Artesanas trinitarias y habaneras convirtieron la Casa de la Obra Pía en una suerte de palacio de la lencería como parte del encuentro taller que sesionó este miércoles en la institución capitalina
Con las manos temblorosas y la expresión del deslumbramiento, Nilsa Hernández Ortiz acarició por primera vez una pieza nacida de la aguja de una artesana de Trinidad. Con casi seis décadas de existencia, esta mujer natal de Baracoa, radicada ahora en la capital cubana y afiliada al proyecto de muñequería rectorado por la Casa de la Obra Pía, recuerda con minuciosa precisión aquellas tardes en que su abuela materna la hacía tomar aguja e hilo para enseñarla a bordar y coser, por si algún día el ir y venir en la máquina de antaño podía contribuir al sustento familiar.
“Ella siempre me contaba de la tradición del deshilado y la randa trinitarias, pero nunca pude visitar la ciudad ni encontrarme con una pieza de una creadora de ahí. Por suerte, hoy ese deseo ya está cumplido”, comenta mientras acaricia la urdimbre del camino de mesa que desde la tercera villa de Cuba trajo la artesana Julieta Guevara con el afán de compartir experiencias.
Tales imágenes ha captado el lente de Escambray al llegar al salón del inmueble de la Habana Vieja, donde cerca de 40 artesanas de distintos puntos de la capital acogieron a sus colegas provincianas en un intercambio de agujas y saberes, de técnicas y ardides personales. Hebras presas en las saetas, acompañadas de un pedazo de lienzo virgen o trabajado, resultaron los medios de expresión entre las artífices para difundir el legado de una de las tradiciones más autóctonas del territorio sureño, cuestión que “nos hace sentir únicas porque ni siquiera imaginábamos que nuestro quehacer despertara tanto interés fuera de Trinidad”, comentó Idalmis Cofiño Pérez, miembro del proyecto.
Por su parte Janet Quiroga Llanes, directora de la sede del evento, resaltó que si bien la Casa de la Obra Pía ha acogido intercambios similares, la repercusión de este resulta incomparable, “pues las trinitarias han logrado, gracias al proyecto Entre hilos, alas y pinceles, romper el anonimato y lograr el reconocimiento de su obra. Por eso ahora se convierten en guías para quienes aún permanecen a la sombra y son consideradas inferiores por dedicarse a las labores de aguja”, añadió.
Así, hasta bien entrado el mediodía nombres como barahúnda, la trinitaria, la regañona, el avispero, la arañita, el candadito, entre tantos otros impregnaron el ambiente del intercambio mutuo; espacio donde las visitantes aprendieron de las habaneras secretos para maniobrar con textiles así como lecciones básicas para adentrarse en el universo de la confección de muñecas.
Ahora todas las expectativas apuntan a la apertura de la exposición que da nombre al proyecto, mañana jueves a las 3:00 p.m en la institución cultural.
Absorta aún de la emoción, Nilsa Hernández Ortiz no puede desprender la mirada de la tela. Con la sed propia de un aprendiz mantiene el oído atento a los consejos, trucos y secretos que las trinitarias comparten. A su lado, Ángel Galano Legrá, su esposo, también sucumbe ante el ir y venir de la aguja. “Vine en representación de mi madre, quien siempre quiso admirar una obra hecha en Trinidad, pero no pudo asistir por motivos de enfermedad. Ahora, como mi mujer, ella también podrá cumplir su sueño”, dice mientras hurga en el bolsillo del pantalón y muestra un pañuelo, regalo de una artesana de la tierra que cierta historiadora calificó como un don del cielo.
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