De su pluma brotó uno de los mejores alegatos contra la Enmienda Platt escritos en Cuba
Cuando lo conocí, a inicios de la década de los años 60 del pasado siglo, el doctor Juan Gualberto Borrero Pérez era ya un médico veterano, curtido por mil batallas contra el hambre, la discriminación y las barreras sociales que había vencido en todos esos lances y tenía una reputación profesional consolidada en Sancti Spíritus.
Pero, además de médico, Borrero, un hombre negro de buena complexión y mediana estatura, era un apasionado de la Historia y un férvido patriota que llevaba a Cuba en el alma y a Martí y a Maceo en el corazón. Los recuerdos que en este sentido guardaba este redactor —de casi cinco décadas atrás— fueron confirmados por el abogado espirituano Marcio Pérez Echemendía: “Era martiano y maceísta en ese orden y no le resultaba ajena ninguna faceta de nuestra historia… Él fue un contradictor grande de la dominación española y norteamericana sobre Cuba y aborrecía a la Enmienda Platt porque la veía como un atentado directo a la soberanía y a la nacionalidad cubanas”, apunta.
Un colega del referenciado, el doctor Rolando Martínez Plasencia, hoy con 83 años, evoca: “Borrero tenía una consulta particular en su casa y examinaba también en la Sala de Medicina del Hospital Municipal y luego en el Policlínico Norte. Su esposa, Antonina Ramos, era graduada de la Escuela Normal Superior e impartía Historia en la Secundaria Básica.
“Él poseía un carácter especial, muy amable, le encantaba silbar y a veces caminaba silbando. Cuando se presentó la Crisis de Octubre en 1962 nos internaron a todos los médicos de Sancti Spíritus ante la inminencia de la guerra y dormíamos en el Hospital. Y debo decir que su actitud se mantuvo invariable; también muy sereno ante el peligro que se cernía sobre la nación.
“En una ocasión acudieron 19 médicos a la vez a pedir permiso de salida del país, de los menos de 50 que trabajábamos por entonces en el Hospital de Sancti Spíritus, lo que fue considerado una especie de conspiración para dejar al territorio sin personal facultativo, pero la situación que se creó fue superada porque Borrero y los demás nos mantuvimos fieles a nuestros pacientes y a nuestro pueblo.
“Y mira si vivíamos en una tensión enorme de trabajo, pues debimos asumir los vacíos que dejaban otros, que nunca supe nada del doble carácter de Borrero como médico e historiador”.
LA CUBANÍA ANIQUILADA POR LA ENMIENDA PLATT
El libro, pagado de su peculio personal y editado en la Imprenta Iris, de Zaza del Medio —1958— realiza en sus 242 páginas y cinco capítulos, un recorrido por nuestra historia desde el descubrimiento y la conquista, y toda la etapa de surgimiento y consolidación de la nacionalidad, incluidas las guerras independentistas, hasta llegar a la Enmienda Platt en su Capítulo II, temática de la cual se derivan los tres restantes.
Pero, en esencia, la obra define la cubanidad, la cubanía, y el papel cimero que asume Martí en todo ello. Luego presenta el engendro plattista y sus consecuencias para Cuba, su dignidad, su nacionalidad, su independencia y soberanía.
De la cubanidad, dice que “es el pueblo, la cantidad de personas sobre la tierra en Cuba”. Para Borrero “la cubanía es el sentimiento de patria, de nación, de decoro y de progreso colectivos”. Luego afirma. “El resumen de los trabajos ciclópeos de la Cubanía durante el período que se extiende de Baraguá hasta Baire, se concreta en José Martí. Martí es la voz de la cubanía, es su verbo que se hace carne, por eso Martí es la cubanía misma”.
Al decir de Borrero, el legado escrito de Martí es la Biblia laica del sentimiento nacional cubano. Sus pensamientos filosóficos, sus sentencias, cobran categoría de versículos del Evangelio cubano”.
Del repudiable engendro, plantea: “Se ha dicho que la Enmienda Platt fue una transacción entre el espíritu independentista cubano, vale decir, la cubanía, y el afán expansionista del imperialismo americano. Es falso. Una transacción es un convenio, un ajuste, un ponerse de acuerdo entre dos puntos en discordia, pero la Enmienda fue un acuerdo unilateral, una imposición, una carga o tributo que tenía que echarse a cuestas el pueblo de Cuba, como una nueva cruz, en pago y agradecimiento de haber sido libertado”.
Ya finalmente, en tono lapidario, Juan G. Borrero sentencia refiriéndose a esa percha infame impuesta a la Constitución cubana de 1901: “Fue un escarnio, un vejamen. La Enmienda Platt fue una puñalada a la Cubanía, fue un apagamiento de la conciencia nacional cubana, fue la pérdida inexorable de los rumbos”.
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