Las indagaciones científicas valoran el tramo costero La Boca- María Aguilar, escenario de una alta concentración de bloques de este tipo de piedra
Investigadores del Centro de Servicios Ambientales (CSA) de Sancti Spíritus, con el apoyo del Museo Nacional de Historia Natural, radicado en La Habana, realizan por primera vez estudios científicos para valorar los procesos que tienen lugar en el tramo costero La Boca-María Aguilar, en particular la alta concentración de megabloques, bloques y cantos que se extiende por varios kilómetros a lo largo de la línea de costa, formaciones de evidente antigüedad y asumidas, hasta ahora, como huracanolitos.
Además de Trinidad, en la costa sur cubana hay otras tres zonas con marcada presencia de bloques de roca coralina: Guanahacabibes, en Pinar del Río; la Isla de la Juventud y Guamá, en Granma, pero nunca en el país se habían encauzado estudios científicos para interiorizar en esas estructuras rocosas, detalló a Escambray Esteban Acosta Rodríguez, investigador del Grupo de Estudios Ambientales del CSA, perteneciente el ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
El también licenciado en Geografía sostiene que las indagaciones transitan por la fase primaria y se derivan de una de las vertientes del Programa de Manejo Integrado de la península de Ancón, el patrimonio costero, en este caso un entorno caracterizado por rasgos singulares y poco repetitivos en el resto del territorio nacional, a la vez que tales conocimientos son de interés de cara a los riesgos y la vulnerabilidad de la zona.
“Este primer acercamiento permite afirmar, por ahora, que los megabloques son el resultado de eventos de alto nivel de energía y que el discernimiento entre tipos de depósitos detríticos gruesos costeros producidos por las acciones del oleaje anómalo, inducido por los huracanes (huracanolitos) o por los tsunamis (tsunamolitos), es aún una tarea muy difícil.
“Sin embargo, hasta hoy no hay criterios firmes para negar que parte de esos grandes bloques sean el resultado de la acción de tsunamis, dada la irregular, pronunciada y contrastante relación morfológica entre las tierras montañosas emergidas, el abrupto talud costero y la significativa profundidad del lecho marino —más de 4 000 metros de desnivel— en la región del entorno cercano”, declaró Esteban Acosta.
Por los estudios ya realizados los investigadores determinan que existen varias generaciones de bloques depositados durante diferentes episodios de tormentas y de gran oleaje, definen que el área se caracteriza por la abundancia de acumulaciones de huracanolitos a lo largo de la costa y, en general, establecen que los megabloques son de forma irregulares, predominantemente angulosos, simétricos a tabulares; mientras por sus dimensiones los catalogan de variables, desde algunos centímetros hasta casi dos metros.
Las investigaciones, que en dependencia de la densidad de los bloques abarcan una faja de 5 kilómetros, contienen entre las acciones específicas la medición de perfiles para determinar el tamaño de las piedras, la forma, redondez y variedad litológica; establecer la densidad media de las rocas, la caracterización de varios perfiles de la línea de costa, e incluyen observaciones complementarias sedimentológicas y otras, en busca de la acción de tsunamis (paleodunas, lagunas y barras).
Los estudios en marcha toman en cuenta la amplia información sobre la geología de la región inmediata, las particularidades del área de interés y las mediciones que se están realizando con equipos topográficos de última generación; en tanto, tienen como antecedentes las observaciones efectuadas en la costa del este habanero después de haber sido impactada por el oleaje intenso que produjo el huracán Wilma en el 2005.
Expertos de la Geología cubana suscriben que las manifestaciones de esos procesos de oleaje extremo son el colapso de los techos de las cavernas costeras, dando lugar a la formación de caletas, el desplome de los techos de los nichos de marea y el transporte de arena y bloques de roca coralina tierra adentro sobre las terrazas emergidas.
Según la bibliografía especializada existen datos históricos de tsunamis en el Caribe occidental, como los que afectaron a Port Royal, en Jamaica, en 1692, y a Azua, República Dominicana, en 1751. En Cuba se han reportado algunos como el de 1939, asociado al terremoto Remedios-Caibarién, con magnitud II en la escala Rudolph, una de las utilizadas en el mundo para medir terremotos y tsunamis.
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