Abundance and lack (Abundancia y escasez) y el segundo puesto en la categoría de humor general gracias a la suspicacia de Yo primero, título de la obra del lustrador.
Si bien está acostumbrado a que sus dibujos recorran infinidad de espacios especializados y aparezcan en publicaciones como La Calle del Medio, a Ramsés todavía le cuesta creer que a sus manos llegara el reconocimiento que rinde homenaje al fallecido caricaturista cubano Tomás Rodríguez Zayas. También le parece una alucinación que aquel día, entre más de 23 países asistentes, el premio tuviera olor a Trinidad.
“Con Abundance… quise representar la disparidad que existe en el mundo respecto a la distribución de los bienes. Para mostrar esas consecuencias nada mejor que pensar en los niños, que deben pagar casi siempre por las decisiones absurdas de los adultos. Como en todas mis obras, invito a reflexionar sobre los rumbos equivocados que los seres humanos le damos a nuestro mundo. Ya había obtenido premios en otras bienales, pero este fue muy importante por lo que representa Tomy para quienes, como yo, les apasiona la caricatura de prensa. Además, que me lo haya entregado Gerardo Hernández Nordelo fue muy significativo”, comenta.
¿Cuánto crees que hay de Tomy en ti?, pregunta Escambray.
“Creo que fue uno de los editorialistas más importantes de la contemporaneidad. Imposible medirme por su mismo rasero, pero si tuviera que señalar algunos puntos en común, diría que me considero un dibujante más de Granma que de Pa´lante, como Tomy. De él me queda la necesidad de no callar ante lo que está pasando, de no dibujar por dibujar, sino de poner en la palestra pública una situación incómoda con un toque de humor, pero un humor refinado, sutil, no el que produce la risa inmediata”.
Esa suerte de credo lo acompaña todos los días cuando se dispone a cumplir la rutina de dar vida a los dibujos porque “este oficio requiere disciplina, como todos. No se trata de sentarse a dibujar muñequitos, como a veces escuchas decir en tono despectivo”.
Quizá la aplicación del método resulte la clave para comprender la fructífera carrera de Morales Izquiero, quien engrosa su currículum con muestras personales, colectivas, premios en eventos nacionales y foráneos junto a la autoría de varios libros de historietas en torno a la conservación patrimonial y el acercamiento a episodios que han tenido como escenario a Trinidad.
Ahora los días le transcurren hilvanando el discurso de una trilogía de dibujos editoriales inspirados en el cuidado del patrimonio universal; una primicia que confía a este medio de prensa.
“El primer tomo está completamente diseñado, se llama El libro blanco del Patrimonio —detalla—. Le seguirán el color rojo y el azul, en alusión a nuestra bandera. Cada volumen tiene 100 caricaturas. Esta vez los dibujos independientes son más oportunos que una historieta para trasmitir un mensaje más fuerte. Para mí resulta preocupante lo que sucede con el patrimonio mundial y los intentos de borrar toda huella de culturas pasadas. Por eso a través de las páginas se establece una guerra por preservar la memoria histórica y sensibilizar a los lectores acerca de la necesidad de defender lo heredado de los antepasados”.
A la espera de acuerdos definitivos para materializar el sueño, Ramsés continúa hurgando en los males de la cotidianidad para contar sus historias de cada día. Vuelve a mirar sus más recientes preseas y constata que no se imagina en un mundo fuera del lápiz, la hoja en blanco, la risa pícara e inteligente, el dibujo atrevido y el color que él mismo creó para expresarse.
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