Escambray regresa a las raíces de Sancti Spíritus, en busca de uno de esos eslabones perdidos: su símbolo identitario
La certidumbre de la fundación
Cuando ya está en calma la marea del aniversario 500, Escambray regresa a las raíces de Sancti Spíritus, en busca de uno de esos eslabones perdidos en el habla popular: su símbolo identitario.
Preguntarle a María Antonieta Jiménez Margolles, historiadora en la cuarta villa cubana, cuál es el símbolo oficial que nos identifica pudiera hacer pensar a muchos que estas tierras han de tener algo de lo real y maravilloso americano.
A lo mejor, razón suficiente para que Jiménez Margolles reconozca el puente sobre el río Yayabo como principal alegoría identitaria de la ciudad.
Sin embargo, para Greter Díaz Hernández, investigadora y especialista del Museo Provincial de Historia, la búsqueda de las raíces espirituanas va más allá de las márgenes del emblemático torrente de agua, “sobre todo porque todavía hay quien ignora por qué se llama Sancti Spíritus”, agregó.
Así, mientras los españoles celebraban las fiestas del Pentecostés, que para 1514 coincidió con la fundación de la villa, el Adelantado Diego Velázquez nos bautizaría como hijos del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. “Entonces, para 1782, el cabildo consideró tener en la Sala Capitular el símbolo oficial de la ciudad. Fue el alcalde Juan Bautista Cañizares quien mandó a hacer a La Habana la paloma de plata”, explicó Díaz Hernández.
La emblemática insignia de paz, traída a lomo de mulo desde el puerto de Remedios, quedaría instalada finalmente en el Santo patrón de la Casa Consistorial el 10 de junio de 1785 y costó al Ayuntamiento 483 pesos oro y 6 medios reales.
Pero, más allá de las quimeras que rodean la verdadera alma de los espirituanos, Roberto Vitlloch, director de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos, perteneciente al Centro Provincial de Patrimonio, atribuye a otros elementos la esencia misma de este terruño: “Lo que identifica a los espirituanos ante el mundo es algo que yo le llamo conjunto, un binomio inseparable: la Parroquial y el puente, obras grandiosas de la ingeniería civil colonial y, además, monumentos nacionales”.
Al respecto, Saily Cruz Álvarez, secretaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular, ofrece sus consideraciones: “El escudo de la ciudad es nuestro símbolo estatal, los demás solo lo son desde el punto de vista cultural”.
El encanto arquitectónico de esta comarca seduce a diseñadores de etiquetas para bebidas y uniformes, a quienes seleccionan imágenes para gigantografías, carteles lumínicos y vallas colocadas a la vera de caminos. Lo cierto es que la paloma plateada, símbolo oficial de Sancti Spíritus según las Actas Capitulares de 1875, no vuela sobre el rojo de añejos tejados con orgullo propio y, a mi juicio, no le basta solo con presidir un escudo.
Para la mayoría de las voces autorizadas en materia historiográfica y gubernamental, la pieza más valiosa de la iconografía colonial en Sancti Spíritus no deja de ser un importante emblema religioso o culturológico. En tanto, la voz del pueblo se regocija únicamente por el Yayabo, cuando por las venas nos corre la tinta que escribiera en latín: esta es la villa del Espíritu Santo.
El autor es estudiante de periodismo en la Universidad Central de Las Villas
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