Recientemente condecorado por la Universidad de Madrid, el trinitario José Antonio Pérez Menéndez encuentra en los elementos arquitectónicos de la villa el motivo para investigar.
Su figura regordeta, la blancura de la piel, la bolchevique para protegerse del sol y el sonido constante del obturador pueden confundirlo con uno de los turistas que deambulan a diario por el Centro Histórico trinitario, o tal vez pudiera ser una especie de maníaco por el afán de retratar hasta el último detalle de un alero o balcón. Quienes lo conocen, sin embargo, saben que la costumbre no obedece a trastornos obsesivos por la fotografía, sino a un algoritmo para historiar el pasado.
Más de una década ha transcurrido desde que el trinitario José Antonio Pérez Menéndez encontró en aleros de tejaroz, gola y tornapuntas, balcones, pestillos, cerrojos, llaves de antaño… un terreno apenas husmeado por el olfato investigativo; pretexto suficiente para plantar sus andariveles sin más herramientas que el deslumbramiento y métodos convencionales dirigidos a estudiar elementos arquitectónicos en ocasiones opacados por la magnificencia de una edificación.
“Estos detalles tienen una historia por contar y también contribuyeron a que la ciudad mereciera la condición de Patrimonio de la Humanidad. Casi siempre se ven como algo complementario, adosados a una construcción, y puede que en su momento hayan convertido un palacio en un inmueble único. Dichos elementos evolucionaron a la par de la propia arquitectura y, por tanto, merecen estudiarse desde la individualidad”, sostiene.
Ahora, las caminatas bajo el sopor del mediodía, el insomnio por encontrar el eslabón perdido, el empeño por demostrar la validez de una tesis, las escaramuzas libradas contra sí mismo cuando el cansancio lo acechó, se ven recompensados con la insignia dorada que convierte a José Antonio en uno de los pocos trinitarios en pertenecer a la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula, adjunta a la Universidad de Madrid y representada en Cuba por la Oficina del Historiador de La Habana, gracias a los aportes al patrimonio edificado de la villa a partir de aspectos poco analizados desde la investigación científica.
“No solo significa el reconocimiento a tanto tiempo de labor como responsable del área de superación e investigación en el Museo de Arquitectura, donde trabajo, sino el agradecimiento a quienes me han dado ánimo, a las instituciones que siempre abren las puertas para colaborar, porque sin ellos ningún estudio pudiera realizarse”, apenas atina a comentar.
Fascinado por un nombramiento que no cree merecer, recuerda los días en que se dispuso a reconstruir la desperdigada y malcontada historia de la radio en Trinidad a partir del testimonio de quienes protagonizaron la llegada de las ondas sonoras a tierras sureñas. Entonces comprendió que del título de ingeniero termoenergético, emitido por la Universidad de Cienfuegos en 1986 y del desempeño en Moa en cuestiones fabriles, quedarían solo las memorias y el ejercicio del aprendizaje constante.
Consciente de que el punto final no existe en las pesquisas, este descubridor de misterios en las pequeñas cosas siempre deja la puerta abierta a nuevos enigmas. Con vista aguzada pone sobre la mesa de trabajo una caterva de libros para desentrañarle los secretos, esta vez, a la herrería de la villa.
Mas, desde hace algún tiempo, le ronda la misma inquietud: “¿Quién investigará en los próximos años? Al pasar por el Archivo, la Biblioteca, el Centro de Documentación Manolo Béquer apenas ves jóvenes. ¿Y si nadie escribe la historia de mañana?”.
Carlos es un excelente periodista, ademas de un apasionado por su ciudad, por eso sus historias son tan amenas y a la vez tan conmovedoras y esta no es la excepcion. Felicidades amigo, muchas felicidades, gracias por mostrarnos a todos esos detalles escondidos de Trinidad.