El 17 de diciembre de 2014, día del regreso de Gerardo, Antonio y Ramón y del reencuentro de los Cinco nacieron flores en el desierto, una vez más la razón no abandonó a los buenos
El 17 de diciembre de 2014, hace justamente un año, la certeza llenó el calendario, abrió las rejas; apagó, por fin, el sonido metálico de las puertas que por más de 16 años mantuvieron recluidos en prisiones diferentes de Estados Unidos a Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero. Tiempo atrás, habían retornado de sus injustas cárceles, René González y Fernando González, luego de cumplir sus inmerecidas condenas.
Volvieron, esa fue la palabra que estremeció a Cuba, la que hizo a cientos de miles de madres salir de la cocina y tomar el delantal como pañuelo; ellas solo saben lo que significa la espera prolongada de un hijo.
Frente al televisor, la isla entera. Viví ese aluvión de emociones, distante geográficamente; pero casi en el mismo escenario. En Venezuela, la avalancha de noticias en las redes sociales, Telesur y Cubavisión Internacional me regalaron ese cuadro único que más de una vez quise vivirlo en suelo patrio.
Aún así, estuve en la piel de Mirta Rodríguez; imaginé el susurro a Tony: “Por fin, en casa, hijo”. Percibí el pulso agitado de Adriana Pérez y Elizabeth Palmeiro, las dos gustosas de haber sido una especie de Penélope y haber recibido ese beso sediento de tantos años de espera.
Gerardo estaba ahí, frente a la mujer que siempre habló de ligaduras y de flores y de volcanes que hay que deshollinar todos los días para mantener vivo lo que se quiere.
Vi a Ramón, al padre amantísimo, olvidar los dolores en las rodillas y caminar hacia sus hijas para fundirse en ese apretón que tanto prometió en las cartas escritas desde las cárceles de Beaumont, McCreary, Kentucky, Jesup y Ashland. Para entonces, el pedido constante a su esposa Elizabeth era: “Eli, sígueles enseñando fotos mías (…) y cuanta cosa puedas de mí a mis hijas, en especial a Lizbeth, que es la que menos me conoce. Háblales constantemente (…) de papá Ramón, que la quiere mucho y las extraña”.
Finalmente, agucé la mirada en el abrazo viril entre cinco hombres de resistencia a prueba de encierros, castigos en el hueco, lowdowns, injusticias, privaciones y de añoranzas.
Hombres que en noches de soledad, sin señal de vida en las extensas galeras, llenaban el vacío de sus celdas con versos escritos, a veces, con lápices diminutos.
Demasiadas historias habitan en estos héroes que nunca cambiaron de casaca, que custodiaron los sueños de esta isla desde el anonimato y aún después, entre las rejas. Desde allí dijo el poeta: crecieron como gigantes ante los ojos del mundo.
El 17 de diciembre de 2014, día del regreso de Gerardo, Antonio y Ramón y del reencuentro de los Cinco nacieron flores en el desierto, una vez más la razón no abandonó a los buenos.
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