A raíz de la conmoción provocada por el asesinato de Frank País García, hubo un intento de alzamiento en las proximidades de Cabaiguán que provocó la muerte de ocho jóvenes revolucionarios.
Cuando el acomodado campesino batistiano Sención Hernández fue avisado por su vecina Onilda Hernández de que había unos jóvenes sospechosos ocultándose en su finca, buscó a los guardias y vino con ellos a contemplar cómo aquellos asesinos de uniforme masacraban a Vitalino Calero y Beremundo Paz, quienes intentaban protegerse entre el follaje de una mata de aguacates.
Como nuevas escenas derivadas de la misma tragedia que devino cacería humana de los 15 jóvenes que intentaron un alzamiento desde la zona de Cabaiguán, liderado por Félix Hurtado Manso, tiempo después Sención y Onilda escuchaban ante el tribunal que los juzgó, las duras acusaciones del ministerio fiscal y las merecidas condenas a 30 y 20 años de prisión, respectivamente, por un hecho que costó la vida de ocho valientes revolucionarios y desató una huelga que se extendió a casi toda la isla.
Cabaiguán hervía de fervor patriótico ante la lucha liderada por Fidel en la Sierra Maestra. A resultas de la muerte de Frank País surgió allí un Comité de Huelga con el propósito inicial de movilizar grupos de acción en distintos sitios para apoyar el paro con sabotajes y acciones armadas.
Los jóvenes revolucionarios se lanzaron a los campos a recoger armas entre los campesinos. En Neiva, la gente de Félix Hurtado, quien hacía tiempo proyectaba un alzamiento hacia el Escambray, se dividió en dos escuadras, pero la suya fue atacada por un batistiano, a quien tuvieron que ultimar en defensa propia.
El trágico incidente fue pronto conocido en la población y desató la rabia de los cuerpos represivos. Ello provocó confusión que, unida a distintos imponderables, decidió al Comité de Huelga ordenar suspender las acciones previstas.
Cuando Félix y sus compañeros llegaron al punto convenido de reunión en el Monte Fermín, ya avanzada la noche, no encontraron al grupo de Fausto Sosa, que había estado esperándolos allí, ni a los enviados del Comité de Huelga, quienes debían informarles de la contraorden, porque ya se habían retirado del lugar. Sin más orientaciones, Hurtado decide marchar a las lomas del Escambray.
Por el camino, plagado de vicisitudes, se les unen otros compañeros. En la noche del 6 de agosto, ya en la finca La Llorona, los 15 hombres cantan el Himno Nacional e izan la bandera del 26 de Julio. Según sus planes, al día siguiente el guía, Dionisio Rodríguez debía ir a Cabaiguán a recoger armas, víveres y medicinas para abastecer a la pequeña guerrilla antes de su subida al Escambray.
Pero primero debían comer. El propio guía les propuso solicitar ayuda a Santos Piñeiro, un campesino conocido suyo, que vivía cerca. Según todas las evidencias, ese hombre los traicionó, pues pasadas las cuatro de la tarde del 7 de agosto de 1957, apenas les llevó el almuerzo, el grupo fue atacado por decenas de soldados que salieron disparando y gritando desaforados desde distintos puntos.
Perseguidos con furia homicida por los esbirros, los jóvenes se dispersaron tratando cada uno de salvarse por su lado. Entre esa fatídica jornada y la del 12 de agosto, cuando es tirado en el cementerio de Santa Lucía el último de los hombres asesinados, en Cabaiguán y sus alrededores se vivieron días de pánico y zozobra.
Uno tras otro fueron cayendo, Dionisio Rodríguez Mederos, Isidro González Morales, Sergio Espinosa Águila, Manolito González Crespo, Beremundo Paz Sánchez, Vitalino Calero Barrios, Manuel “Bolo” Brito Morales y Horacio González Méndez.
Nota: Félix Hurtado Manso falleció recientemente en La Habana.
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