Bonsais, origamis, fotografías, artesanías y sesiones de meditación trasmutaron la ciudad en una especie de templo sagrado donde también tienen cabida tradiciones milenarias del Oriente.
Si no fuera porque tenía la versión en miniatura de Trinidad a sus espaldas, los salones expositivos del Centro de Interpretación de la villa podrían confundirse con una extensión de la India o China. Cisnes, grullas, flores nacidas del papel a través de la magia del Origami, rodeadas de instantáneas del Taj Mahal, las calles del país de la danza de los dragones y también de algunos lugares de la India que no reflejan las publicaciones para turistas, tejen un clima de parsimonia, un Intercambio con la cultura Oriental (título de la muestra), que también recibe las obras del artista trinitario Moisés Naranjo.
El arquitecto Lázaro Morgado, la artesana Mery Viciedo, acompañada por los pioneros que instruye en el universo de los árboles pequeños y la técnica milenaria de los dobleces constituyen también cómplices de esta exposición, que contó, además, con la presencia de Luis Baracaldo, presidente del club Otakuss, de Sancti Spíritus.
Deslumbrada aún con lo que considera su debut, la pequeña Adilenis Martín Méndez, aprendiz del origami, solo atina a decir: “Ahora sé que vale la pena estar horas y horas haciendo piezas, pegándolas después porque a la gente le gusta y conocen lo que haces. Es algo así como ser un poquito famosa”.
Tal ambiente de ingenuidad es lo que se respira en la casona otrora propiedad de la familia Frías; una confluencia de historias y tradiciones, pues según expresara Atner Cadalso, presidente del Consejo Municipal de las Artes Plásticas: “Creemos en los encuentros con las culturas y, mejor aún, en la cultura de los encuentros porque un encuentro es, en definitiva, un hallazgo, una sorpresa, una epifanía innombrable”.
Moisés, una especie de mago trinitario con la madera, coloca el punto de la localidad, con la cosmovisión de la ciudad que lleva dentro “tan espiritual y minimalista que te ofrece lo necesario para ser feliz, aunque a veces sean sus propios habitantes quienes la saturan de energías negativas hasta agobiarla”, refiere.
Así, el territorio nacido entre mares y montañas se llenó de inciensos, sonidos para disipar tribulaciones, y la Plaza Mayor devino escenario para la enseñanza espiritual del yoga, fuente inagotable de paz y bienestar para aquellos que decidieron explorar las dimensiones ocultas de su mente bajo la guía de Morgado.
“Estamos tratando de asumir la meditación no como la definen los diccionarios, como la consideración de un asunto u objeto usando el pensamiento, sino como un estado de la contemplación pura del Ser interior”, aludió el experto.
Bien lo habían advertido los organizadores a principios de semana: “habrá espacio para todo y para todos. Se trata de las artes, las culturas, del encuentro armonioso de credos y legados espirituales. Trinidad los acoge y se nutre de ellos para conservar su propio encanto”.
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