Aunque el territorio vivió una semana ajetreada culturalmente hablando, el anhelo de convertir la cita en un evento sin precedentes se cumplió solo en parte.
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Escambray no viene a aguar la fiesta. Tampoco a sembrar cizaña a punto de la clausura, prevista alrededor de las 10:00 p.m. en la peña cultural en El rincón de Pedrito, de un evento que ha ratificado que la ciudad detenida en el vientre de Cuba tiene alma de fiesta, aunque el almanaque indique más de medio milenio de existencia.
Desde fechas tempranas del año ya comenzaba a cocinarse la iniciativa que pretendía despabilar a Trinidad de pies a cabeza, a través de un encuentro de proporciones y alcance nunca vistos, un megaescenario donde las manifestaciones artísticas y la teoría cultural se unirían al tradicional Trinifolk. Nacía así el Primer Festival Nacional de las Artes Trinidad de Cuba; XV Festival de Danza Trinifolk, Primer Evento Teórico Patrimonio e Identidad; tres propuestas entrelazadas en una sola (¿acaso una interpretación cultural del misterio de la Santísima Trinidad?), donde las manifestaciones artísticas devendrían anfitrionas.
“La modalidad de unir varios eventos en uno resulta una tendencia contemporánea en celebraciones de primer orden en el país como las Romerías de Mayo o la Fiesta del Caribe. Trinidad tiene la capacidad suficiente para asumir un encuentro de esta magnitud”, comentaba a principios de semana Juan Carlos González Castro, presidente del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, quien sabía de antemano el riesgo de enrolarse en semejante aventura.
Comenzaba así a articularse un programa para intentar satisfacer gustos heterogéneos con exposiciones, peñas literarias, audiovisuales, pasacalles, teatro para niños, conferencias magistrales, performances, actividades nocturnas, clases prácticas de folclor bajo la guía de Silvina Fabart, Premio Nacional de Danza, el homenaje a la orquesta Las Cuevas en su aniversario55 y demostraciones artesanales en vivo, junto a disímiles sugerencias.
Mas, a la hora de armar el rompecabezas faltaron algunas piezas para evitar la imagen de yuxtaposición entre eventos que a ratos parecía el festival. Quizás el amplio diapasón de opciones fue el motivo por el cual algunas actividades estuvieron contrarreloj porque otra le sucedía. Seamos francos: aunque la sed cultural por estos lares sobrepase los límites de lo permisible, tampoco estamos en presencia de un público tan desbordante, mucho menos bendecido con el don de la ubicuidad, para llenar salones expositivos de manera simultánea. Puede que el tiempo alcanzara para participar en la inauguración de las muestras y degustar del brindis. Para recrearse y disfrutar, sin embargo, faltó espacio.
La variedad y montaje de las muestras se agradece: fotografías, lienzos, origamis, bonsáis, artesanía… lo mismo en soportes tradicionales que en el portal de un palacete. Como también se agradecen las estatuas humanas, el Chaplin encarnado por el actor Addy Almirante, así como el asalto de zancudos por varios puntos de la villa, arrastrando a la multitud, convirtiéndose en voceros de sus propias actividades.
Quizás de haber fortalecido la promoción, más niños se hubiesen sumado al sugerente espectáculo Juegui-payasos, protagonizado por el espirituano grupo Garabato en la Plaza de San Francisco o al primer evento de Literatura y Rock, o a las descargas de trova, o a las sesiones teóricas que, dicho sea de paso, algunas solo sucedieron en papel.
La actriz Corina Mestre recalcó la necesidad de sistematizar el encuentro y “potenciar mayor participación de los jóvenes, no solo los de la Asociación Hermano Saíz, sino de las escuelas de arte de Cienfuegos, Villa Clara, Ciego de Ávila y la cabecera provincial. Nosotros transmitimos la experiencia, pero los jóvenes son los que traen el desarrollo de todo. Y sacar mayor partido al entorno delicioso de la ciudad no solo para el teatro de calle, sino para puestas en escena vinculadas con las tradiciones, quizás a través del teatro bufo, casi desaparecido desde el 97, cuando estuve aquí por última vez”. Por su parte, Lieter Ledesma proponía incluir para ediciones venideras el arte culinario como manifestación, pues también a Trinidad la describen los olores y sabores emanados de la cocina.
Las ganas de vestir la próxima edición con un matiz internacional exige la sincronía de un reloj suizo, donde no haya cabida para suspensión de actividades porque las guaguas murieron en el taller o falta de comunicación entre organizadores y directivos institucionales.
El semanario insiste: no hemos venido a aguar la fiesta ni a sembrar cizaña. Trinidad ha estado de fiesta y recordó sus días de anfitriona cultural en el medio de la isla, gracias al empeño de quienes todavía sienten por ella y la ven más allá del halo de vidriera para recaudar ingresos que muchos le han impuesto. Lo advirtieron al inicio: se trata de un ensayo; mas, de cara al gran espectáculo que por fechas similares del 2016 debe invadir la villa, hay que amarrarse los pantalones desde ahora.
Ya sé que «el semanario no vino a aguar la fiesta», pero es una lástima que la premisa del periodismo de dar voz incluso a quienes no comparten nuestros criterios, sea obviada con total naturalidad por Escambray.
Pareciera que el texto «Ensayando una respuesta para amarrar pantalones», enviado por quien les habla, nunca se hubiera escrito. Gracias y buenas tardes